Por: Angeyeimar Gil
La muerte de Drayke Hardman conmocionó al mundo. Porque la muerte de niños, niñas y adolescentes siempre será incomprensible, mucho más cuando es a través del suicidio. En su historia particular, tal como indica su madre, había una lucha contra el bullying, una lucha que ella califica como individual y solitaria, en la que ella no tenía posibilidad de ayudarlo.
El bullying es una forma de violencia en la que una persona intimida a otra, de manera reiterada, planificada e intencionada. Puede suponer agresiones físicas y psicológicas generando daños profundos en la víctima. Estas afectaciones van desde disminución de la autoestima, aislamiento, timidez, ausentismo escolar, hasta depresión, ideación suicida o el suicidio. Todas estas consecuencias son muy graves en la vida de una persona, y en los NNA son aún peores, ya que se encuentran en proceso de formación como personas, pero también y más importante, aún están definiendo su propia personalidad e individualidad.
En las entrevistas que ofrecieron los familiares de Hardman luego del trágico suceso mencionaron que, al ser una situación que llevaba tiempo sucediendo y que incluyó violencia física, tanto la familia como la escuela ya conocían de la situación de acoso. Ya mamá y papá habían hecho algo, lo que podían y esa fue una acción de protección. Con ese llamado de atención, de que una situación de violencia se estaba produciendo, la familia entregó el testigo a la escuela, espacio en el que se produce la agresión. Una agresión que según indican las noticias, llevaba por lo menos un año sucediendo.
Correspondía a la escuela actuar para frenar la violencia. Esto suena fácil, pero llevarlo a la práctica es un tanto más difícil. Porque no siempre cuentan con las herramientas para atender estos conflictos. La principal acción es establecer sanciones y pareciera que, con ello, el victimario no volverá a agredir y la víctima no sentirá más las consecuencias que produce el bullying. Pero sabemos que no es así. La familia y la Escuela deben atender el problema de raíz, poder identificar qué genera la intención de dañar del victimario. Y cómo ayudar a la víctima a supera el daño.
Contra el bullying la mejor atención es la prevención
Cuando se trata de conflictos entre niños, niñas y adolescentes, la atención debe ir dirigida en dos vías. No puede ser una acción mecánica, mucho menos cuando la agresión se ha mantenido en el tiempo, lo que hace que los daños sean aún más profundos. De allí que la medida más idónea a estas situaciones es la prevención, el trabajo con los NNA para lograr procesos de convivencia escolar centrados en el respeto, la empatía y la solidaridad.
Lamentablemente, el sistema social que predomina en la sociedad y que se reproduce en las escuelas, tiene como principio la competencia y el individualismo. Este sistema promueve la lucha constante para demostrar ser más apto y alcanzar el «éxito», que está determinado por cualquier cosa, incluso la fuerza física, el poder social, el éxito académico o el éxito amoroso. Es ese tipo de éxito, cueste lo que cueste, del poder sobre el otro, del sometimiento al otro.
En esa sociedad, es en la que crecen los NNA y a ella deben adaptarse. Por esto, resulta tan complejo frenar el bullying. Por eso la prioridad debe dirigirse a prevenir y esto supone cambiar las reglas del juego social, supone entender que no somos iguales ni tenemos los mismos intereses o gustos, y que la diferencia nos caracteriza como humanos. Pero también debemos entender que, como humanos, tenemos los mismos derechos y que esa igualdad sí es válida, defendible y exigible.
En Venezuela, el bullying existe. En nuestras escuelas hay víctimas y victimarios y también cuesta atender estas situaciones de manera correcta e integral. Le llaman muchas veces «chalequeo». Ante una nueva situación de violencia, los docentes, con años de ejercicios, siempre se preguntan qué hacer y cómo hacerlo, aunque hayan atendido situaciones similares año tras año.
Los NNA que han migrado han sido víctimas de bullying en los países en los que ahora viven, como pudimos ver en un video viralizado en redes sociales en un autobús escolar. Las familias exigen respuestas coherentes para frenar esa violencia y las escuelas deben estar preguntándose qué hacer. En las redes sociales no es distinto. Hace un día una adolescente de 17 años denunció a personas adultas de enviarles mensajes ofensivos, agresivos, de críticas a su cuerpo y su personalidad.
El bullying no es un asunto exclusivo de los NNA. Esos NNA de hace unos años hoy son personas adultas que siguen actuando de la misma manera. Son personas heridas y no atendidas que encuentran en esas ofensas y agresiones un escape para su propio dolor. Por esto es tan necesario atender la salud mental. Por eso, para este país debe ser una prioridad la política pública de salud mental. Y también una política nacional de atención al bullying que dote a las escuelas, docentes y familias de herramientas para minimizar los riesgos. Saber identificar en nuestros hijos e hijas síntomas de ser víctimas o síntomas de ser victimarios y actuar con rapidez. El bullying no es un chiste, no es un juego, no es un chalequeo, es violencia.
ANGEYEIMAR GIL | @angeyeimar_gil
Docente de la Escuela de Trabajo Social de la UCV. Trabaja como investigadora en la Red por los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes (Redhnna)
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