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martes, 3 diciembre, 2024

Hegemonía, dólares y bolívares

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La ironía es sangrienta: la llamada «revolución bolivarista» destruyó al signo monetario venezolano, el «bolívar». Mientras más le echa la culpa al imperio por todos los males que padece nuestra patria, más se dolariza lo que queda de economía y ya el dólar es la verdadera moneda de curso general. Claro, nada de esto es producto de estrategia alguna, sino que es consecuencia del caos provocado por una hegemonía despótica, depredadora y envilecida que malbarató la oportunidad histórica del siglo XXI y hundió al país en una catástrofe humanitaria que se extiende y profundiza día a día.

Cuando uno más o menos recuerda la estruendosa retórica del predecesor sobre el denominado «bolívar fuerte», no sabe qué es lo más apropiado: si reír o llorar. Pero no importa, la indignación es lo que nos debería envolver a todos. Una indignación justa y legítima porque el crimen continuado que se viene cometiendo en contra de Venezuela y su potencial no tiene precedentes ni referentes en América Latina. Se trata de una devastación nacional en todos los órdenes. Nada se ha salvado y entre las víctimas más notorias está el «bolívar».

El exterminio del «bolívar» y la entronización del dólar como moneda vernácula han sido, pues, a las patadas. Tanto que gran parte de los precios se dolarizan velozmente, pero hay un precio fundamental que se mantiene en bolívares derretidos, a saber: el precio del trabajo, es decir, los salarios. Venezuela tiene uno de los salarios mínimos más bajos del mundo. No hay derecho a que ello sea así luego de la bonanza petrolera más caudalosa y prolongada de los anales, la cual fue tan brutalmente desaprovechada que ya estamos muy cercanos a transmutarnos en un país expetrolero. 

Todo parece un absurdo sin orillas. Pero no lo es. La camarilla que controla el poder, comenzando por sus patronos cubanos, ha sido implacable depredando todos los recursos. Y ese modo de proceder también ha hecho estragos desde algunos ámbitos de una oposición que no se opone, sino que disimula hacerlo, para satisfacer intereses patrimoniales a costa de lo que sea. ¿O me equivoco? Realmente creo que en este asunto, no. La devastación nacional, repito, es un efecto directo del despotismo depredador de la hegemonía y sus aliados. No podía ser de otra manera.

Pero puede serlo, porque es inaceptable el considerar que Venezuela esté condenada a continuar o agravar el presente. Uno, en el que se sobrevive si se tiene acceso a dólares, y se muere de mengua, en caso contrario. Para la considerable mayoría de los venezolanos, no hay tal posibilidad, a pesar de lo que envían los emigrantes, muchos provenientes de sectores populares. He visto informaciones de economistas serios que estiman que el 20% de la población tiene acceso a dólares. La cifra no es poca cosa, pero ¿y el 80% restante?… Mal y cada vez peor.

A este poder establecido hay que superarlo. Pero nos equivocamos si pensamos que ello sería posible a través de parapetos de diálogo y tramoyas electorales. Puede que suene fuerte, pero es verdad. Nuestra experiencia de estos largos años lo demuestra hasta la saciedad.

Fernando Egaña es abogado y fue ministro. [email protected]

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