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lunes, 7 octubre, 2024

Latinoamérica: entre la espada liberal y la pared populista. Parte I | En la tierra del fuego la crisis se llama paquete neoliberal

Chile en llamas, el peronismo populista de vuelta al poder en Argentina, protestas en Ecuador y la renuncia de Evo Morales a la Presidencia de Bolivia son índices de una crisis que se gestó en Latinoamérica en los años ochenta del siglo XX debido a la deuda que se ideó en Estados Unidos para esta región mediante el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Pagar los intereses con altas tasas significó importantes restricciones para cada una de las naciones, debido a lo cual los años ochenta se conocen como la década perdida de Latinoamérica

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Los hechos violentos que en las últimas semanas se han desatado en muchos países latinoamericanos nos recuerdan una vez más que la región es un permanente “territorio en llamas” o, tal como llamó Antonio Guzmán Blanco a Venezuela, “un cuero seco”, porque “lo pisan por un lado y se levanta por otro”.

La violencia en Ecuador; el descontento que durante tres semanas manifestó la población boliviana por lo que consideró un fraude en las elecciones presidenciales, malestar que desembocó en la renuncia de Evo Morales el 10 de noviembre; y el caos desenfrenado en Chile, convertido en locura colectiva, son suficientes para entender que la región ha oscilado en los tiempos contemporáneos entre la espada y la pared, más concretamente, entre una espada liberal y una pared populista.

Protestas en Chile | Foto: EFE

Si al anterior conjunto de sucesos le agregamos los resultados de las elecciones de Argentina del 27 de octubre de este año, podremos concluir en que liberalismo y populismo no les han dado a los latinoamericanos las posibilidades de llevar una vida verdaderamente digna, si bien los representantes de cada una de las partes de este conjunto binario considera que su respectivo modelo político-económico es la “verdadera” respuesta a la crisis reiterada.

Si los conflictos intentan resolverse apelando aisladamente a cualquiera de estos dos modelos seguiremos viviendo empantanados en la que se considera una de las mayores crisis latinoamericanas.

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Cómo Latinoamérica fue marcada con el sello “made in USA”

De ser una región con fuertes conexiones económico-culturales con Europa, Latinoamérica pasó a ser de manera definitiva, al finalizar la Segunda Guerra Mundial y concretado el reparto del mundo entre la Unión Soviética y Estados Unidos, el llamado “patio trasero” de este último país.

Esto significa que buena parte de la vida y la política en nuestra región a partir de la década de los cuarenta del siglo XX, lleva el sello “made in USA”. Una de esas marcas se vivió cuando los Estados Unidos impusieron programas económicos de signo liberal, que en la práctica no significaron desarrollo para los países latinoamericanos, sino todo lo contrario, porque esas políticas económicas beneficiaban permanentemente al gran país del norte y a las élites de poder de cada uno de los países latinoamericanos.

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Antes de los años ochenta, los Estados Unidos idearon algunas estrategias para “vender” las bondades de la política económica liberal. Parte de esas estrategias consistió en apoyar golpes de Estado e incluso promover dictaduras en la región que adoptaran la doctrina liberal económica en sus respectivos países. Algunos de estos regímenes represivos fueron los del llamado Cono Sur: Augusto Pinochet (Chile, 1973), Jorge Videla (Argentina, 1976), Juan María Bordaberry (Uruguay, 1973) y Alfredo Stroessner (Paraguay, 1954).

A partir de los años ochenta se ordenó y se le dio forma a todo un plan de endeudamiento de ingrata recordación como fue el programa de ajuste estructural, que devino en la llamada “crisis de la deuda” (1982-1990), que limitó las posibilidades económicas y sociales de la región hasta el punto de que esos años de retrocesos se conocen como la década perdida de Latinoamérica.

A ese programa de ajuste le sucedió otro en 1990 con el nombre de Consenso de Washington, que en Latinoamérica se le llamó “paquete neoliberal”, sustentado en el neoliberalismo, doctrina económica heredera del liberalismo, ideología prevaleciente en Europa y Norteamérica durante los siglos XVIII y XIX.  

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En la práctica ambos planes consistían en un recetario que buscaba las máximas restricciones para los países y sus respectivas poblaciones con la finalidad de garantizar que las naciones latinoamericanas pagaran la deuda y sus altas tasas de interés.

Las consecuencias no se hicieron esperar: debido a las penurias que vivía la mayor parte de la población de los países, en varios de estos se produjeron rebeliones populares, saqueos, protestas callejeras, marchas y cacerolazos para oponerse a la política económica que aplicaban sus propios gobiernos, lo que era parte del programa de endeudamiento. Entre los países cuyas poblaciones salieron a la calle para manifestar su descontento estuvieron: República Dominicana (1984), Panamá (1984), Bolivia (1985), Venezuela (1989) y Argentina (2001).

El Caracazo (1989) | Foto: cortesía

¿Por qué un plan de endeudamiento para la región?

El neoliberalismo logró imponerse como pensamiento dominante y determinar buena parte de la economía mundial debido a dos hechos fundamentales: los gastos militares realizados por Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam (1959-1975), que sumieron a esa nación en un déficit fiscal de grandes dimensiones, que originó, a su vez, una desaceleración del crecimiento económico en los países capitalistas centrales; y, como segundo hecho, la coincidencia en el poder de Ronald Reagan (presidente de Estados Unidos entre 1981-1989), Margaret Thatcher (primera ministra de Inglaterra entre 1979-1990) y Helmut Kohl (canciller de Alemania en el período 1982-1998), tres mandatarios de países centrales que asumieron el neoliberalismo como la doctrina mediante la cual podría confrontarse la crisis.

En la década de los ochenta fue proverbial la atracción que desde los años sesenta sentía la Thatcher, la llamada Dama de hierro, por el liberalismo y la admiración que profesaba por Friedrich von Hayek, autor de El camino de servidumbre, libro que se convirtió en el norte de los liberales desde los años cuarenta y en el que el autor defiende la importancia de la libertad individual y el capitalismo, que confronta con las ideas colectivistas de izquierda o derecha.

Margaret Thatcher (primera ministra de Inglaterra entre 1979-1990) | Foto: cortesía

Las medidas liberales que adoptó la Dama de hierro para Inglaterra la hicieron impopular. El conjunto de disposiciones incluyeron empequeñecer el papel del Estado (minimizar sus intervenciones), limitaciones para el poder de los sindicatos, privatizaciones de empresas públicas, de los medios de ayuda social y de la educación.

Pero el punto de no retorno, la granada que le estalló en las manos a la Thatcher, fue la imposición del poll tax, un impuesto con un monto igual para todos, independientemente de los ingresos que tuvieran. El descontento se hizo sentir en todo el país con llamados a no pagar el impuesto y se manifestó severamente en Londres, donde se generaron graves disturbios que incluyeron cierres de vías e incendios en algunos puntos. Hasta aquí llegó el hierro de la Dama, quien fue obligada a renunciar por falta de apoyo de su propio partido. Su despedida la oficializó el jueves 22 de noviembre de 1990, a las 9:30 am.

En esencia, la misma receta de la Thatcher fue la que se impuso en Latinoamérica. La economía mundial necesitaba dinero para hacerle frente a la crisis internacional, originada a su vez por la de Estados Unidos, y esta situación fue decisiva para estructurar un endeudamiento sistemático y disciplinario de los países del Tercer Mundo.

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De esta geografía se obtendría el dinero, y fue así como el endeudamiento se planificó básicamente mediante los organismos multilaterales Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que tuvieron a su cargo “ordenar” la economía de los países prestatarios con la finalidad de garantizar el pago de intereses con altas tasas.

El paquete neoliberal para Latinoamérica incluía reducir al mínimo el gasto social (medida necesaria para que cada nación ahorrara y pudiera cancelar los intereses), justamente el que hace posible el Estado de Bienestar (alimentación, vivienda, salud, educación, cultura, entre otros), reducción del Estado mediante la venta de sus bienes y, por consiguiente, la privatización de empresas y servicios, y el aumento de los precios de la gasolina.

En ese recetario basado en la doctrina liberal económica está el origen de la crisis desatada en los años ochenta, la explicación de por qué Chile es hoy un hervidero y la causa, en parte, de que Argentina esté de nuevo en manos del peronismo populista, con Cristina de Kirchner incluida.

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