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jueves, 28 marzo, 2024

Fractura electrizante

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Entre apagones y bajones emanados de su maltrecho Sistema Eléctrico Venezolano (SEV), los ciudadanos acudieron a su cita del 23 de enero de 2019, 61 años después del nacimiento de la era democrática en 1958. Demostraron contundentemente su compromiso con los preceptos de esa manera de vivir para comenzar el rompimiento de las cadenas que por 20 años la han encadenado a un saqueo, humillación y destrucción nacional sin parangón. Hoy, por coincidencia, es 4 de febrero, fecha de la más funesta irrupción, esa que nos ha traído hasta aquí.

La patria está forjando un tsunami libertario, llamando a una nueva era con grandes pasos impensables no mucho tiempo atrás. Pero todavía no terminan de cuajar por diversos factores, una especie de mar de fondo donde fuertes corrientes entorpecen la concertación que nos dé la ruptura con los vicios del pasado, que no solo provocaron el 4F, sino que también están al acecho de eso que ansiamos y llamamos una mejor y posible Venezuela, acecho al cual el SEV no escapa.

La sociedad venezolana tiene que reconocer que sin electricidad cualquier agenda política para un gobierno, bien sea de rescate, transición o revalidación dentro de nuestra Carta Magna, no es viable, máxime cuando hay que sacar al SEV del profundo barranco en el que la desidia y corrupción lo metieron en las últimas dos décadas. Sin un SEV sano, la gobernabilidad es vulnerable.

Venezuela está en una encrucijada: o hace un cambio a lo light, incremental, reacomodando vicios y protagonistas corresponsables del desastre actual, es decir, el estatus quo, o da un golpe de timón tomando un rumbo hacia la decencia para construir sobre cimientos sólidos una nueva realidad. Tal vez a los que opten por esta opción los tilden de radicales, pero en mi concepto eso no es procedente, porque no ha habido cosa más radical que el daño acontecido en el país en lo que va del siglo XXI.

La primera presentación del “Plan País” ha dejado muchas lagunas de incertidumbre para el área de los servicios públicos, entre las cuales se encuentra el más medular de todos, la electricidad.

Si algo no toleran los servicios públicos es la incertidumbre, pues las inversiones y riesgos son enormes para tenerlos en condiciones de disponibilidad y confiabilidad de modo que apalanquen el progreso, en vez de estrangularlo, y más aún en las condiciones actuales del SEV.

Supuestos expertos, entre ellos la Asociación Venezolana de Ingeniería Eléctrica, Mecánica y Profesiones a fines (Aviem), han indicado que ellos requieren “US$ 50 mil millones y un tiempo de siete a ocho años” para recuperar el SEV. Inclusive esas astronómicas cifras han sido comunicadas al Senador Marco Rubio, baluarte en la lucha por ayudar a Venezuela a salir de esta tragedia. Tanto la cifra como el tiempo requerido son un exabrupto que refleja un desconocimiento de lo que un Sistema Interconectado de las características del SEV requiere para funcionar adecuadamente.

Cifras y plazos más realistas son necesarios y eso se lo he comunicado a la nación a nombre de reconocidos colegas del rubro, con probada trayectoria y conocimiento para estos retos. De este estudio se cuantifican plazos de dos a cinco años y un costo de US$ 15 mil millones. Es decir, hay una brecha financiera de US$35 mil millones adicionales entre esta propuesta y la de la Aviem. Bien cabe preguntar ¿tanto dinero para qué? Respecto a los plazos, después de lo vivido, Venezuela no puede esperar dos períodos presidenciales para obtener la mejoría que urgentemente requiere.

El dinero no crece en árboles; hay que ser intachablemente responsable con los recursos requeridos en la nueva Venezuela, que para salir de su catástrofe requerirá un “Plan Marshall” que está en el orden de US$ 60 mil millones. Esto es deuda externa, y de no ponerse en las manos de los gerentes más capaces, más éticos, con conocimiento y honradez extrema, en vez de deuda externa se convertirán en deuda eterna. Aún con lo vital que es la electricidad, es irrealista prestarle atención a grupos que se tragarían casi todo el dinero de un “Plan Marshall” solo en la electricidad.

Es imperativo que Venezuela logre de una vez por todas deslastrarse de la antiética y la corrupción. No se puede premiar la incursión de empresas, funcionarios allegados, testaferros y demás cómplices, donde quiera que estos estén, que ocasionaron esta debacle, parieron esta aberrante tragedia y han prolongado esta agonía. Son momentos de aguda claridad. Abajo con los inescrupulosos, de lo contrario, en la precariedad extrema que estamos, no hará falta que el último apague la luz.

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