La Instanovela de Gaby Espino necesita un árbitro

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La Insta-novela está cargada de temas urgentes, escabrosos y para nada claros de nuestra sociedad: machismo,violencia doméstica, el dinero y la fama, sazonados con eso que nos asusta y seduce desde que somos pueblo: un poquito de brujería. Exige por esto que la analicemos. ¡Vaya reto! Mientras, otra noticia, el desempeño impecable de nuestro primer equipo en el Mundial, intentaba hacerse de un espacio en las redes.

Por: Leonor Carolina Suárez

Primer capítulo, los personajes: Gaby Espino es la “buena”; Aleska Génesis es la “mala”; Miguel Mawad el “empresario” y la estrella internacional Nicky Jam cuenta con una aparición estelar. Señores, tenemos show.

Si usted no los conoce, los protagonistas son: una reconocida presentadora y actriz venezolana (Gaby Espino), una modelo con la perturbadora belleza típica de la antagonista (Aleska Génesis), un millonario rodeado de rumores de corrupción (Miguel Mawad) y un reggaetonero de fama mundial (¿tenemos que repetir su nombre?).

La trama que los une no está en ningún canal ni en Netflix, viene pasando en Instagram. Una de las plataformas que alimentan nuestro aburrimiento existencial y nos convierte en scrollers compulsivos. Esta vez con una historia sin narrador, ni reglas dramáticas, ni alguien que nos ayude a entender qué es lo que está pasando. El siguiente giro narrativo de este melodrama de belleza, poder, dinero y sexo se encuentra scrolling antes de que expire el último story.

La Insta-novela está cargada de temas urgentes, escabrosos y para nada claros de nuestra sociedad: machismo,violencia doméstica, el dinero y la fama, sazonados con eso que nos asusta y seduce desde que somos pueblo: un poquito de brujería. Exige por esto que la analicemos. ¡Vaya reto!                                                                  

¿Qué es real y qué es mercadeo? ¿Qué “pruebas” son ciertas y qué es “montaje”? El caos informativo de internet en el que la “verdad” cambia con cada publicación llegó a la cima de la farándula venezolana. Los protagonistas juegan o son víctimas con cada post mutando de “buenos” a “malos” en las mentes de un público mareado y voraz que consume la vida o el bulo ajeno saltando de cuenta en cuenta.

La tecnología unida al destierro nos ha alterado los productos culturales y sus autores. Es fácil confundir a los artistas con influencers, al número de seguidores con éxito y a las plataformas con medios. A falta de canales nacionales que unan a los de aquí y los de allá, Instagram viene a entregarnos nuevos formatos informativos y narrativos sin capacidad real de análisis y mucho menos de formación de opinión pública coherente.

Entre posts del Mundial se cuela el reality sin libreto

Estos días hubo mejores noticias, como el desempeño impecable de nuestro primer equipo en el Mundial, sí, el cuarteto de árbitros que bien nos representa en Catar, pero se filtraban una y otra vez publicaciones del escándalo criollo con muchos más comentarios, shares y likes que la histórica hazaña mundialista. Sorry, Jesús Valenzuela el primer nacido en Venezuela en pitar un Mundial, aquí la gente está pendiente, como siempre, de la novela.           

Volvemos a ser audiencia en masa sobre los temas de siempre en plataformas nuevas de límites borrosos. Son ahora los feeds de lo que consumimos el reflejo de nuestros valores e intereses. Mostramos en lo que comentamos nuestras pasiones, en lo que callamos nuestras vergüenzas y en lo que ignoramos nuestras fallas.

Y lo cierto es que del escándalo que nos encanta pocas certezas tenemos. Si nos comprometemos con estos temas, nos toca al menos hacerlo seriamente. La Insta-novela necesita un árbitro (algunos piden a la doctora Polo, yo diría que necesita algo más parecido a un Valenzuela). Alguna estructura o reglas claras.

Necesitamos orden por un lado para catalogar lo que nos muestran y criterio por otro para juzgar lo que consumimos. Necesitamos líneas en los foros de opinión y moderadores creíbles que nos encaminen para comenzar a tener espacios de discusiones relevantes a partir de las tramas que nos enganchan.

Gaby Espino vs Aleska Génesis vs Miguel Mawad ―la versión local de Jhonny Deep vs Amber Heard― dice más de los sentimientos que se alojan en nuestra cultura que de los protagonistas. Del clasismo detrás de las críticas, del culto a la belleza y el dinero, del valor de una cuenta de Instagram o de cómo bienes y males del poder criollo se han trasladado a Miami rebosando en lo que parece banal.

Necesitamos poder hablar como país del machismo en una sociedad que creemos “matriarcal”; necesitamos medios que hablen de las fortunas y sus fuentes con pruebas y con hechos, pero sobre todo necesitamos juicios justos y penas ejecutadas; necesitamos espacios para hablar de violencia doméstica o revenge porn sin el filtro del sexismo. Cuestionar las motivaciones de “buenos” o “malos” en cada ocasión y más allá de los intereses del perfil que publica.

Tal vez por eso, hay que interesarnos más y entender mejor el fenómeno Valenzuela ―excepción de ley y orden entre la maraña de una sociedad sin reglas―, para encontrar algunas pistas. Y a falta de reglas de juego y árbitros, solo espero que en ese rehacernos público o activistas online, la causa más importante no sea defender una cuenta de Instagram solo para poder seguir viendo la novela.

LEONOR CAROLINA SUÁREZ / Twiter: @LeonorSuarez / Instagram: leocarosuarez

Abogada. Licenciada Cum Laude en Derecho de la UCAB y máster en Comunicaciones de University of Florida. Cuenta con más de diez años de experiencia en periodismo digital y producción audiovisual.

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