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lunes, 7 octubre, 2024

Oppenheimer, el periodismo y cómo salir del pozo

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Por Edward Rodríguez

A raíz de la publicación del último libro de Andrés Oppenheimer que se titula Cómo salir del pozo, y a propósito de celebrarse en Venezuela el 27 de junio el Día Nacional del Periodista, conversé con él sobre ambos temas y se los resumo a continuación en mi acostumbrado artículo de opinión. 

Por un lado, profundizamos sobre su libro y todo lo que subyace en la temática de la felicidad, la alegría o satisfacción de vida, como resultado de una investigación de más de seis años que le permitió visitar distintos países y concluir cuáles son los más felices y en dónde sus habitantes sienten mayor estado de bienestar; y por el otro lado, hablamos sobre el rol del periodista e hicimos un repaso del acontecer político, sobre todo en América Latina y Estados Unidos. 

Oppenheimer nos había acostumbrado a leer libros en otros contextos como Cuentos Chinos, Basta de Historias y Crear o Morir, entre otros títulos; pero ahora cambia de rumbo y sustentado en la encuesta que la empresa Gallup realiza en más de 100 países desde hace 20 años sobre el ranking de la felicidad, el escritor y periodista argentino nos sorprende con su último trabajo literario: Cómo salir del pozo.

A sus 72 años y en plena actividad como conductor de Oppenheimer Presenta en CNN, escritor y articulista de The Miami Herald es hoy, sin ambages, una de las plumas más leídas de habla hispana, poseedor de varios galardones como el Premio Ortega y Gasset en 1993 que otorga el diario El País de España, el Pulitzer por «Irán Contras» en 1987 junto con un equipo del Miami Herald, y el Premio Rey de España de la agencia de noticias EFE, entre otros tantos reconocimientos que ha recibido en su extensa carrera. 

Cómo salir del pozo surge como idea del escritor al ver que cada vez hay más insatisfacción en el mundo y conflictos sociales como los hechos ocurridos en Chile, Perú y Colombia entre el 2018 y 2019, estallidos sociales, principalmente en Chile que venía teniendo un crecimiento económico en los últimos 30 años. Aquí la gran reflexión de Oppenheimer: el crecimiento económico es indispensable, pero los países tienen que hacer otras cosas adicionales para aumentar la felicidad de la gente.

–¿Qué es felicidad y qué es estado de bienestar?

–Es un conjunto de cosas que tienen que ver con ingresos que te permitan satisfacer tus necesidades básicas, una buena salud cubierta con un buen sistema de salud, una buena pareja, y un sentido de propósito, entre otras cosas. Lo que está claro es que los países más felices según los ranking de felicidad del World Happiness Report, como Finlandia, Dinamarca e Islandia tienen ingresos muy altos, democracia y poca corrupción. No es ninguna causalidad que salgan estos países en los primeros lugares y Venezuela entre los últimos.

–¿Dónde se imparten clases de felicidad?

–Me impresionó mucho lo que vi cuando asistí a las clases de felicidad en Nueva Delhi que se imparten en todas las escuelas públicas todos los días, una hora por día. Antes de ir pensaba que serían un relajo, como las clases de música cuando yo era chico, pero me quedé sorprendido: les enseñan a los niños a meditar, a lidiar con el fracaso, a trabajar en equipo, a ser solidarios; y lo hacen con técnicas muy eficaces y muy divertidas. Por ejemplo, les enseñan a lidiar con el fracaso relatando cuentos de gente famosa. La maestra les cuenta a los niños anécdotas de derrotas de Messi en partidos importantes, y después les dice a los niños: “Ahora, cuéntenme ustedes sus más recientes fracasos”. Así, los niños se familiarizan desde muy pequeños con la idea de que todos fracasamos de tanto en tanto, que nos caemos y nos levantamos.

–¿Dónde se es más feliz?

–Los latinoamericanos salimos primero en muchos ranking mal titulados de felicidad. Hay dos maneras de medir la felicidad. Si tú le preguntas a la gente cuán satisfecho estás con tu vida del 1 al 10, ahí ganan los países del norte de Europa, porque es una pregunta amplia que incluye muchas cosas como por ejemplo tus ingresos, tu sistema de salud, tu seguro de desempleo, etc. Otras encuestas, en cambio, preguntan a la gente ¿Cuántas veces sonreíste o tuviste momentos de alegría en las últimas 24 horas? Y en esos ranking salimos primero los latinoamericanos, porque miden la alegría. Pero casi todos los expertos coinciden en que los ranking más importantes son los primeros, los que miden la satisfacción de vida, porque la alegría es un fenómeno pasajero, mientras que la satisfacción de vida es algo más permanente.

–¿Te sientes feliz?

–Sí, me siento feliz. Muchas de las cosas que descubrí haciendo este libro es que la gente en el mundo es más feliz en los años de madurez que de jóvenes. Yo solía pensar lo contrario, pero las encuestas están mostrando que la gente es medianamente feliz de niño, pero más infeliz a medida que va creciendo, y especialmente infeliz entre los 30 y los 50, porque son los años en que tiene más presiones laborales y de criar hijos, y está bajo enormes presiones. La curva de la felicidad comienza a subir después de los 55 años. En mi caso es cierto, ya que no te sientes tan presionado por elementos externos.

–¿Qué enseñanza deja el libro?

–Al final del libro comparto 12 claves de la felicidad, que son las principales cosas que aprendí. Una de las claves que encontré en muchos países fue la importancia de una vida comunitaria intensa. En Latinoamérica tenemos una gran vida familiar, y muchos amigos, pero lamentablemente no tenemos una gran vida comunitaria fuera de nuestros círculos familiares y de amigos. En Dinamarca, por ejemplo hay tres veces más clubes de coleccionistas de estampillas que en México, que tiene una población muchísimo más grande. En los países nórdicos hay mucho más contacto con extraños de todas las clases sociales. Otras de la 12 recetas son las clases de felicidad en las escuelas públicas, como en India, y las mediciones de la felicidad como en Gran Bretaña, para mapear la felicidad, detectar bolsones de infelicidad y organizar actividades comunitarias en aquellos lugares donde hay más depresión y soledad.

Día del periodista en Venezuela: seguiremos informando

–¿Qué te inclinó a estudiar periodismo?

R. Cuando comencé a estudiar en Argentina no existía una facultad de periodismo, de manera que empecé estudiando abogacía. Yo empecé a ser periodista en secundaria, cuando hice la revista de la escuela. Desde los 13 años comencé a escribir. Era una excusa fascinante para conocer gente y meterme en lugares donde de otra manera nunca hubiera podido meterme. Siempre soñé con ser periodista, porque soy un tipo muy curioso. Me interesa todo y aprendo cosas nuevas todos los días. Y mis libros son eso, viajes exploratorios. 

P. ¿Qué consejo le das a las nuevas generaciones de periodistas?

–En Venezuela, no sé, hacer una crucecita todos los días en el almanaque, como los presos, para ver cuánto menos le falta a la dictadura de Maduro. Es muy difícil hacer periodismo en Venezuela, hay muchos periodistas muy valientes que están haciendo cosas maravillosas, pero es muy difícil hacer periodismo con tanta represión y tanta censura.

–Umberto Eco dijo que «Las redes sociales le dan opinión a una legión de imbéciles que antes sólo opinaban en el bar del pueblo sin dañar a nadie y hoy le dan cabida como si fueran Premio Nobel porque opinan de todo y tienen millones de seguidores, ¿Qué piensas sobre el rol de las redes sociales y el periodismo?

–Yo creo que las redes sociales se han convertido en gran medida en máquinas difusoras de noticias falsas, ahora alentadas por algoritmos diseñados para mantenernos enganchados en Twitter, Facebook o en cualquiera de ellas. Yo creo que hay que regular más las redes sociales y hacer mas responsables a sus dueños por las porquerías que transmiten. Yo siempre le digo a mis amigos: no me envíen ningún videito que no venga de un medio conocido y con buena reputación. Porque gran parte lo que recibimos por Facebook, Twitter o Instagram es basura, es fake news.

Lo que hacen los medios tradicionales es control de calidad, y desechar las noticias falsas. ¿Por qué tú compras pescado en un supermercado y no en la calle? Porque confías que el supermercado hizo un control de calidad. Lo mismo pasa con las noticias. Yo sólo consumo noticias de un medio reconocido porque sé que esos medios viven de su credibilidad y no te van a vender noticias falsas porque vas a dejar de verlos. Los demagogos en todo el mundo, desde Nicolás Maduro hasta Donald Trump, están alentando el desprecio a la prensa tradicional, que es el único contrapeso a sus ansias de poderes absolutos. Entonces, se han dedicado a desprestigiar a los medios para que nadie los critique. 

–Después de seis meses como Presidente de Argentina, ¿Cuál es el balance que hace de Javier Milei, un presidente que llegó al poder con un discurso disruptivo y advirtiendo que tomaría medidas muy duras para evitar caer en una hiperinflación?

–Es un hombre que está haciendo una reforma super audaz del Estado Argentino, que era inviable con nueve millones de trabajadores del sector privado pagando por 19 millones de empleados públicos y jubilados y subsidiados por el Estado. Está revolucionando la política argentina, y ha puesto patas para arriba a la tradición peronista populista de hace más de medio siglo. Sus principios económicos son buenos. Mi mayor preocupación son sus arrebatos contra la prensa crítica y sus amistades, porque tiene amigos políticos en la extrema derecha de muchos países que no son muy amigos de la democracia. Hasta ahora, él está apegado a la Constitución.

–¿Se puede decir que Milei es de extrema derecha?

–Yo soy muy escéptico con esas etiquetas de derecha o izquierda, porque estamos en un mundo en que China es un país supuestamente comunistas, pero es el paraíso de los empresarios capitalistas: tiene un capitalismo sin derecho a huelgas. Las etiquetas de izquierda o derecha son muy relativas. Para mí la disyuntiva del siglo XXI no está entre derecha o izquierda sino democracia o dictadura. ¿Acaso es de izquierda Maduro, y sus funcionarios multimillonarios en dólares?

–¿Cómo ves la elección en EEUU?

–Hay un serio peligro para la democracia si gana Trump, un hombre que admira a Putin, se abraza con el dictador de Corea del Norte sin mencionar el tema de derechos humanos, y que en su propio país desconoció su derrota en las elecciones del 2020, y defiende a los violentos que tomaron el Capitolio el 6 de enero de 2021. Muchos de mis amigos venezolanos lo idolatran porque habla duro contra la dictadura de Venezuela, cosa que está muy bien, pero yo creo que hay que defender la democracia en todos lados. No me parece prudente criticar la dictadura en Venezuela y aplaudir a un incipiente dictador en los Estados Unidos. Si algo aprendí de cubrir la política en Latinoamérica y en el mundo es que no hay tal cosa de dictadores buenos.

–¿Cómo ves el tema Venezuela?

–El proceso electoral ya sabemos que no fue justo, pero la oposición hizo bien en participar y hacer lo que está haciendo. Para seguir viva tiene que ocupar todo espacio político disponible. Admiro la valentía de los líderes opositores que están dando la lucha pacífica en las calles de Venezuela. A mí me cuesta creer que Maduro va aceptar una elección libre porque la pierde. Puede pasar cualquier cosa, como por ejemplo que sigan inhabilitando a candidatos, o que inventen un conflicto con Guyana para suspender la elección, o que hagan un fraude como el de 2018. Lo preocupante es que el mundo se olvide de Venezuela como se olvidó de Cuba.

Y con esta última pregunta sobre su opinión acerca de la situación de Venezuela, que era imposible dejársela de hacer, terminó la interesante y nutritiva conversación – entrevista con Andrés Oppenheimer quien nos dice “Cómo salir del Pozo” donde la creatividad, el pensamiento crítico y la innovación son la clave para hacerlo.

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