La épica de la Independencia Bolivariana proclamada por Chávez terminó siendo un alquiler con opción a compra. La colonización cubana, sin disparar un tiro, se logró gracias a la egolatría de Hugo Chávez y la astucia de Fidel y Raúl, dos viejas sanguijuelas. Chávez, es bueno nombrarlo como único responsable de esta desgracia, nos entregó a los cubanos. En manos de Maduro, nuestro hazmerreír global y endógeno.
El relato antiimperialista propagado por la izquierda universitaria nacional siempre predicaba sobre los excesos de la presencia norteamericana en Venezuela. ¿Qué dirán ahora del desfile de cubanos, rusos y chinos? ¿Alguien sabe quién manda sobre Maduro y en Venezuela? ¿Cuántos grupos de poder hay ahora disputándose pedazos de la torta nacional?
La Oposición venezolana, hasta la llegada de Guaidó, jugó tontamente a la cooperación con el chavismo. Su caja de herramientas políticas se limitaba a unas botellas de whisky y negociaciones mezquinas bajo esa práctica “cuartorepublicana” de resolver todos los problemas políticos con distribución de contratos, cuotas y sobornos. Fue el único truco aprendido en la fiesta nacional petrolera gracias al río de dólares que fluyó en el país desde la nacionalización de 1973. Para decirlo en corto, en Venezuela la política se hacía con dinero y sin escrúpulos. Una vulgar repartición del botín entre los partidos políticos dominantes.
Ese modelo de negociación cambió de mano con la llegada de Maduro. Ahora Venezuela es de todos. De los cubanos, de los chinos, los rusos, los guerrilleros elenos, los desmovilizados de las Farc y sobre todo de la casta elegida de generales, almirantes y coroneles que se lucran con todos los negocios lícitos e ilícitos de su amada “Patria”. ¿Con quién se va a negociar la transición? ¿Con Maduro, Diosdado, Putin, los Chinos o los Castro?
Del bando opositor tampoco hay mucho que esperar. Con excepción de María Corina, Guaidó y Leopoldo, están en la misma tónica de siempre. En privado haciéndose los graciosos con dirigentes chavistas y en público, frente a los micrófonos o el Instagram, bramando como Júpiter.
Del gabinete de Trump ya uno no sabe qué esperar. Sus secretarios, asesores y senadores republicanos lanzan amenazas cada vez más estridentes. Pero Trump sale elogiando “las buenas intenciones de Putin”. El Zar no habla mucho, pero hace bastante. Pregúntenle a Siria, con cuatro millones de desplazados y más de cuatrocientos mil muertos cómo le fue con Putin y Asad. O a Ucrania.
En fin. Los venezolanos ya no somos dueños del país. La suerte del territorio anteriormente conocido como República de Venezuela, hoy está en manos de norteamericanos, chinos, rusos y lo más increíble, en las mediocres manos de Cuba, una isla harapienta y anacrónica, gracias a, una vez más, el traidor de Chávez.
Nadie sabe cómo terminará esto. Pero si algún día llegamos a salir de Maduro cualquier intento de refundar la República pasa por proscribir al PSUV y sus aliados por diez años, enjuiciar a los cómplices de esta desgracia, neutralizar a los colectivos y hacerle la guerra a Cuba castrista. Sólo si algún día volvemos a ser una nación soberana e independiente y no terminamos como Libia o Irak, una vaca petrolera abierta en canal. Por ahora, seguimos en venta.