La unidad, otra vez

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Por: Gloria Cuenca

He escrito, hablado, debatido sobre el tema de la unidad de los opositores al régimen en diferentes momentos y circunstancias. Ante la posibilidad de asistir a primarias para elegir al candidato que represente anhelos, necesidades y convicciones, además de la trascendental oportunidad de salir de este suicidio colectivo en el que estamos, retomo el asunto de la importancia de la unidad para enfrentar al gobierno tiránico y hambreador.

La desunión la origina el maligno. Desde que el mundo es mundo, ha dividido. Primero, separándonos de Dios, nuestro señor. Posteriormente, con insistencia, entre unos/as y otros/as. A lo largo de nuestra historia ha sido una constante, llegando a los extremos de “obligar” al Libertador a hacer el terrible Decreto a Muerte, que tanto se critica, pero no se analiza en profundidad el porqué del mismo.

La nefasta conducta divisionista no permite ver las bondades de la unión. Se desconoce, y por ende se olvida, lo que puede lograrse cuando existe unión: en el siglo XX, el 23 de enero de 1958 y la reconocida Junta Patriótica. Entonces, para asegurar la unión y el objetivo común que era gobernar con democracia, se firma el Pacto de Punto Fijo. El mismo que se volvió obsesión fatal para los revolucionarios y seguidores del “proyecto revolucionario” de Chávez. En todo discurso, había un ataque contra el Pacto de Punto Fijo. Una agresión permanente en contra, cuando fue justamente ese acuerdo el que permitió la construcción de una democracia representativa y formal, por primera vez en Venezuela.  

Trabajar y progresar en democracia es siempre mejor, requiere de los participantes en el proceso de su crecimiento personal y emocional, lo que beneficia: conduce a democracia y tolerancia. Un marxista-leninista-maoísta se dedicó a denigrarlo: “el puntofijismo.” Los comunistas no integraron el Pacto de Punto Fijo. No lo objetaron en un principio, estaba claro: los comunistas no querían democracia alguna, sino la dictadura del proletariado, después de la revolución. Fidel Castro volvió loca a la izquierda latinoamericana con su carisma y mentiras; empezó la lucha por la vía violenta del poder, específicamente, aquí en Venezuela.

En el siglo actual, año 2015, se logró la unidad de todos y se obtuvo mayoría completa en la Asamblea Nacional. No me vengan con el cuento de que eso no fue trascendental. No conocíamos la terca actitud totalitaria y dictatorial del régimen y sus cómplices. Comunistas, al fin y al cabo, torcieron las enormes posibilidades que allí se dieron sin importarles los deseos del pueblo. En este 2022, en enero, en Barinas se logró después de importantes luchas y desafíos, la victoria por la vía unitaria. Es el gran reto que muchos no entienden.  

No tengo la menor duda: quienes se inscriben para participar en las primarias —un gentío— se sienten con todas las posibilidades de hacerlo bien. Por favor, no olvidar: “Deseos no empreñan” (perdonen, por favor, el coloquialismo, no encontré forma más clara de decirlo). Esto pretende ser un recordatorio para ese montón de gente que se siente en posesión de la verdad, el conocimiento y las posibilidades de ser presidente. No se argumente, frente a la ignorancia específica y manifiesta de quien por tantos años ha desempeñado el rol del presidente, cualquiera puede hacerlo mejor. Se trata de enfrentar un desastre de proporciones inimaginables, no cualquiera está facultado para reconstruir al país.

La unidad es necesaria en todos los aspectos, no solo en lo político. Es fundamental. Destruir es bastante más fácil que construir. Se trata de reconstruir al país y para ello se necesita el concurso de los mejores y de todos los que están dispuestos a contribuir. Resentidos y vengadores, por favor abstenerse de acercarse a la participación de la reconstrucción del país.

Existe la obligación ética de demostrar que quienes emprenden la tarea de reconstruir al país son mejores y una verdadera alternativa. Es imprescindible destruir todas las mentiras, rumores y falacias que se inventan en contra de la dirigencia opositora.

Debemos apostar por una salida democrática, pacífica y electoral, no hay de otra. Lo demás son sueños de gente que no está asentada en la realidad y que no se ha dado cuenta de que la historia, a pesar de los pesares, avanza. Que el mundo, ya no es lo que era.

Es una especie de gran reto para todos los que aquí estamos comprometidos hacer un pequeño examen de conciencia: ¿Qué quiero y para qué lo quiero? ¿Con qué cuento? ¿Tengo posibilidades reales de alcanzar algo? ¿Estoy consciente de las enormes dificultades que deberá enfrentar este país, con dos décadas y un lustro de atraso, destrucción, abandono y enseñanzas equivocadas? Dios cuide y proteja a quienes se sientan con esas capacidades y dé a los ciudadanos la posibilidad de elegir y ayudar en la grandiosa tarea de reconstruir al país al lado de los mejores. Votar con la razón: el hígado y el corazón dejarlos de lado. ¡Confiemos en Dios!

GLORIA CUENCA | @editorialgloria

Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela

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