El sábado 2 de mayo, a las 9:24 de la noche, me llega un audio y varios mensajes que de inmediato prenden mis alarmas: “Reportan fuerte despliegue de funcionarios mixtos en La Guaira”. “Alerta naranja. A partir de este momento todos los colectivos revolucionarios en alerta”. Un audio decía: “Buenas noches camaradas, atentos ante cualquier situación irregular contra nuestra patria y en contra de nuestra Constitución y contra el presidente Nicolás Maduro, activos camaradas”.
De inmediato trato de confirmar por otras fuentes la veracidad de la información que explotaba mis oídos. Llamo a contactos en La Guaira y a otros en Caracas y nadie sabe nada. Me pasan la foto de guardias nacionales en la salida de Maiquetía hacia Caracas y me aseguran que eso es normal, que es parte del confinamiento en Vargas. Al final todo queda como una falsa alarma.
Me acuesto con la certeza de que Venezuela es el reino del realismo mágico, donde los rumores superan la verdad. No obstante, a las 6:12 de la mañana me pasan un audio de Diosdado Cabello, donde anuncia a los militantes que: “ha sido neutralizado un nuevo intento de la derecha y el imperio americano al desarticular un movimiento de incursión a nuestro territorio, gracias a los trabajos de inteligencia que hemos venido realizando. Pero es necesario que nos activemos todos y todas, desde la costa de la Guajira hasta la costa del Delta verificando pescadores, campesinos a cualquier individuo que ustedes vean sospechosos deben notificarlo inmediatamente a las autoridades del partido. No es para alarmarse, pero es para estar alerta, le hemos dado un gran golpe, pero debemos seguir golpeándolos para que más nunca se le ocurra intentar algo contra nuestra patria”.
Entonces reflexiono y llego a la conclusión que las informaciones recibidas la noche anterior son las prueba inequívocas de que el gobierno infiltró la llamada Operación Gedeón. Los cuerpos de seguridad de La Guaira nada sabían. El despliegue se hizo desde Caracas y con la calma del león que espera a su presa para darle un solo zarpazo. Así esperaron a los valientes jóvenes venezolanos que, con el aura de los libertadores, fueron emboscados y atacados cobardemente.
Pero más patéticas fueron las declaraciones posteriores de Juan Guaidó, quien en un principio catalogó la acción como una “olla” para desviar la atención situaciones como la de Petare y la masacre de los presos. Igual presumió que todo fue un montaje fabricado o un hecho delictivo manipulado para continuar la persecución contra su gobierno interino. Entonces los propios responsables de la fallida operación, echaron por tierra sus versiones al asumir la autoría de los hechos, acusando de paso a Guaidó de traicionarlos al no cumplir un contrato firmado por él mismo donde se comprometió apoyar la operación financieramente.
Esto dejó a Guaidó entre la espada y la pared. Si negaba la operación, traicionaría a quienes profesan una salida armada. Si acepta que firmó quedaría muy mal con el mundo democrático que hasta ahora lo ha venido apoyando.
De Maduro no se podía esperar otra cosa. Infiltró la operación y la dejó venir. Ejecutó a los combatientes que venían en las embarcaciones y que ellos consideraban más peligrosos para su régimen. A los restantes como los dos norteamericanos los exhibe como trofeos, se muestra magnánimo y le respeta sus derechos humanos. Recrea la narrativa épica que los pescadores, el pueblo unido fue el factor principal de lo que llaman su gran victoria.
El gobierno al admitir que infiltró la operación manda un mensaje directo a militares y a los civiles que a lo interno contemplan la posibilidad de una salida armada: Los tenemos a todos vigilados. Den el paso.
Este nuevo fracaso confirma la división de la oposición. No hay línea de mando. Cada sector tiene su propia visión y su propio plan. Cada quien está pendiente de cuidar sus intereses individuales una vez que caiga Maduro.
Lo más triste de todo es que siguen utilizando el ímpetu, la nobleza y las ganas de luchar de nuestros jóvenes para llevarlos a inmolarse y a ofrendar sus vidas en operaciones destinadas al fracaso por sus improvisaciones y falta de estrategia. De ellas podemos mencionar: “La Salida”; “Calle sin retorno”; “Los Plantones”; “El sí porque sí” de la entrada de ayuda humanitaria; el pronunciamiento militar de Altamira. Todas estas acciones han dejado cientos de jóvenes asesinados por la dictadura de Maduro, familias destruidas para siempre.
La victoria del régimen de Maduro en el plano militar es pírrica. Sólo sirve para los discursos ideológicos. Sacar pecho presumiendo que derrotó a Estados Unidos en otra remembranza de Bahía Cochino, cuando no hubo enfrentamientos sino ejecuciones selectivas.
Para Guaidó es una derrota descomunal. Sus partidarios lo acusan de traicionar la operación militar al no prestarle ayuda financiera. Internacionalmente su imagen queda muy golpeada al aparecer su firma y luego negarla en un documento que explícitamente buscaba el asesinato de Maduro.
Marco Hernández es periodista y fundador de la ONG Periodistas por la Verdad. @hmarcovalor