Por David Rico | @DavidRicoC | Consultor político
El uso del deporte como instrumento de legitimación política no es un fenómeno nuevo. A lo largo de la historia, líderes autocráticos han buscado capitalizar los éxitos deportivos para consolidar su poder y mejorar su imagen pública. Ejemplos paradigmáticos se encuentran en Adolf Hitler con las Olimpíadas de Berlín en 1936 o Benito Mussolini con la celebración del Mundial de fútbol de Italia en 1938, quienes durante el periodo de entreguerras utilizaron estos eventos deportivos para promover sus agendas nacionalistas, usando el deporte como medio para demostrar la superioridad de su raza y la capacidad de sus regímenes. Más recientemente se puede observar la instrumentalización del deporte por dictadores comunistas, como en Cuba, Rusia o China.
En la Alemania nazi, los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín se convirtieron en una plataforma para que Hitler presentara una imagen de apertura y tolerancia al mundo. Aunque los atletas afroamericanos, como Jesse Owens, desafiaron la retórica de superioridad racial nazi al destacarse en sus disciplinas, la maquinaria propagandística del régimen intentó moldear la percepción internacional a través del evento deportivo más grande de la época.
El acto cultural de Romeo Santos
En Italia, Mussolini aprovechó la Copa del Mundo de la FIFA en 1938 para resaltar la supuesta grandeza de su régimen fascista. La selección italiana se consagró campeona, brindando al dictador una oportunidad perfecta para proyectar la imagen de una nación poderosa y unificada bajo su liderazgo.
En el contexto actual, la afirmación de Jorge Giménez, presidente de la Federación Venezolana de Fútbol, sobre el respaldo silencioso de Nicolás Maduro a la selección nacional, evoca la estrategia histórica de líderes autoritarios que buscan capitalizar el éxito deportivo para consolidar su posición política. Sin embargo, es crucial reconocer que el mérito en el deporte no puede reducirse a una figura política.
El caso de las dictaduras comunistas, como la cubana o la norcoreana, también ilustra este fenómeno. En Cuba, Fidel Castro utilizó el béisbol, el deporte más popular en el país, como un medio para promover la unidad nacional y proyectar una imagen positiva en el ámbito internacional. Similarmente, en Corea del Norte, el líder Kim Jong-un ha buscado destacar los éxitos deportivos para desviar la atención de los problemas internos y reforzar la imagen del régimen.
Regresando a Venezuela, la afirmación de Giménez sobre el papel de Maduro en el éxito de la ‘Vinotinto’ parece despreciar y desconocer el trabajo de miles de profesionales del fútbol que, durante años, han contribuido al desarrollo del deporte en condiciones desfavorables. La inversión real en infraestructuras deportivas y programas de desarrollo, más que las asociaciones políticas, debería ser el motor de los logros deportivos.
Desarrollo y apoyos que nunca se han visto en la historia de Venezuela, más allá del cumplimiento en obras de torneos internacionales como los Juegos Panamericanos de 1983 o la Copa America de 2007, que dejaron estadios e infraestructura, el deporte en general y el fútbol en particular no cuenta ni ha contado con el respaldo real de los entes gubernamentales para desarrollar la disciplina en el deporte menor o amateur.
Mientras Venezuela sigue una senda esperanzadora de cara al próximo Mundial, que nos permite soñar con una posible clasificación se debe utilizar este hecho de manipulación política para alzar la voz en pro de promover el deporte sin importar las siglas políticas sino para generar políticas de estado que desarrollen el deporte en todas sus categorías y en todas sus disciplinas. Atribuir exclusivamente este éxito a un «padrino silencioso» político podría desvirtuar la realidad y menospreciar el verdadero motor detrás de los logros deportivos.
Que la pelota no se manche, utilizando la recordada frase de Diego Maradona, y que en Venezuela brillen los verdaderos héroes que son los jugadores de nuestra Vinotinto, su cuerpo técnico y los miles de entrenadores juveniles, infantiles así como escuelas y académias deportivas que a pulso logran desarrollar el deporte en nuestro maltrecho país.