Por: Gloria Cuenca
La semana que termina fue dura por las pérdidas y por la comprobación de hechos que conocíamos, a pesar de que siempre nos dicen que no son verdad. Primero, partió a otras dimensiones el admirado José Enrique «Chelique» Sarabia. Indudablemente, un poeta, un trovador grande y apasionado de nuestro tiempo. Un músico extraordinario que nos dejó canciones jamás pensadas, por su lirismo y autenticidad. ¿Cómo no asombrarse de que Ansiedad, toda una maravilla, la escribió a los 15 años de edad? Al analizar las letras de las canciones no puede una evitar darse cuenta de la calidad de la poesía. De la música, no tengo formación para hablar sobre eso, pero ciertamente, estaban a la altura de los versos producidos: escucharla, cantarla, bailarla era todo un inmenso disfrute.
Después, el gran Américo Martín se despide para siempre. Es como si se hubiera ido alguien de la familia más cercana. Hay una historia muy cercana con mi esposo Adolfo Herrera, (Q.E.P.D.). No puedo, ni quiero, olvidar su fraternal y especial solidaridad con Adolfo. Después está su capacidad pedagógica para explicar los desastres de la revolución cubana, bien sea en tertulias o en sus libros: los autobiográficos y los de política.
Lo que había visto ocurrir, en su intensa y prolongada lucha por ideales democráticos, es parte de nuestra historia del siglo XX. Finalmente, al darse cuenta de sus errores y del fracaso del modelo socialista-comunista, asume con valentía y está dispuesto a soportar todo lo que le digan. Por cierto, sus enemigos inventan cosas falsas sobre su acción en la guerrilla y en la vida universitaria. Fue un gran ser humano, dispuesto siempre a los debates con sabiduría adquirida en sus muchos años de lucha, siempre presto a echar una mano para clarificar todos esos enredos. Era un verdadero humanista.
Con paciencia de santo, en oportunidades, lo vi hablar así para que se entendiera que su cambio tenia una motivación profunda y completa, que pasaba por lo ético, filosófico, político y jurídico.
Como si estas ausencias definitivas fueran pocas muere el músico Diego Márquez, un excelente baterista de la agrupación Zapato 3, de los cultores del rock en Venezuela.
Mientras ocurre todo lo que narro, al lado de la difícil y a veces perversa cotidianidad en la que sobrevivimos los venezolanos, se suceden otros acontecimientos que afrontamos gracias a nuestra profunda Fe, sin perder la esperanza en el futuro. La realidad se presenta dura y las tristezas nos desbordan y acongojan, mueren migrantes, especialmente, niños: un bebé; una niña desesperada clama por su mamá, está a cargo de unas amigas de esta y la maltratan.
Como si fuera poco lo que vivimos a diario, unos especialistas en tortura psicológica se ponen a decir que ha ingresado al país una banda criminal que secuestra niños para robar los órganos y asesinarlos. Ya se conoce, supuestamente, de dos casos. Hay, oficialmente, un desmentido de los hechos, pero siguen circulando por las redes diversas versiones del pretendido suceso. Como si no fuese suficiente lo que deben vivir las madres. La gente se aterroriza; todo es posible —se piensa— en este caos donde vivimos.
El régimen, con su cara más tranquila, recibe la noticia de que su famoso “diplomático, revolucionario y antiimperialista” (según las pintas por las calles del centro de la ciudad) era un informante de la DEA desde el año 2018. Un doble agente, pues. Siento que un viejo dicho aplica: “La vergüenza de ellos era verde, los burros creyeron que era pasto y se lo comieron.” ¡Dios mío! ¿cómo no mortificarse hasta esperar tu acción? La Justicia Divina, esa sí, implacable y segura, es lo que se espera. No queda otra.
GLORIA CUENCA | @editorialgloria
Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela
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