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sábado, 14 diciembre, 2024

La valentía de Valentina

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Comunicación en gotas

Por: María Eugenia Fuenmayor

«Lo contrario a la valentía en nuestra sociedad no es la cobardía, es la conformidad».

Rollo May, pionero de la psicología y psicoterapia existencial en Estados Unidos de América.

Su nombre proviene del latín, concretamente del término «valens», que significa fuerte, valiente, atributos estos imprescindibles, independientemente de cómo nos hayan bautizado, para poder hacer visible ante todos, como ella lo hace, aquello que nos impide llevar una vida digna, una existencia normal; aquello que en países democráticos llaman vivir en libertad.

Por increíble que aún parezca para aquellos que viven en naciones libres de autoritarismo (lista de la cual lamentablemente se estarían retirando Chile y, más recientemente, Colombia), en mi país los riesgos que comporta decir lo que se piensa, los apuros que puede causar la denuncia, son enormes; tanto así como lo son los ingentes esfuerzos económicos y horas/hombre (y digamos también de horas/mujer, para congraciarnos con aquellas que no aceptan provenir del género Homo), tiempo y dinero que se destinan para intervenir las conversaciones de millones de usuarios, procesar su contenidos con tecnología de punta en múltiples salas situacionales, y detectar a aquellos que circulan verdades (las que retratan la realidad) por los medios «pinchables» que por cierto, son la mayoría… dígalo ahí, Telefónica…

Así, gracias a estas prácticas, no son pocos los que han sido aislados de la sociedad (presuntuoso eufemismo para denominar a los presos) por simplemente decir lo que piensan y sienten. Este embozamiento forzado hace que nuestras expresiones, muchas veces, no tengan la fuerza y el volumen que corresponden al padecimiento personal o al calvario social  que la inmensa mayoría de los venezolanos vive. No tenemos lo esencial. Carecemos de lo que por derecho nos corresponde y que por deber recae sobre el poder: respetar, defender e, incluso, promover la libertad de tránsito, de pensamiento, de elegir, de vivir en sana paz y de educarse para acceder a empleos estables en una economía sostenible en donde existan servicios públicos óptimos y rentables para sus proveedores, públicos o privados. Lo cierto es que nada o muy poco de eso hay.

De allí, justamente, la agitación que la reciente aparición en redes de @valendeviaje ha provocado por no hacer otra cosa que describir la realidad de nuestras carreteras y su mayor peligro, por encima de huecos, oscuridad, fallas de borde, falta de señalización: la alcabala matraquera que te quita tiempo, carga, bienes de todo tipo, además de serenidad y de fe en la civilidad que podríamos ser.  

El «algo pa’l fresco» ha evolucionado a escalas tales que ya tiene una incidencia significativa en la estructura de costos, doméstica o empresarial, y en la calidad de vida de todo un país. Con las excepciones que siempre hay, y ojalá más numerosas de lo que la cotidianidad nos indica, el uniforme que identifica a la autoridad se ha convertido en símbolo de recelo y suspicacia, en sustitución de la seguridad y el respeto que antes nos inspiraba.

Exigir lo normal, lo obvio, que es que nuestras carreteras sean también rutas de libertad, vías para el desarrollo económico, caminos para el disfrute, eso es lo que ha hecho Valentina Quintero en correspondencia con su espíritu tarbesiano, con su sentido de la ciudadanía, con la raíz latina de su nombre y con la legitimidad que le da el conocer y amar cada quebrada, cada río, cada chorro, cada salto, cada montaña, cada campo, cada costa y cada pueblo de mi país.

Celebro que la denuncia de Valentina no haya caído en oídos sordos. Lamento, sin embargo, ese empeño contumaz del poder de responder negando lo innegable o inventando «soluciones» (como la de pedirle al agraviado que recabe nombres de los funcionarios autores de abusos y videos del agravio) que no son otra cosa que predecibles y demostrados fracasos.

Pero, en medio de tantas carencias, Valentina nos reconforta al  revelarnos a cara abierta que nuestras reservas de arrojo y de determinación para que el país «se cunda»  de urbanidad, de decencia y de prosperidad, están todavía muy altas.

 «La verdad es incontrovertible. La malicia puede atacarla, la ignorancia puede burlarse de ella, pero al final, la verdad está allí».

Winston Churchill.

MARÍA EUGENIA FUENMAYOR | @mefcal

Experta en mercadeo, comunicaciones y reputación. Directora ejecutiva de Interalianza Consultores.

El Pitazo no se hace responsable ni suscribe las opiniones expresadas en este artículo.


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