Como era de esperarse, la atención de la pandemia por parte del régimen chavista, encabezado por Maduro y Diosdado, guarda objetivos múltiples. Salir airosos en su atención es el más importante, pero políticamente hablando. Además, mantener a la gente en su casa, les cae de perla, como respuesta a la rabia de los venezolanos con la suma de males que nos atacan más allá del coronavirus como la tragedia de la gasolina. Por lo que la dictadura presta mucha atención a este asunto. Mantenerse en el poder a toda costa, los hace hasta parecer eficientes, sacrificados y humanos. No es poca cosa lo que se juegan.
Así, el chavismo saca provecho de varias cosas. En un mercado libre protegido por el régimen, el negocio de la gasolina se ha disparado. Se ve natural pagar un dólar por litro. Hasta cuatro dólares ha pagado uno que otro. La Guardia Nacional Bolivariana luce como principal beneficiaria junto a las mafias que se configuran bajo el amparo chavista y de la oferta y la demanda.
También sacan ganancias en el trasiego de mercaderías sacadas de las cajas Clap. Pero eso, ya es una tradición.
Pero lo que más beneficia a la dictadura es que la pandemia en Venezuela, algunos se la atribuyen a una cosa divina, es que no nos ha afectado como en otros países.
Pesa, sin duda alguna, que el turismo es cosa absolutamente subalterna en Venezuela. La merma de este sector es lo que probablemente más ha ayudado a que la pandemia no se propague como en otros países. La afluencia a nuestra tierra es de las más bajas de América. Y son muy pocos quienes viajan al exterior como turistas. Muchos, cuando lo hacen, es para decir adiós por un largo tiempo. Distintos problemas han afectado el turismo. La crisis económica, política y social de más de un lustro, es suficiente motivo para que se haya reducido este sector. Además, la cuestión económica merma significativamente la visita con ánimos de negocios.
Es justo reconocer que el gobierno atendió el asunto de manera temprana y bajo orientación asiática y cubana, que de eso saben. Un sistema de salud y sanitario tan deteriorado auguraba la posibilidad de una propagación acelerada. Una población exangüe puede hacer que la cosa pase a mayores. Por lo que gente especializada no se explica la cosa. Cierto que es difícil creerle al gobierno. Su tradición y naturaleza, siendo una farsa sobre la que se erige la dictadura, ¿cómo creerle? Haciendo a un lado las cifras, que bien pueden ser manipuladas, lo cierto es que no se ve una crisis hospitalaria más aguda a la que ya es tradición. Ya eso se hubiese sabido. Muy poca gente del sector salud y de la sociedad es simpatizante de esta farsa. Ya hubiese muchísima información al respecto.
Pesa, además, la disciplina de los venezolanos atendiendo lo que es más importante para mermar la capacidad de propagación del virus como es el contacto. Dentro de esto debemos ubicar que ya existía de mucho antes una semiparálisis de la economía y la sociedad. La gente no tiene ni para el pasaje para llegar a su centro de trabajo. Además, ya tuvimos un colapso absoluto con la crisis eléctrica, que no se ha superado, sobre todo en el estado Zulia. De tal manera que de confinamiento sabemos los venezolanos. Agreguemos que la inseguridad nos ha confinado a partir de tempranas horas de la noche. Luego, no es de extrañar que nos hayamos quedado en casa, muchos viviendo la mengua. Recordando a García Márquez, precisamente en El amor en los tiempo del cólera, “En este moridero de pobres” en el que vivimos la mayoría de venezolanos, la cosa no es nueva y favorece el combate a la pandemia pero, a su vez hace que la estrechez sea más aguda y la rabia se desborde. Más de uno le ha pedido a los jerarcas chavistas que cambien de lugar. Que se vayan a su moridero y se acuartelen allí unos días, mientras él se desquita en la limitada vivienda de la contraparte. Que su nevera, conocida como polo sur: puro hielo y agua, sea intercambiada por algún jefe de la dictadura. Los bonos que brinda el gobierno a algunos, alcanzan para muy poco.
Así, este episodio, aun cuando no culmina, difícilmente le sirva a la dictadura para afianzarse.
Los tiempos pospandemia. La cuestión internacional y la perspectiva de Maduro
La pandemia y la crisis marcan el fin de una época y el inicio de otra. El neoliberalismo ya venía dando signos de agotamiento. Décadas de la entronización de esta política, que supone destrucción extrema de fuerzas productivas, debían derivar en una crisis como la que vivimos, agudizada por la pandemia que parece tener autonomía propia para producir más crisis. Sumemos que coincide esta circunstancia con el agotamiento de la hegemonía estadounidense. Más bien, el desplazamiento de la hegemonía yanqui, motiva la superación del neoliberalismo y la imposición de una política que sea para ellos fábrica de fabricantes.
A su vez, la crisis y la pandemia llevan a la economía mundial a una recesión que algunos la ubican sin precedentes. No es el fin del mundo, ni siquiera del capitalismo. Pero vamos a vivir experiencias sin precedentes en el orden económico y social. Sin embargo, el camino destructor de capitales encuentra en la pandemia un catalizador que puede acercar a la superación de la crisis. Y es que las guerras, por ejemplo, pueden sacar a un país de una tendencia recesiva. Incluso, pueden marcar crecimientos y desarrollos inusitados de algunas economías, afincadas en el freno de otras. Los llamados milagros de posguerra, Alemania y Japón, representan la prueba más palmaria. La aceleración del proceso destructivo de fuerzas productivas como resultado de la crisis ayudada por la pandemia, puede acortar el período entre la situación depresiva que se avecina y la recuperación. Pero en este lapso, breve o no, la situación será terrible. Desempleo y pobreza, parálisis del crédito, caída de los mercados, de los precios de las materias prima, entre otros aspectos, son las cuestiones que se avecinan.
Esta es la premisa a partir de la cual debemos labrar una perspectiva nacional y popular para Venezuela. Facilitan las cosas que las ideas que durante tres décadas han derruido la economía hasta el desastre, resultan de difícil propagación. Cada vez son menos quienes las defienden. Ya muchos comienzan a ver lo tonto que resulta competir con los grandes y, para colmo, en condiciones de desventaja.
El asunto del endeudamiento y el sobreendeudamiento también lucen una tontería en momentos en los cuales se hace evidente la naturaleza de este camino, que termina por sacar la savia de una economía y es poco lo que permite. La pandemia también deja abierta esta herida. El Fondo Monetario Internacional, habida cuenta de la catástrofe económica, ya habla de condonar a 25 países que van al default. Argentina lanza una salida unilateral por no estar en condiciones de cumplir con pagos onerosos en medio de la epidemia. Es alrededor de tres veces y medio del PIB mundial el monto de la deuda y parece que el desarrollo de los más débiles no llega por este camino.
Así, la circunstancia internacional arropa a Venezuela. Al aproximarnos a una nueva realidad pospandemia, se realizará una tendencia a cambios en la política mundial y en cada país, en mayor o menor medida. Eso debemos tomarlo en cuenta con la debida profundidad para impulsar una política eficaz.
Es indiscutible que la condición revanchista del imperialismo estadounidense, sumado a las torpezas de Trump, lo han aislado de mucha gente en su país y en el mundo entero. Pena ajena deben sufrir muchos de sus seguidores. Arrebatones de equipos médicos de otros países, así como la negativa a seguir aportando la cuota correspondiente para la Organización Mundial de la Salud, crean pocas simpatías por los gringos. Hay que sumar que EE. U.U encabeza con creces las cifras de contagiados y muertos por la pandemia, atribuida por muchos a las decisiones erráticas de Trump. Todo esto suma para la política venezolana, toda vez que desgasta simpatías en los venezolanos en la ofensiva gringa contra el régimen. Ya no luce eficaz una política que no despierta ni aficiones ni ha tenido aciertos tras reiterados anuncios de ofensivas finales.
Así, mientras Maduro se arrima a los “buenos”, buena parte de la oposición es esclava de los malos. De lo que se trata es de sacar provecho de las contradicciones interimperialistas, donde ni unos ni otros son buenos. Sacar provecho supone apuntalar la coincidencia en torno de la urgente salida del chavismo. No debemos evadir la responsabilidad de realizar una estrategia para alcanzar el objetivo, guiando el protagonismo y el descontento de la gente en una salida constitucional.
La destrucción tan grande que sufrió Venezuela, anuncia que los problemas serán más agudos. Podemos decir que las condiciones objetivas serán inmejorables para la lucha contra la dictadura. Ya lo han sido. Dos cosas deben ser resueltas por la oposición. De una parte una estrategia política con definiciones elementales. Precisar con claridad el objetivo estratégico, el camino a seguir y la forma de lucha principal en torno de la cual gira el resto, es un asunto fundamental. Además, existen condiciones objetivas, apuntaladas por los nuevos tiempos que obligan a presentar una salida política que entusiasme a la gente, mucha de la cual proviene de filas chavistas.
Si bien es cierto que la dictadura en ningún caso sacará provecho con esta pandemia, también es verdad que la oposición debe atender el asunto dentro de una perspectiva de cambio, superando los errores y deficiencias cometidas en este largo período.
Estos tiempos de coronavirus y cuarentena en los cuales estamos relativamente paralizados, los podemos aprovechar para el estudio de estas circunstancias. Las condiciones siguen allí. El pueblo venezolano, una y otra vez ha manifestado su disposición a la lucha. Su condición de protagonista demanda de una dirección política acertada y eficaz.
Carlos Hermoso es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. @HermosoCarlosD