Aun cuando parezca insólito pensarlo, la violencia infantil se ejerce en la mayoría de los casos desde los lugares propios de los niños, es decir, en su hogar o en la escuela y por sus seres más cercanos: cuidadores, amigos, allegados o entorno familiar. Ámbitos que tienen por naturaleza el objetivo de brindarles protección, abrigo y afecto.
Por: Karina Monsalve
Es alarmante ver el número de casos de violencia contra menores que se han denunciado en los últimos días en nuestro país.
En menos de una semana se han hecho público al menos 4 casos de abuso infantil y en el último mes han sido detenidas 14 personas por este delito, de acuerdo con los datos proporcionados por el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc).
Aun cuando parezca insólito pensarlo, la violencia infantil se ejerce en la mayoría de los casos desde los lugares propios de los niños, es decir, en su hogar o en la escuela y por sus seres más cercanos: cuidadores, amigos allegados o entorno familiar; ámbitos que tienen por naturaleza el objetivo de brindarles protección, abrigo y afecto.
Es realmente abrumador imaginar las escenas de niños abusados sexualmente por abuelos, padrastros, hermanastros, profesores, entre otros. En este escenario, la violencia infantil es un asunto cotidiano, donde se presentan varias modalidades que van desde la violencia física, la negligencia, la violencia psicológica, el abuso sexual, la explotación laboral, entre otras tantas.
De allí que haya surgido la imperante campaña: “Los niños y las niñas, no se tocan”, con el fin de llamar la atención de los entes involucrados para llevar a cabo acciones contra los casos de abuso infantil.
Y es que este fenómeno expone ante todos nosotros la descomposición moral y sociocultural de nuestra sociedad. Algunos lo verán como una consecuencia cíclica de la falta de educación y carencias de sus progenitores; otros, podrán adjudicar a los victimarios la etiqueta de “enfermos mentales”.
Sin embargo, en lo particular considero que este fenómeno es el producto de la conjugación de una serie de factores sociales, económicos, culturales, familiares, personales y jurídicos que confluyen en este tiempo para dar paso a estas aberrantes acciones, sobre todo por dos razones: primero por un silencio cómplice del círculo más cercano al niño y, segundo, porque pareciera que no hay acciones punitivas inmediatas que frenen estos actos.
La violencia hacia los niños y adolescentes deriva en graves consecuencias físicas y psicológicas. Además de sufrir la consecuencia dolorosa inmediata, interiorizan una experiencia negativa (traumática) mediante la cual aprenden el mecanismo de la conducta violenta, lo que puede crear el ciclo de conductas desadaptativas y patológicas instauradas en el tiempo sino se trata de manera inmediata.
Los niños son los seres más vulnerables. Su corta edad trae consigo falta de autonomía y dependencia emocional, económica y social por lo que les es muy complejo enfrentar la situación de maltrato por parte de un adulto.
En muchos casos no pueden ni verbalizar o denunciar los hechos por lo traumático que son, en otros, por el miedo y el terror de la amenaza y en los casos de los más pequeños porque no puedan discriminar el afecto sano de uno patológico.
Ahora bien, qué podemos hacer nosotros como sociedad ante este flagelo. ¿Cómo podemos nosotros prevenir estas acciones? ¿Cómo podemos ayudar a las víctimas? ¿Cuál es rol de la sociedad actual ante estos hechos?
- La prevención es el factor principal que debemos trabajar como sociedad. La educación y orientación que reciban nuestros niños, niñas y adolescentes en sus colegios y en su hogar sobre el tema podrá evitar muchos casos y les dará a ellos las herramientas necesarias por evitar una persona de riesgo.
- Saber escuchar a nuestros niños, prestarles atención, privacidad y escucharlos sin juzgarlos, es nuestro deber como padres. Indagar sobre su día, sus interrelaciones, sus actividades dentro y fuera del colegio.
- Para poder detectar si un niño es víctima, es necesario observar y prestar atención a signos de alarma como, por ejemplo: problemas para dormir, conducta retraída, excesiva ansiedad, irritabilidad, nerviosismo, síntomas depresivos, rechazo a quedarse solo con la persona en cuestión, síntomas regresivos, entre otros.
- En caso de haberlo detectado, es imperativo la atención médica inmediata.
- Denunciar los hechos es parte de nuestra responsabilidad, poner en conocimiento al organismo local de protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Además de la obligación legal de realizar la denuncia judicial.
KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve
Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.
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