El Sistema Eléctrico Venezolano Interconectado, SEVI, continúa dando tumbos, producto del sometimiento al ruinoso comunismo cubano que nos infectó. Ese comunismo mantiene la oscuridad para dominar a la sociedad a través de la falta de electricidad y todo lo que eso conlleva en: atraso, destrucción económica, diáspora, vidas humanas perdidas por la voraz corrupción y negligencia en el mantenimiento oportuno y profesional de la infraestructura del país, desde lo más elemental hasta lo más sofisticados. Pero la lucha sigue porque somos venezolanos y sabemos el rumbo.
Aunque ha habido escasas buenas noticias de los esfuerzos que realizan nuestros trabajadores eléctricos en CORPOELEC, que en días pasados nos dieron la Unidad 16 de Guri, continúan aflorando las lentas recuperaciones por falta de recursos que han derivado en un derroche energético sin precedentes en el bajo Caroní. Hay que advertir que el fenómeno de El Niño no ha llegado, solo existe en el imaginario de los pseudoexpertos que le hacen el juego al régimen usurpador. Esperemos que en esta ocasión no inunden a Guayana por tercer año seguido.
Todos en la nación debemos pedir porque las acciones que está emprendiendo CORPOELEC, mientras dura la usurpación, tengan razonable éxito y no nos causen daños catastróficos que agravarían la gobernabilidad en la transición política que esperamos sea un cambio de rumbo positivo para el país. Es importante que los que están del lado de allá, piensen en el país y que los que están en los cuadros más altos, además de pensar en el país, piensen muy bien sobre las responsabilidades que más temprano que tarde tendrán que asumir.
Así las cosas, somos un país de 36 mil MW instalados mientras que la demanda, estrangulada en extremo, le cuesta un mundo superar los 9 mil MW. El énfasis debe ponerse en el mantenimiento, mañana, tarde y noche. La prioridad son las plantas hidroeléctricas que son el corazón del sistema y toda la infraestructura que las hace funcionar. La expansión termoeléctrica de las últimas dos décadas fue un monumental error estratégico para organizar una vulgar y voraz piñata eléctrica que nos ha dejado en la ruina.
A esta contabilidad sumemos más de 4 mil MW inconclusos y casi 1 mil 500 MW “en cajas” dentro y fuera del país, sin incluir otros 1 mil 200 MW que se tienen paralizados por falta de pagos. Realmente, es inaudita la cantidad de maldad, omisión y negligencia con que se ha operado nuestro Sistema Eléctrico Venezolano. Un Nuremberg debe ser ejecutado sin dilación y sin contemplaciones, porque hay nombres de actores y cómplices que deben pagar por los daños causados. No se trata de ninguna venganza se trata de la más elemental justicia y decencia.
La mejor garantía para devolverle el buen estado de salud al SEVI está fuera de nuestras fronteras. La fiesta se acabó, de aquí en adelante para devolver a toda la infraestructura del SEVI, su confiabilidad y disponibilidad, se requerirá capitales extranjeros que prestarán solo el dinero necesario para relanzar el país. En Venezuela todos tenemos que pensar que nuestro país es una nación necesitada y ya no somos un negoción. La era de las decisiones amañadas y demás vicios que nos han traído hasta aquí debe fallecer, caso contrario, no habremos aprendido la ruda lección de estos 20 años de atraso y miseria.
Los recursos requeridos son muchos y mayores son las necesidades de una nación saqueada por la desgracia que nos ha tocado vivir y, como los dineros no son infinitos, deben ser bien justificados y austeramente manejados para que los mismos traigan soluciones duraderas y no efímeras. El rescate del sistema eléctrico debe ocurrir sin dilación y a los menores costos porque Venezuela está sitiada por los apagones a lo largo y ancho de nuestro territorio y eso debe corregirse. El colapso eléctrico avanza sobre Venezuela y acecha a Caracas.
Detener el deterioro del SEVI pasa por un cambio de gobierno y de la manera de hacer las cosas para que un gobierno de transición sea realmente viable y no se ponga en jaque su gobernabilidad. Sólo así podrá mantenerse viva la esperanza de nuestros compatriotas.
Debemos seguir sembrando consciencia donde todavía no se ha sembrado el petróleo, enfrentado honestamente la realidad. Los sueños que compartimos nos permitirán construir mejores realidades para ser una gran nación y sólo así demostraremos al mundo de lo que somos capaces y que esta oscuridad nos dio la claridad necesaria para crecer y relanzar Venezuela. Tengamos fe porque los buenos somos más.