Ser padres: ¡Qué maravilla!

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Por: Gloria Cuenca

Una vez más se celebró el día de la madre. (El segundo domingo de mayo). No obstante decía mi abuelita querida, ¿Qué es eso? el día de la madre son todos los días. Por su parte, mi madre, irreverente, en determinadas circunstancias, decía: “Debe llamarse el día de la mentada, pues en este país nos nombran muy a menudo y no con buenas intenciones.

Hoy, con la serenidad que me dan los años, puedo decir tal y como afirma el título: “La maravilla de ser madre o padre”. Pienso en una querida amiga, María de los Ángeles López, colega como periodista y docente, que escribió un artículo, allá en la década de los 70, llamado,” La maternidad: ¡Que piña!”.

No se pueden imaginar, amables seguidores y contradictorios lectores, el escándalo que produjo ese título y las repercusiones que tuvo. Hoy, con afecto y cordialidad quiero repensar lo dicho en aquel artículo, que lamentablemente no tendrá respuesta, ya que Malele (así la llamábamos con cariño) partió a los cielos, donde habrá desatado polémica, con argumentos y disquisiciones a sus colegas ángeles, sin duda alguna. Reflexionaba sobre esto y varias cosas más cuando decido escuchar la radio.

Oigo entonces un estupendo programa de radio que hacen la cantante Kiara y el actor Rafael Romero, quienes entrevistaban a una magnifica cantante, gran expositora, Ingrid Serrano, sobre el tema del día: la madre.  Sin imaginarlo, ellos estimularon esta reflexión. Finaliza el programa. Ocurre, entonces, una ingrata conversación con un joven del telemarketing, de una cablera, de “cuyo nombre no quiero acordarme”.

Así es la vida, unas son de cal y otras de arena. Bueno, primero, lo primero. El debate, (por radio) tenía entre otras intenciones, sí es que puede considerarse así, la siguiente cuestión: ¿es obligante para las mujeres ser madre y así realizarse? La respuesta fue: sí la mujer no quiere ser madre, tiene derecho a negarse. Reflexioné sobre todas las discusiones al respecto que en mi larga vida he tenido. Lo confieso, primera vez que me doy cuenta de una cuestión fundamental, con respecto a la maternidad.

El embarazo y la maternidad son el golpe más duro que se le puede dar al ego. Quien quiera crecer de verdad, no debería negarse a vivir ese proceso. La deformación del cuerpo, ―los grandes modistos han decidido exponer de manera orgullosa― no quita el malestar de la preñada, al verse y compararse con las demás mujeres, esbeltas y preciosas.

Superar esto con agradecimiento, comprensión e hidalguía, implica un desarrollo y crecimiento que solo la maternidad puede hacer. Por supuesto, cuando la pareja está de acuerdo, el conflicto es menor. No hablemos de los hombres que les choca una mujer embarazada. (hay otros a quienes les gusta mucho, también). Nace el hijo/a, momento glorioso: tener en brazos la vida que ha estado dentro de ti, y ojalá sea producto de un grande amor.

Se ha producido un cambio trascendental y ha ocurrido una hipoteca de la vida, con la responsabilidad que implican los hijos se termina de someter al ego. ¿Podré continuar? No es fácil, definitivamente, el rol de madre. Tampoco el del padre, cuando se asume realmente.

La entrevista maravillosa terminó y la canción también. Aquí ocurre el otro acontecimiento. Recibo una llamada al teléfono que me cambia el humor. Ahora estoy bajo el impacto de una ingrata conversación con un joven del telemarketing de una cablera. La cuestión hace que se me revuelvan todos los apellidos. El joven, con la prepotencia que caracteriza a algunos de ellos, primero me informa que puedo ampliar la programación que ya tengo. Le respondo que no me interesa (no quiero ser antipática). El joven insiste, y cuando le explico que hay cosas que me chocan en la transmisión, y le indico lo inconveniente para los niños, no se le ocurre otra cosa además de un largo dimes y diretes, que decirme, absolutamente convencido: “Educar niños es fácil. ¿ usted tiene gatos o, perros? Es lo mismo’’.

Entonces le pregunté: “Y usted, ¿tiene hijos?”. “No, pero yo se dé eso porque tengo un gato que me respeta.” Mis amables seguidores y los contradictorios lectores, se podrán imaginar cómo me puse. Opté por decirle que no me interesaba ampliar la programación. Un día después se me fue la programación, toda.  ¿Casualidad o causalidad? Ni lo sé, ni me interesa.

Un hombre que acepta ser padre, también retuerce el propio ego, ampliando sus posibilidades, dejando el protagonismo, olvidando ser actor, espectador, mártir, productor, maestro, aprendiz, autoridad, entre las múltiples posibilidades y situaciones que se le presentan a diario.

Pasé un excelente Día de la madre, espero que mis seguidoras bellas y las contradictorias madres lectoras, hayan tenido un hermoso, estimulante y crecedor día. Espero lo mismo para los padres en su día. Se darán cuenta, pasó casi un mes. No importa, el cariño es el mismo. Preparemos ahora el Día del Padre, con los rollos y resentimientos que aparecen. Ser padre tampoco es sencillo. Educar, no es fácil. A pesar de lo que creen algunos. Es la vida.

GLORIA CUENCA | @editorialgloria

Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela

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