Por: Angeyeimar Gil
Nuestra sociedad, adaptada a la lógica binaria y a la heteronormativa en la que solo son “normales” los hombres masculinos y las mujeres femeninas, hace difícil la vida de las personas que no se inscriben dentro de esta lógica restringida, puedan vivir dignamente, siendo respetados, aceptados e incluidos. Esto quiere decir que vivimos en una sociedad que discrimina y excluye, por criterios ortodoxos impuestos social y culturalmente, y que daña y hiere a una buena parte de la población. La fobia a las diferencias en materia de la sexualidad humana es también un mal social que debemos atender para avanzar hacia una sociedad más justa y humana. El mes de junio fue el «Mes de la Diversidad», un mes para promover la libertad y el derecho a la igualdad ante la ley a pesar de las diferencias naturales y singulares de nuestra sexualidad.
Desde 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma que todos y todas nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, aunque esto es una declaración y no es la realidad. Esa es la meta a la que se aspiraba a llegar. 72 años después, aún no logramos ser libres, ni igualmente dignos en sociedades en las que las brechas se amplían en todos los ámbitos, desde lo económico, lo social, lo político, en el que lo sexual juega un papel fundamental.
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Los derechos sexuales son derechos humanos, por lo que tienen características como la universalidad, la interdependencia y la irrenunciabilidad. Son específicos para atender la sexualidad humana e incluyen aspectos internos como las emociones, la salud y el cuerpo; y otros externos relacionados con lo social, histórico, político y cultural. Son derechos que propenden a garantizar que las personas puedan tomar decisiones sobre su vida sexual y reproductiva con libertad, esto quiere decir, que su desarrollo en la sexualidad se dé sin coacción, abuso, violencia ni discriminación.
72 años después, aún no logramos ser libres, ni igualmente dignos en sociedades en las que las brechas se amplían en todos los ámbitos de nuestra vida, desde lo económico, lo social, lo político, donde lo sexual juega un papel importante
Angeyeimar Gil
Dentro de la población hay grupos que son más vulnerables por sus características particulares. Así como las personas LGBTQ son grupo vulnerable en la sociedad, dentro de este grupo en particular, los niños, niñas y adolescentes son más vulnerables aún. Hay quienes consideran que no puede existir NNA con orientación o identidad sexual distinta a la impuesta por su sexo de nacimiento. Sin embargo, la historia y la realidad nos muestra que no ha sido así, porque la sexualidad forma parte de los humanos desde su nacimiento. En tanto es así, las diferencias en la orientación sexual y en las identidades de genero pueden establecerse en cualquier momento del desarrollo humano. Es así como puede suceder a los 9 años, a los 14 o de adultos. Cada cuerpo es único y singular.
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Iniciando el año 2020, la abogada y diputada Tamara Adrián publicó el resultado de un estudio comparativo sobre las condiciones sociales, culturales, económicas de la población LGBT venezolana dentro y fuera del país, llamado “Para dejar de ser fantasmas”, en el que muestra datos relevantes a tomar en consideración si queremos lograr una sociedad respetuosa de los DD. HH. Dentro de los hallazgos de este estudio, llama la atención el nivel de vulnerabilidad de los NNA en los centros educativos y en el ámbito familiar, expuestos a abusos, acoso y discriminación. Según el estudio, el 11% de los encuestados se ubica en el rango de edad de 12 a 20 años, la discriminación, el acoso y la agresión física forman parte de la vida cotidiana de los NNA LGBT. Dentro de Venezuela la mayor discriminación va dirigida a los niños y adolescentes Gay, ubicado en un 50%; luego las niñas y adolescentes lesbianas con un 24% y un 18% en el caso de la bisexualidad. El principal espacio de agresión y discriminación es el Liceo, es decir, educación media y bachillerato, que incluye a NNA entre 12 y 17 años de edad. Otro dato resaltante de esta investigación es que hay una relación directa entre el bullying, el acoso verbal y la violencia física que reciben, y la idea suicida. Un dato relevante frente al incremento actual de los casos de suicidio en el país.
En 2019 una adolescente fue discriminada y vulnerada en su derecho a la educación por su orientación sexual en un colegio del Este de Caracas. Esta noticia, que fue muy difundida por los medios de comunicación, permitió conocer los niveles de discriminación y acoso verbal al que pueden estar expuestos los NNA. En las redes sociales pudimos leer cualquier cantidad de prejuicios y agresiones que más que aportar, revictimizaba a la adolescente. Por suerte, el acompañamiento legal y la denuncia pública ayudaron para una respuesta más rápida que constituyera una restitución de su derecho a la educación. Que no fue eficiente como exige la ley, porque tardó más de un mes para un pronunciamiento del órgano administrativo, que debía darse en máximo 15 días y para el que no es imprescindible el acompañamiento legal.
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A pesar de los más de 70 años de la Declaración de los DDHH, los 30 de la Convención sobre los derechos del niño y los 20 años de la LOPNNA, socialmente mantenemos una deuda con la protección efectiva y eficiente de los derechos de los NNA, aún en los organismos de protección se duda sobre cuál debe ser su respuesta ante situaciones que ponen en juicio los criterios y concepciones culturales de los propios funcionarios. Debemos recordar que siempre, lo primero que debemos tomar en consideración es que se trata de seres humanos sujetos de derechos. Luego, debemos pensar sobre la deconstrucción de criterios heteronormativos y finalmente, debemos aceptar, promover y respetar la diversidad. Con estos principios claros, es más sencillo defender los derechos de los NNA, en especial de los NNA LGBTQ.
Dentro de Venezuela la mayor discriminación va dirigida a los niños y adolescentes gais ubicado en un 50%, luego las niñas y adolescentes lesbianas con un 24% y un 18% en el caso de la bisexualidad
Angeyeimar Gil
La falta de políticas públicas de promoción y formación sobre los DD. HH. de grupos vulnerables, limita su protección y la posibilidad de cambiar criterios sociales instaurados de manera consetudinaria. Ya en 2014 el comité sobre los derechos de los NNA indicaba al Estado Venezolano su preocupación por los casos de acoso y discriminación hacia niños, niñas y adolescentes por su orientación sexual e identidad de género y la ausencia de información sobre medidas para mitigar estas situaciones violatorias de los derechos humanos.
Como sociedad estamos llamados a repensar lo que entendemos por inclusión y además, el papel que juega la educación en la construcción social de un mundo mejor. Porque la inclusión supone la aceptación de la diferencia. No se trata de tolerar, se trata de respetar que somos diversos, distintos, singulares y que estas diferencias no pueden suponer diferencias ante la ley, que se trata más bien de aspectos de la naturaleza humana. Si algo hemos aprendido con el paso de la historia es que la inclusión como principio nos acerca más a una sociedad justa y equilibrada, que ayuda a unir los extremos que suponen la brecha de la exclusión. De allí que sea una urgencia la conciencia colectiva sobre la diversidad, lo que nos llevará a una mayor solidaridad y cohesión social. Esto por sí solo no va a conducir a la igualdad ante la ley, pero marcará sin duda el camino a seguir.
ANGEYEIMAR GIL | @angeyeimar_gil
Docente de la Escuela de Trabajo Social de la UCV. Trabaja como investigadora en la Red por los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes (Redhnna)