Nos guste o no, el reggaeton es una expresión auténtica. Un producto de los barrios latinos históricamente marginados que se materializó en un ritmo seductor y se adueñó del mundo. Al igual que el hip hop, el reggaeton fue y es una opción distinta a la violencia de esos barrios (si no pregúntele a Daddy Yankee por el balazo en su pierna).
Por: Leonor Carolina Suárez
Tarek es intelectual por sobre todas las cosas. Su profesión y oficios se listan en este orden en su canal de YouTube: “abogado, escritor, poeta y Fiscal de Venezuela”. Tarek es creyente… de muchas cosas. Sigue los pensamientos de Buda y tiene un tatuaje que proclama a ‘Alá’ en el cuello. Tarek es un influencer… Llena su Instagram de selfies en el gimnasio y “frases inspiradoras”.
Entre tantas cosas, me pregunto ¿Por qué este sincrético personaje ha decidido dedicársela el género musical más escuchado en el mundo?
De todas las cosas contra la moral, las buenas costumbres o la vida misma en Venezuela, el Fiscal General de la República ha elegido el reggaeton como objetivo. ¿Por qué?
Podríamos asumir que es una razón generacional o de simples gustos. El reggaeton ciertamente no calza con el personaje intelectual que el actual Fiscal ha construido a fuerza con los años (a pesar de su foto con Anuel AA, artista pionero del trap en español, el género más explícito y violento del movimiento urbano); pero me inclino a pensar que su repulsión al ritmo de origen panameño y jamaiquino, nacido en las barriadas de Puerto Rico, revela mucho más.
No creo que el “El poeta de la revolución”, como lo apodó Hugo Chávez, se haya empeñado estos días en hacer una campaña en contra del popular ritmo callejero solo por sus letras o el baile que le acompaña. Resultaría contradictorio que la razón sea, como dijo, para proteger a los niños de las consecuencias nocivas del perreo. En ese caso tendría primero que ponerse de acuerdo con Nicolás Maduro para evitar el uso de esos ritmos en las campañas presidenciales musicalizadas por el Potro Álvarez.
Tendría también que abogar por unas cuantas cosas antes de ocuparse de la música que escuchan jovencitos o familias que no tienen para comer, o maestros en las escuelas y casas cada vez más vacías.
Según ha dicho el funcionario, no le gustan esas canciones porque buscan “la disolución de la familia”. (Me encantaría saber la canción a la cual se refiere el Fiscal de la nación en un país con una cifra creciente de feminicidios).
El reggaeton parece en cambio un capricho o un objetivo fácil para distraer la atención de una gestión fallida. Pero en la cacería moral contra el reggaeton, le puede salir el tiro por la culata.
Nos guste o no, el reggaeton es una expresión auténtica. Un producto de los barrios latinos históricamente marginados que se materializó en un ritmo seductor y se adueñó del mundo. Al igual que el hip hop, el reggaeton fue y es una opción distinta a la violencia de esos barrios (si no pregúntele a Daddy Yankee por el balazo en su pierna).
El reggaeton es también un reflejo del barrio. El perreo no es otra cosa que una entrega a los bajos instintos fraguados en lugares donde los políticos olvidaron a la gente. El reggaeton es, como ha dicho el periodista argentino Martín Caparros, un ejercicio de sinceridad. Uno que evidentemente tiene muy incómodo al ex Defensor del Pueblo.
LEONOR CAROLINA SUÁREZ / X: @LeonorSuarez / Instagram: leocarosuarez
Estratega de contenidos, escritora y guionista radicada en EE UU. Licenciada Cum Laude en Derecho de la UCAB y máster en Comunicaciones de University of Florida. Cuenta con más de diez años de experiencia en periodismo digital y producción audiovisual. Fun fact: participó en Miss Venezuela 2004.