Con la temprana partida de Kobe Bryant, la NBA perdió a uno de sus más distinguidos embajadores. Dejó marcas impresionantes en su camino de 20 temporadas en la liga. Cinco campeonatos con los Lakers de Los Ángeles, uno de sus grandes amores, y dos medallas de oro olímpico con la selección de Estados Unidos representan parte de su legado. Podemos navegar en el mar de récords que dejó Kobe en el baloncesto, pero su inteligencia para manejarse ante los medios de comunicación estaba a la par de todas las estadísticas que lo convirtieron en una leyenda del deporte. Excelente jugador, un líder de grupo, un hombre de familia. ¡Tenía todo para representar a la liga!
En 2014, durante la rueda de prensa previa al Juego de las Estrellas en Nueva Orleans, vimos llegar a Kobe con su aura majestuosa para atender a las preguntas de los periodistas de diferentes países: habló en italiano, respondió con un español que nos sorprendió; siempre sonrió. Ahí entendimos que ese hombre iba a trascender más allá del juego, que su nombre sonaría mucho después de su retiro, que sería icono del mejor baloncesto del mundo por su don, por ser un verdadero gentleman. Hoy, aún sin entender cómo pasó a otro plano, lo recordamos con mucho respeto.
Un hombre de retos
Cuando se retiró, en 2016, la leyenda de Kobe Bryant creció. Intranquilo, abrió nuevos caminos y encontró un reto en el cine. Fundó la productora Granity Studios y le dio rienda suelta a su vena de productor y escritor. El primer proyecto de su compañía fue Detail, una serie para la cadena Espn en la que fue además narrador. Pero la creación más hermosa fue Dear Basketball, la pieza animada que tuvo como base el poema —mejor dicho, su declaración de amor a este deporte— que escribió cuando colgó los botines. Con ella ganó un Emmy y pasó a la historia cuando la producción se llevó el Oscar como Mejor Corto Animado en 2018. Glen Keane, uno de los animadores de Walt Disney Studios, fue el encargado de dirigirla y John Williams, el reconocido compositor que ha sido nominado por la Academia de Hollywood 52 veces y ganado cinco estatuillas, le dio música a esos casi cuatro minutos llenos de lírica. La voz grave de Kobe, con todas inflexiones, hizo el resto. Se anotó un triunfo fuera de la cancha con un gran equipo.
Kobe inspiraba respeto entre sus colegas. En una oportunidad contó que, cuando cursaba secundaria, una de sus profesoras de inglés le dijo que “al final” de curso tendría tiempo para descansar, pero que en medio de una tarea no podía. Ese principio lo aplicó durante toda su carrera. Era el primero que llegaba a los entrenamientos y el último que se iba. Pero también sabía cuándo parar. Shaquille O’Neal siempre recuerda cuando llegó a los Lakers en 1996 y se encontró con Bryant, un adolescente en aquel entonces. “Cuando Kobe tenía 17 años le pregunté qué quería ser y me dijo que dentro de la cancha sería el mejor jugador del mundo y que fuera de ella sería como Will Smith”, comentó O’Neal entre risas durante un programa de la cadena de televisión de la NBA.
Kobe dio sus primeros pasos cuando la liga era dominada por Michael Jordan y los Bulls de Chicago. Jordan era su modelo a seguir. Jugó apasionadamente y poco a poco superó todos los escalones para ascender a lo más alto. Uno de sus méritos fue terminar con la sequía de los Lakers y darles en 2000 su primer trofeo en 13 años. Lo hizo junto a O’Neal, con quien ganó además los campeonatos de 2001 y 2002. En 2009 y 2010 también llevó a Los Ángeles a la gloria y acalló a quienes sostenían que solo podía ganar anillos con «Shaq». Se consagró como un dios del baloncesto.
Más relajado
Dos lesiones cambiaron el rumbo de Kobe. En 2013 se rompió el tendón de Aquiles de la pierna izquierda. Apenas jugó seis partidos en 2014 por una fractura en la rodilla izquierda. Solo pudo estar en la cancha en 35 oportunidades en la temporada 2014-2015 y se retiró en grande con 66 presentaciones en la 2015-2016. En ese lapso entendió que vendría una nueva etapa de su vida, una más terrenal. Por eso lo veíamos tranquilo, con un aura señorial, cuando asistía a la cancha para ver los partidos. A pesar de que los problemas físicos que lo afectaron al final de su carrera impidieron que se convirtiera en el mejor anotador de todos los tiempos, nunca dio señales de resentimiento o de deseos de volver a vestir la camiseta oro y púrpura de los Lakers. Estaba en paz con sus 33.643 puntos acumulados, con los cinco anillos de campeón, pero sobre todo por convertirse en un ícono para esta generación. “La cosa más importante es tratar de inspirar a la gente para que puedan ser grandes en lo que hagan”, fue una de sus frases, que ahora circula en publicaciones de redes sociales como un pensamiento.
Los que seguimos su carrera esperábamos verlo el próximo 29 de agosto en Massachusetts, dando su discurso de entrada al Salón de la Fama. Queríamos observar su confirmación como héroe frente a todas las luminarias dispuestas a aplaudirlo, a honrarlo, a mostrarle respeto. Imaginábamos la mirada de admiración de su esposa Vanessa, así como las de sus hijas Natalia, Bianka, Capri y de su inseparable Gianna, que amaba al baloncesto como su padre. Pero esa postal se rompió la mañana del domingo 26 de enero cuando el helicóptero donde Kobe viajaba con Gianna y otras siete personas chocó con las montañas de Calabasas, California. Ese día todo cambió: su familia, los Lakers, los fanáticos y el mundo entero espera dar el primer paso para seguir, aunque sabemos que todo será diferente.
La última vez que lo vimos en una cancha fue en febrero de 2016 en Milwaukee, cuando enfrentó a los Bucks a casa llena. Tenía 37 años y aún se movía con la gracia y la rapidez de un Ferrari, aunque estaba en su gira de despedida. Pero nada más conmovedor que ver a Kobe y Gianna sentados en primera fila del Staples Center para seguir a los Lakers. Sus rostros sonrientes quedarán en la memoria. Recordarlos tan conectados, con esa complicidad que desea todo padre tener con sus hijas (e hijos), fue lo que hizo que se escapara una lágrima cuando escribimos esta columna.
Williams Brito es periodista especializado en deportes. Graduado en la Universidad Central de Venezuela con experiencia en el diario El Nacional y Líder en deportes. Coordinador de la sección de Opinión de El Pitazo. @willibrito