Por: Angeyeimar Gil
Desde el año 1981 el movimiento feminista latinoamericano conmemora cada 25 de noviembre el Día para la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, aunque fue en 1999 cuando la ONU lo asumió propiamente como día internacional. Tiene como soporte la necesidad de recordar el femicidio que la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo cometió contra las hermanas Mirabal en República Dominicana en los años 60. Es un día para sensibilizar y promover la erradicación de todas las formas de violencia contra la mujer. Cada año dedicamos 16 días para el activismo feminista. Desde el 25 noviembre hasta el 10 de diciembre día de los DD. HH.
La violencia contra las mujeres no se queda en el femicidio, el golpe y el moretón, esas son las formas de violencia más visibles, pero hay otras sutiles y casi invisibles, con un nivel de letalidad y daño igual o mayor que la violencia física. La violencia simbólica, sirve de base al sistema patriarcal para mantenerse, reconstruirse y afianzarse socialmente, sin siquiera darnos cuenta.
Bourdieu la describe como una violencia “amortiguadora, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento”. Dentro de esta categoría encontramos la brecha salarial de género, la discriminación, la cosificación del cuerpo de las mujeres y la imposición de roles del sistema patriarcal, que nos separan como mujeres de espacios y actividades porque son para hombres y nos someten a otras porque son «de mujeres», así como la imposición por la vía de valores e identidad femenina, de los trabajos domésticos y del cuidado no remunerados y como “naturales” en las mujeres.
La violencia simbólica es más efectiva cuando es más sutil e invisible. Es un mecanismo de control social y de reproducción de la desigualdad, como dice Rita Segato. Es en definitiva la que sostiene el sistema de jerarquías y de dominación, es el sustento del sistema patriarcal. Y así como nos encasilla en una forma de ser y en algunas cosas qué hacer, nos segrega y nos limita para hacer otras, aunado a la invisibilización de las mujeres en la historia, como si no hubiesen existido antes, como si hubiese sido posible la historia sin las mujeres, no solo como cuidadoras y reproductoras de la especie que naturalmente hemos sido, sino que, borradas como trabajadoras, como mano de obra para el avance científico tecnológico, social, político o económico y hasta cultural. De esta forma, el sistema patriarcal borra a las mujeres de la historia y la historia se convierte entonces en una forma de violencia contra nosotras.
La violencia contra las mujeres no se queda en el femicidio, el golpe y el moretón, esas son las formas de violencia más visibles, pero hay otras sutiles y casi invisibles, con un nivel de letalidad y daño igual o mayor que la violencia física
Angeyeimar Gil
Lo bueno es que la historia se reescribe, emergen sus protagonistas desde la oscuridad y avanza, y siempre hay nuevas formas de hacer las cosas y de modificar y transformar lo que socialmente ha sido impuesto. Los procesos revolucionarios, los que van a la raíz, permiten desenmascarar la realidad y el feminismo es una forma de hacer una revolución en un ámbito particular de lo social, que es la vida de las mujeres. Pero además sirve de aporte para revoluciones más profundas y amplias como la revolución social de las relaciones sociales para la producción, es decir, para enfrentar al sistema capitalista de explotación.
Recordemos que la producción-sobrevivencia y la reproducción-existencia son las dos actividades humanas que mueven la historia y todo cambio en las relaciones de producción deviene en cambios en las relaciones de reproducción de la humanidad. Y así como en las bases del capitalismo encontraremos las alternativas para su propia destrucción, en el sistema patriarcal también encontramos elementos del propio sistema que te permiten hacer eco de estas ideas y de la aspiración de una sociedad más justa, más humana y más igualitaria.
Netflix como una plataforma streaming de amplio alcance social producto del capitalismo, se ha convertido en un espacio que confronta al sistema mismo. Nos lo muestra tal cual, lo desmenuzas y lo desenmascara, permitiendo notar todas esas sutilezas del sistema que sojuzgan, someten y explotan socialmente a los grupos humanos más vulnerables.
Recientemente divulgaron la mini serie Gambito de Dama, que nos muestra a una niña genial en el ajedrez, habilidad que utiliza como medio de superación de todo lo cruel que su vida llegó a ser. Termina refugiada en un deporte masculinizado, sorteando los límites sociales que se le imponen por ser mujer, para demostrar su genialidad y capacidad intelectual para ese deporte. Si bien, la historia no es de la vida real de una mujer, más bien es la compilación de historias reales de hombres, la serie desmonta con versatilidad no solo el estereotipo de género de que algunos deportes son solo de hombres, como lo fue históricamente el ajedrez, sino que se enfrenta a otros estereotipos de género, mostrando un desenlace inesperado. Por ejemplo, el señor de servicios generales de un orfanato, que se encuentra solo en un sótano con una niña, ni la maltrata ni la abusa sexualmente, sino que la ayuda y la forma para que logre ser una buena jugadora de ajedrez. Este es un elemento de la historia que reivindica las relaciones entre hombre adulto y niñas, en la que priva el afecto y la fraternidad y no el abuso y la perversión. Otro estereotipo que desmonta es la idea de que una mujer que se incluye en un espacio históricamente masculinizado, solo tiene dos alternativas, o hacer uso de su sexualidad para avanzar y triunfar o disfrazarse de hombre o asumir conductas masculinizadas para poder entrar. En el caso de la protagonista, Beth Harmon, siguió siendo una mujer, vestida y actuando como mujer y no acudió en ningún caso a su sexualidad para obtener logros. Por el contrario, desmontando otro estereotipo de género, no se planteó en ningún momento como realización femenina, la vida en pareja o la maternidad, que para la época era la norma. Este desmontaje es preciso y maravilloso al reivindicar que las mujeres somos mucho más que un cuerpo sexuado-genitalizado y una vida para hacer pareja. Podemos soñar con mucho más que eso.
La violencia simbólica es más efectiva cuando es más sutil e invisible. Es un mecanismo de control social y de reproducción de la desigualdad, como dice Rita Segato. Es en definitiva la que sostiene el sistema de jerarquías y de dominación, es el sustento del sistema patriarcal
Angeyeimar Gil
Aunque la serie no se basa en la vida real de una mujer, hay mujeres que han tenido logros importantes en el mundo del ajedrez como la húngara Judit Polgár, quien a los 9 años ganó su primer torneo internacional y a los 15 se convirtió en la persona más joven en llegar a Gran Maestro Internacional, rompiendo el récord del Bobby Fischer, de quien sí se toman elementos para la construcción del personaje de la serie de Netflix. Pero, además, esta mujer en 2002 le ganó al reconocido mejor ajedrecista de la historia, Garry Kasparov, quien años antes consideró que, por ser mujer, sería muy difícil que ella le ganara.
Y la historia real está llena de mujeres con logros y desempeños extraordinarios como la primera mujer embajadora de la historia y en desempeñar un puesto público en el gobierno de una nación como Aleksandra Kolontái, quien fue una revolucionaria comunista soviética. O Hipatia de Alejandría como una importante matemática de la Grecia antigua. O Marie Curie, científica que hizo aportes importantes en materia de ciencia nuclear y ha sido ganadora dos veces de un Premio Nobel. Numerar a todas las mujeres que han dado aportes al avance de la humanidad, puede llevarnos mucho tiempo, porque la historia ha sido escrita, vivida y desarrollada por mujeres y hombres y es necesario reconocer a cada quien su aporte, romper estereotipos y abrir los espacios para el desarrollo individual y personal de todas las personas sin discriminación por ninguna razón, mucho menos por género.
Divulgar la participación de mujeres en la historia, sus logros, sus aportes, es una forma de incentivar a las mujeres, a atreverse en una sociedad patriarcal. Tal como lo ha hecho Gambito de Dama con el ajedrez, marcando un incremento en ventas, inscripciones e investigaciones sobre el ajedrez e impacta notablemente en el inusitado incremento de participación de mujeres en este deporte.
ANGEYEIMAR GIL | @angeyeimar_gil
Docente de la Escuela de Trabajo Social de la UCV. Trabaja como investigadora en la Red por los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes (Redhnna).