Por: Karina Monsalve
Resiliencia es un sustantivo que la Real Academia Española incorporó al Diccionario de la lengua española (DRAE) en su edición de 2014 y desde entonces pareciera que estuviera de moda o en sobreuso. Sin embargo, lo tiempos históricos que estamos viviendo dentro de nuestro territorio y fuera de él, nos hacen pensar que el término se ajusta a las exigencias y demandas que se presentan en la sociedad actual.
Resiliencia es en sentido básico: resistencia, pero no una forma de resistencia cualquiera. La clave para entender su uso nos la va a dar la etimología. El inglés resilience está formado sobre el verbo latino resilire, que significaba “rebotar, saltar hacia atrás”. En este verbo latino, identificamos, a su vez, el prefijo re-, que indica repetición, y el verbo salire, que aporta la noción de ‘saltar’. La resiliencia es la capacidad para rebotar ante un impacto.
En el mundo físico, resiliencia sería sinónimo de elasticidad o flotabilidad y expresaría la capacidad de un cuerpo para recuperar su estado o posición original una vez dejen de actuar aquellas fuerzas que tienden a deformarlo, desplazarlo o sumergirlo. En el ámbito de las ciencias de la vida, resiliencia expresa la adaptabilidad de los individuos o los grupos frente a los retos o amenazas y se ha definido como «la capacidad para vivir, desarrollarse positivamente o superarse, frente al estrés o las adversidades que pueden normalmente ser causa de consecuencias negativas» (Cyrulnik, 2009) . Desde este punto de vista, es un concepto positivo que reconoce los mecanismos que tiene cada persona para hacer frente exitosamente a los contratiempos y a las adversidades y que refuerza a los individuos.
Para los psicólogos, el interés por la resiliencia surgió del intento de comprender por qué algunos niños, adultos o familias llegaban a superar, fortalecidos, grandes adversidades (genocidios, marginación socioeconómica o cultural en el caso de los inmigrantes, rupturas parentales en el caso de niños o adolescentes, entre tantos otros.) capaces de destruir a la mayoría de afectados por ellas.
Nos preguntamos entonces, cómo es ser una persona resiliente? Y es que se caracteriza por tener confianza en sí misma, por su capacidad de planificación para la acción, autocontrol y compostura (nivel de ansiedad bajo) y persistencia en el compromiso. Estas características se traducen en la práctica en que el individuo resiliente cree que su actuación puede modificar la situación en que se encuentra, que el esfuerzo persistente merece la pena y que las situaciones peligrosas y los fracasos son inevitables pero superables, sin que les cause un nivel de ansiedad excesivo ni un deseo de rendirse.
Para los venezolanos son tiempos difíciles, para quienes decidimos quedarnos, para quienes decidieron emigrar, para los ciudadanos del mundo que están lidiando con la guerra a favor o en contra, son tiempos difíciles para el ciudadano común que sortea la pandemia y las adversidades de la vida, todos en general debemos desarrollar el ser resilientes.
Los mecanismos para hacer frente de manera exitosa a los contratiempos y las adversidades se basan en buscar el apoyo social, hacer uso del humor, controlar las emociones negativas, aprender reflexivamente y apoyarse en las creencias propias para conseguir automotivarse. Ser resiliente no es conformarse con las situaciones ni aguantar pasivamente todo lo que nos sucede, por el contrario es sacarle provecho a las situaciones adversas para obtener un aprendizaje que se convierta, a su vez, en fortaleza.
KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve
Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.
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