Por: Karina Monsalve
Cada día aumentan más las cifras de personas mayores venezolanos que viven solas, que están institucionalizadas y que por tanto manifiestan síntomas asociados a la depresión por soledad. Hace pocos días Luis Francisco Cabezas, Director de Convite, (asociación civil, que trabaja por los derechos sociales de los adultos mayores de nuestro país), mostraba la alarmante cifra de más de 700.000 adultos mayores viviendo en condiciones de soledad y de 3 millones de pensionados en riesgo de muerte. Estas cifras se suman a los problemas sociales de esta era pandémica y migratoria.
La soledad, generalmente, se caracteriza por un malestar emocional que se genera cuando un individuo se siente incomprendido y rechazado por otro, o cuando carece de compañía para llevar a cabo aquellas actividades que desea, sean físicas, intelectuales o emocionales.
La soledad en el adulto mayor no debería relacionarse directamente o naturalmente con la depresión, ya que ésta está mediada por otras variables. Sin embargo, en el caso de los adultos mayores que viven en situación precaria en Venezuela, esta es una variable que se repite y llega a ser inherente a la depresión, debido a que esta última es un problema que ha cobrado una enorme importancia por su alta incidencia por los casos de miles de migrantes que han dejado a sus padres o abuelos solos.
El aislamiento social, la carencia de redes sociales y la marginación pueden estar asociados al “estar solo”, pero la verdadera soledad asociada al “sentirse solo” entraña el sentimiento de nostalgia, tristeza y añoranza, aunque se esté acompañado físicamente de otras personas.
Los estudios han demostrado que una persona mayor que haya dejado de ser activa, y que se encuentre aislada socialmente, acabará por sufrir en la mayoría de los casos un deterioro funcional y físico, manifestado en última instancia por el deterioro cognitivo y de la salud en general.
La depresión experimentada en esta etapa de la vida puede ser particularmente incapacitante en virtud de factores que la amplifican, como el declive en la capacidad de reserva, los escasos o nulos recursos financieros y la comorbilidad con enfermedades físicas, todo lo cual afecta las relaciones sociales y acelera los procesos de enfermedad y envejecimiento. Además de estar asociado en los casos más extremos con el suicidio.
Existen diferentes aspectos en la vida del adulto mayor donde se podría percibir la soledad y el duelo, tales como, las enfermedades, alteración del sueño, la ausencia de algún familiar, la falta de responsabilidades que antes tenía a su cargo, la muerte de algún familiar y, especialmente, la muerte del cónyuge con el que ha compartido gran parte de su vida.
Es por ello que la soledad es un fenómeno potencialmente estresante, debido a las carencias afectivas, sociales y físicas, ya sean reales o no, que influirá en la salud física y psicológica del adulto mayor. Envejecer es inevitable, sin embargo, vivir esta etapa de la vida con dignidad en este país, parece ser solo un privilegio, porque dependerá mucho de los recursos personales que tenga el adulto mayor para enfrentar los acontecimientos, incluso, si está acompañado y, por su supuesto, de los recursos materiales y el apoyo gubernamental o institucional que pudiera apoyarle.
KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve
Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.
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