Por: Karina Monsalve
Dormir es una actividad inherente a la naturaleza humana. El sueño es una función biológica fundamental en nuestras vidas, basta sólo recordar que pasamos durmiendo aproximadamente un tercio de nuestra existencia. El sueño es esencial no sólo por la cantidad de tiempo que dedicamos a dormir sino también por la significación que atribuimos a una noche de descanso y el efecto que el sueño tiene en nuestra salud.
El sueño es sin duda un excelente indicador del estado de salud general del bienestar y calidad de vida de las personas. Diversos condicionantes contribuyen a que existan diferencias significativas en los patrones de sueño tales como el clima, las tradiciones, las preocupaciones y la disponibilidad de luz.
La higiene del sueño se refiere al conjunto de comportamientos y recomendaciones ambientales destinadas a promover el sueño saludable, desarrollada originalmente para su uso en el tratamiento del insomnio. Mediante la higiene del sueño, las personas aprenden sobre hábitos de sueño saludables y se les anima a seguir una serie de recomendaciones para mejorar el sueño (por ejemplo, evitar la cafeína, hacer ejercicio regularmente, eliminar el ruido del ambiente para dormir y mantener un horario regular de sueño).
El descanso y el sueño son aspectos fundamentales para mantener la salud. El gasto de energía que consumimos durante el día se repone en parte durante el sueño y esto permite un funcionamiento óptimo del organismo. Pero como sabemos, el sueño se puede ver alterado por diversos factores como la alteración del patrón sueño que causa malestar o interfiere en el estilo de vida deseado, se consideran como factores que parecen mostrar algún tipo de relación con este problema las alteraciones Internas como padecer alguna enfermedad, estrés psicológico y las Externas por cambios ambientales.
La higiene del sueño se refiere al conjunto de comportamientos y recomendaciones ambientales destinadas a promover el sueño saludable, desarrollada originalmente para su uso en el tratamiento del insomnio
Karina Monsalve
Las investigaciones actuales muestran cada vez con mayor fuerza empírica que existe una estrecha interrelación entre los procesos de sueño y el estado general de salud física y psicológica de una persona. Son bien conocidas las graves consecuencias físicas y psicosociales de trastornos del sueño como el insomnio o la apnea.
En el lado positivo, una buena medida de la salud mental y física de un individuo podría valorarse en la habilidad de quedarse dormido y permanecer dormido un periodo ininterrumpido de tiempo. En el lado negativo, como cuando hay alteraciones del sueño, el sueño puede hacer una simbiosis negativa con numerosas enfermedades médicas y trastornos psicológicos.
La cuestión de cuántas horas de sueño son realmente necesarias para encontrarse bien ha sido bastante debatida desde hace tiempo. Algunos autores asumen una relación entre las “ideales 7 u 8 horas de sueño” y la salud o bienestar físico y mental, mientras otros enfatizaban que cada persona debía satisfacer su “cuota de sueño individual.” A pesar de esta disparidad de opiniones, investigaciones recientes parecen sugerir que la desviación de un patrón de sueño intermedio, que implique dormir unas 7-8 horas, se asocia al padecimiento de consecuencias negativas para la salud.
Una duración insuficiente del sueño se ha relacionado con un mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad, o un problema de abuso de drogas, alcohol o nicotina.
La cantidad necesaria de sueño en el ser humano está condicionada por factores que dependen del organismo, del ambiente y del comportamiento. En la influencia de estos factores se aprecian variaciones considerables entre las personas. Así, hay personas que duermen cinco horas o menos, otros que precisan más de nueve horas para encontrarse bien y, por último, la gran mayoría que duerme un promedio de siete a ocho horas. La razón de estas diferencias individuales en duración del sueño es desconocida. Independientemente de la cantidad de sueño, los sujetos pueden clasificarse en patrones de sueño que se diferencian principalmente por la calidad del dormir.
No sólo la cantidad sino también la calidad de sueño de la noche tienen una marcada influencia en el estado de ánimo, en el bienestar subjetivo y en la salud física. El impacto sobre estos aspectos de ciertas modificaciones del sueño muy habituales en la vida moderna, tales como la pérdida de sueño o el trabajar de noche o en sistemas de turnos, o de ciertos trastornos del sueño (p. ej., el insomnio, la apnea, etc.), es aún mucho más notable.
El diseño y aplicación de estrategias preventivas que consigan optimizarlo es importante no sólo por preservarlo sino por las múltiples y graves consecuencias que sus trastornos pueden ocasionar tanto desde el punto de vista psicológico como desde una perspectiva física o médica. Mejorar la calidad del sueño redundará sin duda en una mejor calidad de vida.
En la próxima entrega les dejaré algunas recomendaciones para mejorar la calidad del sueño.
KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve
Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.