Por: Gloria Cuenca
Haber nacido en la Venezuela de 1940, durante el gobierno del general y gran demócrata Isaías Medina Angarita, fue una felicidad, sin dudas. Resultó una sorpresa para los venezolanos del momento, “un militar verdaderamente democrático”. Este infierno al que nos ha sometido el “socialismo del siglo XXI” hizo que me diera cuenta del maravilloso gobierno que condujo Medina Angarita en la década del 40. La cuestión que me ocupa, contradictorios lectores, refiere al tema de la educación, fundamental y prioritaria en estos tiempos. Con esa actitud descalificadora e hipercrítica que ha caracterizado a los venezolanos, durante los años de la democracia civil, muchas veces, instigado desde la izquierda radical, era costumbre hablar mal de la educación venezolana.
Al presidente Carlos Andrés Pérez se le ocurrió la maravillosa idea de crear el Plan Gran Mariscal de Ayacucho y enviar a miles de estudiantes, ya profesionales, a universidades en el exterior. De inmediato quedó muy claro la calidad de esos jóvenes, quienes estuvieron a la altura del reto que se les presentó. Solo después de eso tuvimos claro varios procesos: el primero que más del 90% de esos graduados lograron con éxito culminar sus estudios. En América Latina, especialmente, se dieron cuenta de la calidad de los profesionales venezolanos. Hubo fracasos. Lo que se supo: las fallas no fueron por falta de capacidad, ni poco nivel de conocimientos, sino que se trataba de jóvenes “con alto grado de sensibilidad” y les costó acostumbrarse a la soledad, al cambio del clima, a otras costumbres. Recuerdo el caso de un colega que regresó y terminó con su vida. No fue por falta de conocimientos, sino por cuestiones de orden sentimental.
Algunos tuvieron la ocurrencia de irse a la República Popular China: unos la pasaron bien y resultaron magníficos. Otros con crisis terribles de soledad. Seguramente habrá quien conozca algún fracaso; no fue la norma, sino la excepción. Nada de esto sirvió para que se superara la descalificación. (Es problema de orden psicológico).
Con la acción nefasta del gobierno ha surgido la diáspora. En países como España, Portugal e Italia, los médicos y odontólogos venezolanos han tenido una enorme acogida. Con dificultades -por los procesos en países receptores- en América Latina y en Estados Unidos han recibido una enorme cantidad de nuestros jóvenes; han crecido en la adversidad, han demostrado su valía y persistencia. Músicos, médicos, periodistas, psicólogos, odontólogos, arquitectos, diplomáticos, publicistas, economistas, sociólogos, politólogos, entre muchos otros, han eliminado esta antigua y errónea idea: “Los venezolanos son flojos e incultos”.
Ni hablar de los ingenieros petroleros: recibidos con brazos abiertos en todas partes. Un gran reto. Han superado con creces ese gran desafío. Todavía deberemos aprender a ser más humildes, reconocer nuestros méritos sin fanfarronería, no descalificar. Se aproxima el momento fundamental. Especialmente, las nuevas generaciones deberán enfrentar el regreso de mucha gente una vez que retorne la democracia. Ser capaces de aceptar las experiencias de los que vienen de afuera y las terribles vivencias de quienes aquí estamos, resulta importante. No olvidar jamás: “en la unión está la fuerza”. Es tarea pendiente.
GLORIA CUENCA | @editorialgloria
Escritora, periodista y profesora retirada de la Universidad Central de Venezuela