Ucrania se encuentra en guerra desde el año 2014, pero la mirada internacional no se ha mantenido fija sobre este conflicto. Lo que comenzó como una revolución pro europea en 2013 derivó en un fuerte conflicto armado interno, una guerra civil, que tuvo dos grandes consecuencias a priori: el final del gobierno de Víktor Yanukóvich y la separación de la península de Crimea del territorio ucraniano y su posterior anexión a la federación de Rusia.
Víktor Yanukóvich fue en dos ocasiones primer ministro de Ucrania y luego llegó a la Presidencia de este país en 2010. Su gobierno se caracterizó por una cercanía política y militar con Rusia, mientras que el resto de los ucranianos preferían un sistema político más parecido al de la Unión Europea. El debate social entre la posición del gobierno de Yanukóvich, más parecido al clientelismo de la Bielorrusia de Lukashenko con respecto a Rusia, y la integración de Ucrania a la Unión Europea y probablemente también a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), tuvo como consecuencia entre 2013 y 2014 una breve guerra civil en Kiev. A este conflicto se le denominó Euromaidán.
En 2014 Yanukóvich huye de Ucrania entendiendo que su gobierno había perdido todo el respaldo popular, y debido a los asesinatos de manifestantes por parte de las fuerzas públicas, también había perdido casi todo el respaldo internacional. Sin embargo, la debilidad causada por la guerra civil en el corazón de Ucrania creó la oportunidad perfecta para que fuerzas rusas en la ciudad sureña de Sebastopol emprendieran una acción relámpago debido a la cual no solo se adueñaron de medios y bases militares ucranianas en el área, sino que declararon la independencia de toda la península de Crimea y su anexión unos días más tarde a Rusia.
La herida nunca sanó
Las fuerzas armadas ucranianas entendieron claramente el mensaje de Rusia: si Ucrania no es periferia rusa, entonces será engullida. Por lo tanto, apresuraron el paso para sofocar cualquier levantamiento prorruso parecido al ocurrido en Sebastopol. Lo lograron, pero con poco éxito: Donbás, toda una región en el oriente del país, permaneció en guerra desde ese año hasta hoy. Las partes combatientes han sido las fuerzas armadas ucranianas y fuerzas prorrusas, que alimentadas y apertrechadas por líneas de abastecimiento logístico de Rusia, han podido mantener el esfuerzo bélico por más de siete años.
Ya desde el pasado año, Europa veía con preocupación el aumento de efectivos militares rusos en la frontera entre Rusia y Ucrania, por lo que el ambiente político y diplomático se ha ido caldeando en los últimos meses. En días pasados el alto comisionado de política exterior europea, Joseph Borrel, se hizo presente en Ucrania y reiteró que cualquier acción militar rusa sobre este territorio sería respondida contundentemente por la comunidad europea, a pesar de que hasta el día de hoy Ucrania no se ha integrado formalmente ni a la Unión Europea ni a la Otan.
Ucrania excluida de su futuro
El próximo domingo se reunirán en Ginebra representantes de los gobiernos de Rusia y Estados Unidos para discutir la resolución del conflicto. Lo que hace ver que esta guerra que se mantuvo con vida durante años gracias al interés ruso, en realidad es una pieza estratégica que Moscú intenta utilizar para negociar otros asuntos estratégicos con Washington. De allí que ni Ucrania ni la Unión Europea hayan sido invitados a participar de las negociaciones. Se sabe que uno de los principales intereses de Rusia es que Estados Unidos y sus aliados europeos no insistan en ampliar la Otan a países vecinos de Rusia, como Ucrania, Georgia o Polonia, pero la suspicacia nos hace suponer que otros intereses serán negociados en Ginebra.
Los tentáculos de Rusia crecen
Moscú ha fortalecido su capacidad diplomática en los últimos años, no solo por su alianza tácita con China, sino por una cancillería bastante astuta dirigida por Putin y Sergei Lavrov. El aumento de estas capacidades ha permitido que Moscú haya salido ileso de la intervención militar sobre Georgia en 2008, de la anexión de Crimea en 2014 y más recientemente del apoyo a Bielorrusia con respecto a la agresión contra Polonia en 2021. Mientras, la Unión Europea solo amenaza con sanciones económicas y evita cualquier declaración de tipo militar.
La verdadera piedra angular de este tablero estratégico está en Berlín. La posición del nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, servirá de advertencia o aliciente a Rusia. Pero incluso en este punto hay dudas: Alemania ha aumentado su dependencia energética de Rusia gracias a la culminación del gasoducto Nord Stream 2 y comenzar una ofensiva política contra Rusia podría significar el cierre temporal del suministro energético en pleno invierno y en momentos en que toda Europa se ha visto al filo de estallidos sociales por el aumento de los precios de la energía.
Moisés Chocrón Fernández | Twitter: @chocterapia
Internacionalista y oficial retirado de la Armada
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