Lula en la actualidad de Brasil

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Por: Alejandro Mendible

En estos días los medios de comunicación brasileños comentan insistentemente el reposicionamiento de Lula en el cuadro político nacional, en momentos cuando la lucha por el control político del continente se intensifica y se dice que el máximo líder popular del Partido de los Trabajadores  (PT)  desempeña un lugar importante en el nuevo ímpetu populista, durante la pugna por el control político suramericano en la tercera década del nuevo siglo. En la marcha de estos acontecimientos, también en Brasil los medios destacan los efectos del doloroso saldo de más de 500 mil muertos ocasionados por la pandemia y reseñan los adversos comentarios en relación con la inhabilidad del presidente ultraderechista Bolsonaro de enfrentar de manera apropiada el COVID-19. Esta situación le da pie a la izquierda y a otros sectores opositores al gobierno para orquestar una campaña nacional con el propósito de  erosionar  el modelo neoliberal  en el poder  y elevar  el proyecto social que representa Lula. 

La escalada actual de confrontación se inicia con la conformación de la  Comisión Especial del Congreso (CPI da covid), que investiga las  presuntas irregularidades y responsabilidades del gobierno y, más recientemente, por la decisión de la dirección de los partidos de izquierda de pasar a la acción con actos públicos tendiente a golpear  el “mito Bolsonaro”, en una campaña que pretende reeditar los grandes eventos nacionales de la recuperación de la democracia en los inicios de la década de 1980, cuando la sociedad civil brasileña llenó las calles de las principales ciudades del país bajo la consigna de  “elecciones directas ya” y logró la gesta de hacer retroceder a los militares a sus cuarteles para darle fin al ciclo del autoritarismo. Sin embargo, en la actualidad desde la perspectiva del encrespado panorama suramericano podríamos considerar que es un nuevo escenario montado por la onda populista izquierdista  con  el propósito de refundar la república por las vías del socialismo del siglo XXI.  

La consideración se fundamenta en la acción conjunta de Lula con Fidel para fundar el “Foro de Sao Paulo” en 1990, como una plataforma de vinculación entre  partidos de izquierda organizados nacionalmente con grupos guerrilleros ilegales como la Farc, el ELN de Colombia y otros países que  actuaban en el continente cuando a la caída del Muro de Berlín buscaban una salida de flotación de los ideales comunistas. Tres décadas después, en el 2021, vemos cómo se resquebraja la égida del liberalismo dominante en la marcha de mundo desde principios del siglo XIX cuando en América Latina se produce la independencia de los reinos de España y Portugal) y aparecen de los antiguos espacios coloniales nuevas entidades políticas independientes, que se insertan como dependientes del comercio  del sistema capitalista occidental. 

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El capitalismo en América evoluciona de manera asimétrica entre las relaciones de progreso de  Estados Unidos y de estancamiento en los países de la región hasta el pasado siglo, cuando el país del norte tuvo la plena  hegemonía del sistema. Nuestra región se encuentra en transición hacia una mayor autonomía, pero los partidarios del socialismo de siglo XXI adoptan una posición radical y esquemática cuando simplifican como un solo fenómeno el imperialismo norteamericano, el grado capitalista   latinoamericanos y el legado nacionalista que para superarlo presentan el caso cubano, un modelo de la Guerra Fría como una regla. Algunos regímenes de izquierda intentan imponer estos anacronismos con una deriva autoritaria aprovechando la puja multipolar cuya disputa se dirime  entre los intereses creados entre Washington, Pekín y Moscú. Mientras, se acentúa la desestabilización en las democracias liberales en Colombia, Chile, Perú y como vemos el objetivo mayor se orienta hacia el  Brasil, esperando que hacia donde se incline este país terminará haciendo Suramérica. 

La figura de Lula se convierte primordial en los objetivos del populismo cuando el personaje ha logrado de manera espectacular la recuperación de sus derechos políticos y crea una nueva coyuntura para las elecciones presidenciales del próximo año, para derrotar a Bolsonaro. Sin embargo, para alcanzar este objetivo, Lula y lo que representa el lulismo (el nombre que asume el socialismo del siglo XXI en Brasil)  tienen que redefinir su perfil de mito popular diferente al de 2002 cuando llegó a la presidencia, en concordancia con el aceleramiento de la dinámica de cambios a todos los nivele de nuestras vidas que va impulsando el nuevo siglo. Cuando el lulismo llegó al poder por primera vez tomó el gobierno, pero no logró cambiar el Estado que continúa manteniendo su función histórica de controlar la  unidad  del inmenso espacio territorial igual a la mitad del continente, con una posición ventajosa sobre sus vecinos hispánicos. Además, el Estado recibió como herencia el desarrollo industrial más significativo de América Latina. Así, en esa oportunidad el lulismo (en representación del Foro de Sao Paulo) pudo convertirse en el marco de referencia del nuevo proyecto político de convergencia regional, intentando una nueva proyección geopolítica del continente aprovechando la coyuntura internacional.

Lula zanjó las diferencias históricas con Argentina y estableció una alianza con el proyecto de Néstor Kirchner e igualmente lo hizo con Hugo Chávez, cuyo modelo el Alba representa una posición más radical, ya que asumió la posición fidelista en el Caribe, pero Brasil actúa como el moderador del continente buscando superar las asimetrías existentes mediante la armonización económica estratégica del continente. Con este objetivo se crea Unasur, la primera plataforma suramericana de desarrollo socioeconómico esperando convertirse en el nuevo paradigma latinoamericano y el lulismo intenta la creación de un estado de bienestar que saca de la pobreza a millones de brasileños. El país convertido en miembro de Brics se ufana de ser una potencia emergente, apoyada por una coyuntura favorable determinada por el aumento de los precios de las materias primas, la llegada del capital chino y la tolerancia de los centros de poder internacional cuestión que se prolonga hasta 2016. En esa oportunidad, bajo la excusa de la corrupción administrativa, el lulismo fue sacado del poder y arrinconado políticamente. Hoy la situación pendular cambia en Brasil creando una nueva perspectiva del resurgimiento del  mito Lula. Pero ante un nuevo reto representado por la reformulación de un  acuerdo de consenso nacional surge una primera inquietud en relación a cómo conseguir la inclusión de las aspiraciones democráticas de la poderosa burguesía industrial y de las diferentes capas medias que evidentemente tienen una aspiración bastante diferente del modelo representado por la sociedad comunista de  cubana. 

El otro asunto es el relacionado con la relación de los dos contendientes con el Estado, en el primer caso Lula podría contar con la nación, pero choca contra el Estado conservador, mientras Bolsonaro cuenta con el Estado, pero choca contra los sentimientos democráticos nacionales. En fin, en Brasil a diferencia del resto de países americanos aparece primero el Estado antes de la nación, en un pacto de aceptación biunívoca entre el rey que se encontraba en Río de Janeiro y los hacendados esclavistas en las diferentes regiones con la finalidad de preservar el inmenso territorio. Desde 1822 cuando aparece el Estado imperial con Pedro I el Estado se ha mantenido como el centro de conciliación nacional y en el 2022 cuando el país arriba a su bicentenario los brasileños difrimirán su futuro entre dos mitos el neoliberal de Bolsonaro y el socialista de Lula.


ALEJANDRO MENDIBLE |

Historiador, profesor de la Universidad Central de Venezuela.

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