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lunes, 9 diciembre, 2024

¿Quién es la María de las Galletas María?

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Todos hemos tenido nuestro “momento Ratatouille”: ese instante en el que, como en la famosa película de Pixar, un sabor particular, incluso un olor, nos catapulta derechito hasta la infancia —la verdadera patria del hombre, como escribió Rilke—. Es un mili-segundo en el que se disparan los afectos, se derrumban las defensas críticas y nos rendimos a una especie de consuelo masticable.

Ese momento, para mí, ocurre con varias cosas: el mojo y el gofio canarios, los nísperos y, a cada rato, con las benditas galletas María, específicamente con las María Puig. Estas galletas pueden gustarle o no a mucha gente, pero todo el mundo las conoce. Son un clásico venezolano.

Como me gustan tanto, decidí averiguar un poco sobre ellas, específicamente de dónde salió el nombre. ¿Esa María es María la del Barrio, la Virgen María, o es María una hija del señor Puig?

Mi primer descubrimiento fue que ese clásico venezolano no es un clásico solo en Venezuela: las galletas María, así, con ese mismito nombre, existen en varias decenas de países en los cinco continentes: desde Singapur hasta Zimbabue.

Ante esto quedé un poco como El Principito cuando descubrió que su rosa no era la única en el universo. Pero, en este mundo globalizado, realmente aquello era de esperarse. Ya Savoy no es Savoy, el Carlton dejó de serlo y regresó, y el Sugar Pops ahora se llama Corn Pops o qué sé yo.

Igual –pensé– ninguna va a saber exactamente como las Puig. Y, en eso,tuve razón.


En 1874 se casó en Londres nada más y nada menos que un hijo de la reina Victoria de Inglaterra con una princesa rusa, la hija del zar Alejandro II Romanov. El enlace no solo lograba unir dos casas reales sino a dos grandes imperios de la época.

Como no era poca cosa el asunto, todo el mundo intentó pescar en río revuelto. Es así como a los dueños de una fábrica de bizcochos llamada Peek, Freans & Co., quienes tenían ciertos contactos con la nobleza londinense, se les ocurrió lanzar al mercado un biscuit con la silueta de la flamante princesa rusa estampada en uno de sus lados, y conmemorar así el fabuloso enlace.

Sehh, como seguro ya adivinaron, la princesa se llamaba María, María Aleksándrovna, para más señas, quien sería tía del último Romanov; y como en esa época el francés era la lengua franca de moda, a las galletas les pusieron Marie. Marie Biscuit. Es decir, galleta María.

Chévere, hasta aquí todo bien. Ya sabemos quién es y por qué las susodichas se llaman María, pero ¿cómo es que una galleta creada en Londres a finales del siglo XIX llega hasta la Venezuela de nuestros días? Bueno, esa es la parte más interesante de la historia.

Como se podrán imaginar, las galletas fueron un palo. Se popularizaron en toda Europa, especialmente en España, porque el trigo comenzó a ser excedentario y, por tanto, era muy barato producirlas. Los grandes fabricantes de la época (y competidores a muerte) fueron Guillón y Fontaneda. Es así como Juan Puig Canals, un joven ingeniero oriundo de las islas Baleares, las conoció.

Como el mercado estaba ya reñido en España, a Juan se le ocurrió llevarlas a México, donde no existían. Específicamente a Tabasco. Allí instaló su fábrica y comenzó a producirlas. Pero estalló entonces la revolución mexicana liderada por Pancho Villa. La fábrica de Puig comenzó a sufrir asaltos frecuentes y actos de vandalismo, así que decidió mudarse. Salió de México, se casó con una puertorriqueña y se vino a Caracas.

En 1911 comienza a operar la nueva fábrica, que estaba en la esquina de Pajaritos y La Palma, y salen al mercado, entre otros productos, las famosas Galletas María. Juan Puig tenía apenas 26 años.

[Por cierto que, para mi sorpresa, “Puig”, en su catalán original, suena algo así como “Puch” en castellano].

Lamentablemente Juan murió de paludismo poco después, a los 32 años. A esa edad ya había emprendido un aserradero, una fábrica de hielo y otra de chocolates y caramelos. Su esposa y su hermano se encargarán de continuar con los negocios (¡vaya que tuvieron éxito!).

Y es aquí donde quiero detenerme para comentarles las razones por las que esta historia me vuela la cabeza.

La primera es que en 1911, cuando Juan Puig comienza a operar su fábrica, Juan Vicente Gómez, probablemente el dictador más implacable de nuestra historia, estaba en el poder. A pesar de eso, un extranjero de corta edad, y sin contactos, ¡logra emprender una empresa que perdura hasta nuestros días en un país hasta entonces eminentemente rural! Eso habla de la tenacidad del espíritu humano y, tal vez, de una cierta racionalidad económica dentro de la locura de esa dictadura.

La segunda razón es la potencia de un símbolo (y las carambolas de la historia). Cada vez que comemos una galleta María nos llevamos a la boca un invento inglés que conmemora el matrimonio con una princesa rusa, que fue traído a Venezuela por un emprendedor español por culpa de Pancho Villa, un rebelde mexicano ¡WTF!

La tercera razón es la perfección de lo simple y la relevancia de una oportunidad: las galletas María son la cosa más simple del mundo y, sin embargo, hoy están en decenas de países, tienen casi un siglo y medio de existencia y nada hace pensar que dejarán de fabricarse en el corto plazo. Todo comenzó con una idea sencilla en el momento justo.

La cuarta razón es la edad. Juan Puig tenía 26 años cuando empezó a operar la fábrica de galletas en Caracas. Jesucristo dividió la historia en dos a los 33, Einstein creó su primera teoría de la relatividad antes de los 30 y Bolívar comenzó la lucha por la independencia a los 25. Es decir, la juventud no es impedimento para acometer grandes cosas. Tomemos nota.

Obviamente no conocí al Sr. Puig, ni he tratado a ninguno de sus descendientes, pero su historia me parece un ejemplo de visión, valentía y trabajo duro. El país definitivamente necesita más gente así.

Juan se fue de México por culpa de una revolución. Ojalá su obra no desaparezca de Venezuela por culpa de otra… En todo caso, ya sabes, cuando quieras conmemorar algo, crea una galleta con nombre de mujer.

Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente el 12 de abril de 2018

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