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jueves, 10 octubre, 2024

La misteriosa caminata nocturna

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CIENCIA Y LETRAS

Por: Paulino Betancourt

Todas las noches, después de que el crepúsculo da paso a la oscuridad, hordas de criaturas marinas, desde diminutos zooplancton hasta enormes tiburones, surgen de las profundidades para pasar la noche cerca de la superficie. Se deleitan en las aguas superiores, alimentándose y apareándose, antes de retirarse al amanecer.

Conocida como la migración vertical (o migración vertical Diel), este movimiento de especies a menudo se anuncia como la migración sincrónica más grande de la Tierra, a medida que el planeta gira sobre su eje y partes del océano se acercan o se alejan de la luz del sol.

La migración se documentó por primera vez a principios del siglo XIX cuando el naturalista Georges Cuvier señaló que el plancton llamado “dafnia” o pulgas de agua, estaba desapareciendo y reapareciendo diariamente en un lago de agua dulce poco profundo.

Luego, durante la Segunda Guerra Mundial, vino el descubrimiento de la “capa de dispersión profunda”, una zona en los océanos que inesperadamente desviaba los “tuuung” del sonar y desaparecía misteriosamente cada noche, como un fondo marino fantasma. En 1945, se probó que la capa en movimiento estaba formada por criaturas vivientes que realizaban una migración nocturna.

Desde entonces, los científicos han detectado este desplazamiento regular en casi todos los cuerpos de agua que han visto. “Es universal en todos los hábitats”, dice el Profesor Rubén Torres del Laboratorio de Ecología de Sistemas Acuáticos de la UCV, durante su presentación en las VI Jornadas del IDEA. “Está en todas las ubicaciones geográficas, desde los trópicos hasta los polos y es constante en todos los grupos taxonómicos, desde el pequeño zooplancton o fitoplancton hasta las grandes ballenas y tiburones”.

Pero a pesar de su omnipresencia, siguen existiendo enigmas. La investigación sugiere que los cambios en la luz desencadenan la “caminata nocturna”. Se había asumido durante mucho tiempo, bajo el modelo de seguimiento de la luz, que las migraciones diarias cesarían durante los inviernos árticos cuando hay meses sin luz del día. Pero en 2008, se reportó que el zooplancton, de hecho, participaba en una migración en las aguas árticas durante la larga noche polar.

El hecho de que los diminutos animales marinos conservaran su ciclo diario, incluso en la oscuridad, sugiere que alguna otra señal desencadena su migración, ya sea de forma independiente o en combinación con la luz, tal vez un reloj circadiano interno.

A través de estudios genéticos, experimentos de laboratorio y de campo, los científicos establecieron recientemente que dicho reloj guía los ciclos diarios de algunos migrantes. La investigación sugiere que hay mucho en juego, migrar o ser devorado. La evolución favoreció el desarrollo de un ciclo circadiano interno para la migración diaria.

En lo que sí hay consenso entre los científicos es que para muchas criaturas la migración les ayuda a evitar ser devorados. Las aguas más profundas y oscuras brindan refugio a los ojos de los depredadores durante el día. Las visitas a la superficie, donde hay mayor abundancia de alimentos, se realizan de forma más segura al amparo de la noche.

Investigaciones más recientes han indicado que este patrón puede ser impulsado por la luz de la luna. En un artículo de 2016, un equipo de científicos examinó las aguas alrededor del Ártico en los meses anteriores y posteriores al solsticio de invierno. Usando técnicas de muestreo hidroacústico, el equipo descubrió que las diminutas criaturas marinas habían cambiado sus migraciones, sincronizándolas con la luz de la Luna en lugar del sol.

Indican los especialistas que comprender estos matices es importante porque la migración vertical sirve como una cinta transportadora gigante, que lleva el carbono que se encuentra disuelto en las aguas superficiales hacia las profundidades, carbono que de otro modo podría permanecer en la superficie del océano o regresar a la atmósfera.

Este es un arduo trabajo para las especies: las estimaciones sugieren que durante un año, la energía colectiva gastada en el desplazamiento del zooplancton equivale a aproximadamente el valor de diez años de consumo de energía en Venezuela. ¡Esa es una cantidad increíble!

Hambre, luz y genética: los científicos continúan investigando estos y otros factores que regulan la migración, incluida la salinidad, la temperatura y la exposición a la luz ultravioleta. Por increíble que parezca, estudiar estas variables así como qué especies se mueven, cuándo y quién se come a quién, es clave para comprender el ciclo del carbono en la Tierra.


PAULINO BETANCOURT | @p_betanco

Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat

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