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jueves, 28 marzo, 2024

Lecciones y aprendizajes

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¿Quién lo diría? Llegar a esta edad y transcurrir la vida enclaustrada, (¿o, a salvo?) asustada por un virus de nombre coronavirus (¿lo refuerza el nombre?), con sospecha de que los camaradas chinos ocultaron bastante información con alevosía. Hace unos cuantos años, en uno de los seminarios y talleres terapéuticos a los que asistí se estableció, después de cada sesión, para comprobar nuestro crecimiento, que se debían responder tres preguntas: ¿Qué aprendí? ¿De qué soy consciente ahora? ¿Qué siento con el nuevo conocimiento que tengo sobre mí misma? En aquellas circunstancias, era gratificante el darse cuenta: tres horas más o menos, la duración de cada sesión, no se habían perdido. Había crecimiento y aprendizaje. Docente durante más de 50 años, comprendí lo fundamental de la toma de consciencia que nos lleva a saber en cual situación o circunstancia estamos cuando se imparte conocimiento. Cuánto han aprendido y comprendido nuestros estudiantes sobre lo que se había explicado e impartido. De allí la necesidad de evaluación y feed back. Necesitamos recursos sólidos, profundos para sobrevivir a esto, impuesto por la humanidad. Sacar elementos que hagan más fácil y grata la cotidianidad: el uso de los aparatos electrónicos, lectura, escribir, tejer, coser y bordar (quienes lo saben hacer), la jardinería, juegos de mesa y ejercitarse, entre otras actividades. Importante rescatar el sentimiento, a veces la rutina fastidia. La rutina es ir “por la misma ruta”. Sólo se aburren quienes no son capaces de ver los cambios que hay en esa rutina.  Mención aparte, refiere la espiritualidad, nuestra Fe en Dios. Nuestra comprensión y aceptación de la vida y la muerte, adquieren una dimensión mayor en estos momentos. Concentrarse en la oración y la meditación, aporta paz a nuestro espíritu.

Siguiendo las preguntas que me debo hacer, lo aprendido es mucho. En primer lugar, estar conmigo misma, a solas, no es malo: porque en realidad, nunca estoy sola, Dios, la Virgen y mis Santos me acompañan todo el tiempo. Descubrí, y forma parte del aprendizaje, que hay más gente buena, solidaria y amable, en el país y el planeta, que lo supuesto. Más de lo que se percibía a diario. Existen otros aprendizajes; quiero contestar las otras preguntas. Soy consciente, como nunca, de que “todos somos uno”. ¿Se necesitaba la pandemia para que nos diéramos cuenta cabalmente de que es así? Francamente, no lo sé. Pareciera que se requería de este impacto mayor que obliga a confinarnos en nuestros hogares. También hice consciencia de la trascendencia que tiene mi casa, donde entre fotografías, recuerdos, libros, la computadora, el celular, discos y demás cosas, hace que mi conocimiento no se pierda. Con dificultades, logro comunicarme sin señales de humo, ¡a Dios gracias! La comprensión de todo lo narrado -aprendizaje-concientización-conocimientos- hace que me sienta bien con aprendizajes y posibilidades. ¡Ah, el ego! Superar sus trampas, es difícil, más no imposible. ¡Dios nos proteja!

Gloria Cuenca es escritora, periodista y profesora retirada de la Universidad Central de Venezuela

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