ENTRE VOS Y YO
Por: Marlene Nava Oquendo
Krissamar Ariana Medina Vera enfrentó las brutales ráfagas de aquel viento inesperado y madrugador que venció los cables de alta tensión. Ella no lo sabía, pero estos cayeron sobre el portón de la casa. Mientras, ella desafiaba las aguas, que le llegaban a la cintura, para alcanzar su vivienda. Había recibido una llamada de su madre, que se encontraba encerrada con los nietos. El techo había colapsado. Ella empujó el portón. Tenía 27 años y una hija de 10. Y, en medio de muchas calamidades, se permitía soñar un futuro para ambas. Al día siguiente, como “gesto de solidaridad”, el Gobierno regional ofreció a la familia una caja Clap.
A la misma hora, la medianoche del martes 17 de noviembre, Maracaibo nadaba en una noche de terror. Por sus cuatro esquinas flotaba el caos: en el barrio 23 de Enero, vecino del Sambil, las aguas ahogaron la casa de Chicho Pérez y otras cinco viviendas, mientras engullían el asfalto de la avenida, convertida en un gigantesco pozo a cielo abierto.
En el sector 18 de Octubre, muchos de los vehículos estacionados en la cola de espera de gasolina fueron arrastrados calle abajo. Y algunos de ellos se apelmazaron en el porche de una vivienda, unos sobre otros. El conjunto residencial El Varillal, en el sur de la ciudad, vio ahogar su gente entre barro, escombros, aguas salvajes y excrementos escapados de las cañerías, que también colapsaron. El terminal de pasajeros y sus adyacencias se doblegaron ante el vigoroso empuje de la cañada de Morillo, que pareció recuperar sus ancestrales ímpetus de río navegable.
El colapso fue total. 25 sectores de la capital zuliana resultaron doblegados. Sus 12 cañadas principales y sus 64 ramales se desbordaron a una sola voz, abandonadas a su suerte por el sector oficial y maltratadas por la dejadez de sus moradores. El abandono se convirtió en evidencia al día siguiente, cuando todos los cauces de la urbe se mostraban llenos de escombros, desechos y chatarra de todo tipo.
En el sector 18 de Octubre, muchos de los vehículos estacionados en la cola de espera de gasolina fueron arrastrados calle abajo. Y algunos de ellos se apelmazaron en el porche de una vivienda, unos sobre otros. El conjunto residencial El Varillal, en el sur de la ciudad, vio ahogar su gente entre barro, escombros, aguas salvajes y excrementos escapados de las cañerías, que también colapsaron
Marlene Nava Oquendo
Pa’ remate un cuento: esa noche no había luz en la cuarta parte de la ciudad, que dos días antes empezó a vivir nuevamente el viacrucis de los racionamientos eléctricos. En paralelo, la Alcaldía de Maracaibo seguía adelante con los preparativos del Festival Municipal de la gaita. Que, a pesar de la desesperación colectiva, se realizó al día siguiente a todo trapo con la anuencia de grupos de gaita locales que respondieron a la voz de las decenas de miles de dólares repartidos. Monto al que se sumaría la inversión en local, decoración, animación, protocolo y promoción.
Al mismo tiempo, mientras se asentaba el duelo colectivo sobre las calles anegadas, se organizaban tarimas y se armaban gigantescas estructuras metálicas en diversos puntos de la ciudad para el montaje de los millonarios encendidos de luces (led, por supuesto; importadas, por supuesto), que irresponsablemente estimularon la concentración masiva de personas, tan irracionales como los anfitriones. Populistas y escandalosos titulares anunciaban: “El alcalde de Maracaibo Willy Casanova junto al ministro de Turismo, encendió el Angelito de Amparo, figura de 125 metros con mil 880 luces led”.
Días antes, la prensa regional informaba que el gobernador del estado Zulia, Omar Prieto Fernández, en compañía de la primera combatiente, Jesica Lucena, y del alcalde de Maracaibo, Willy Casanova, y de Selene Estrach, inició el encendido de Navidad en la plaza de la República de la capital zuliana. El espacio, decían los medios, fue “adornado e iluminado con motivos decembrinos para el disfrute de la población en la época más alegre del año”.
En paralelo, la Alcaldía de Maracaibo seguía adelante con los preparativos del Festival Municipal de la gaita. Que, a pesar de la desesperación colectiva, se realizó al día siguiente a todo trapo con la anuencia de grupos de gaita locales que respondieron a la voz de las decenas de miles de dólares repartidos
Marlene Nava Oquendo
Se supo que además de la plaza de la República, otros ocho puntos de la ciudad “fueron iluminados y adornados para la Navidad y el disfrute de la ciudadanía”. Todos con luces led importadas. Así, uno tras otro, La Vereda del Lago, la plaza Indio Mara, la plaza Urdaneta y la Curva de Molina recibieron la bendición navideña.
Llovió como nunca. Más de dos horas de aguacero desvelaron a los marabinos en medio de una sensación de terror en la madrugada de ese martes, cuando muchos de sus habitantes han perdido todo.
Esta misma semana, los maracuchos fueron ingratamente sorprendidos por otra noticia: el cambio del dólar —y con él, el precio de los alimentos— escaló 175.000 bolívares en 5 días y se colocó a niveles cercanos al millón.
Tanto sacar cuenta para nada, se quejan a la puerta de las tiendas. Tanto bono, tanto aspaviento con los miserables depósitos fraccionados de las utilidades. Tanto “marañar pa’ medio comer en estos días”. 750.000 bolívares un paquete de harina Pan. ¿Cómo pensar en hallacas?
El circo sigue. El pan escasea.
MARLENE NAVA OQUENDO | @marlenava
Individuo Número de la Academia de la Historia del Estado Zulia, fue directora de Cultura de la región, profesora de LUZ y ha realizado un denso trabajo en pro del rescate de la cultura e historia mínima de la ciudad.