El reconocimiento del presidente de Ecuador, Lenin Moreno, de que detrás de los problemas de agitación política en su país están Maduro y Rafael Correa, comprueba el plan desestabilizador del castrochavismo en la región.
Los cambios
Desde finales de 2015, el panorama regional y local reflejaba el inicio de un proceso de cambio al producirse dos triunfos sumamente importantes: el de Mauricio Macri en Argentina y el de la oposición venezolana organizada en la MUD. Al año siguiente, en Brasil, Dilma Rousseff era execrada del poder y en Colombia, Juan Manuel Santos, quién había asumido una línea ambigua frente al régimen venezolano, mostraba una actitud un poco más dura, luego de los acuerdos de paz con la narcoguerrilla de las FARC. En 2017 salían de la presidencia Rafael Correa en Ecuador y Barack Obama en EE.UU.
Llegaba Donald Trump a Washington y al año siguiente Sebastián Piñera en Chile e Iván Duque en Colombia. El panorama regional había cambiado estrepitosamente. Las fuerzas del castrochavismo se habían recogido. La marea rosada había sufrido una fuerte resaca y apenas quedaba en el continente su núcleo duro: Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
La alianza
Estos cambios permitieron la creación de una alianza a favor del retorno de la democracia en Venezuela. Ella ha venido avanzando fuertemente, no sólo dentro de la Organización de los Estados Americanos (OEA), sino en la constitución de Grupos ad hoc, como el Grupo de Lima y más recientemente con el Órgano de Consulta del TIAR, que estableció mayores sanciones hacia los funcionarios del régimen.
Pero el otro equipo también juega y ha venido preparando su estrategia para reconquistar el terreno perdido. Solo que en medio del debilitamiento que ha sufrido, es más fácil observar sus acciones y estrategia. A este fin se ha propuesto articular una lucha al nivel continental para reconquistar el poder, como fue postulado en XXV Encuentro del Foro de Sao Paulo, celebrado recientemente en Caracas. Según este plan, hay que pasar a la acción y tomar la iniciativa, declaraba recientemente el excanciller ecuatoriano, ahora asilado en México.
Populismo
Estamos frente a una izquierda postmarxista (¿o populista?); esa que ya no cree en lo de las contradicciones entre la burguesía y el proletariado, sino que está empeñada en explotar cualquier diferencia interna (“cleavages”) en la sociedad, para exacerbarla y así crear caos, promover el caudillismo y tomar el poder para perpetuarse en él.
La reconstrucción de un país sometido a un gobierno populista ha sido siempre un problema serio. Sus ciudadanos –de todas las clases- acostumbrados al estado benefactor resienten que sus “conquistas sociales o económicas” deban ser recortadas para promover el desarrollo económico. Resienten pasar de un estado orientado por la política a uno orientado por la economía. Y eso, que ya vivimos en Venezuela, está pasando en Argentina, pareciera comenzar a pasar en Brasil y ha estallado en Ecuador, permitiendo un movimiento hacia la vuelta del populismo de izquierda, que tiño a la región hasta mediados de esta década.
Migración y agitación
Una de las más descarnadas tácticas de este grupo es aprovechar las masivas migraciones de venezolanos para causar desestabilidad en los países receptores. Lo hacen rebasando la capacidad de la sociedad de acogida de metabolizar este flujo y profundizando el malestar, sobresaturando las redes sociales y noticieros con pequeños y localizados incidentes, así como con las “fake news”, que se van sumando para crear una especie de bola de nieve que se retroalimenta hasta que estalla. A este fin el régimen venezolano ha creado el “Ejército de Trolls de la revolución Bolivariana”.
No es que sólo hayan migrado los venezolanos buenos en esta estampida incontrolada, sin duda los malandros también tomaron “las de Villa Diego”, pero es que también, como en el caso del flujo de los cubanos que salieron del puerto de Mariel en los años 80 (los marielitos), muchos de ellos fueron plantados allí para crear problemas. A esto hay que agregar que también salieron fichas del castrochavismo y otras organizaciones criminales y terroristas a cumplir su papel de agitadores.
Desestabilización
Comenzaron explotando la xenofobia en los países de acogida en especial en Ecuador y Perú, donde han tenido una buena caja de resonancia. Pero su papel es ir más allá y desestabilizar a esos gobiernos. Y están listos para exacerbar las contradicciones (“clevages”) internos.
Esto se ha hecho patente en Ecuador. Recientemente fue denunciada por su presidente y vicepresidente, la participación de extranjeros y en especial de venezolanos en los procesos de agitación política que sufre el hermano país. Incluso miembros de las Fuerzas Armadas venezolanas han sido señaladas en estas tareas.
Sin duda hay un financiamiento por el régimen de Caracas. No sólo se financia a Cuba enviándole petróleo, cuando la crisis humanitaria requiere de esas divisas para palearla, sino que evidentemente se financia a estos cuadros. El caso más patente es el del expresidente Rafael Correa, quien está detrás de la agitación política ecuatoriana.
Un enemigo que crece
Los promotores de esta vuelta del castrochavismo comienzan a mostrar diferentes caras, unas más radicales que otras. Así a la par del Foro de São Pablo, con toda su connotación comunista, surge el Grupo de Puebla, orientado a cerrarle el paso a la “derecha neoliberal”, pero desde una posición más edulcorada. Allí encontramos personalidades como J. M. Insulsa y Ernesto Samper, pero también a Rodríguez Zapatero, Rafael Correa, Lula da Silva, Dilma Rousseff, así como Alberto Fernández de la Argentina. Es la reunión de lo que se llama el “progresismo”. A los que conocen a estos personajes, ya les hemos dicho suficiente.
Así pues, nos encontramos frente a un enemigo que se va transmutando y va trascendiendo lo regional, pasando hacia lo global y articulándose con las viejas potencias de la Guerra Fría: Rusia y China. Con eso, actúa coordinadamente para reconquistar la región.
Las políticas de apaciguamiento y contención – sabemos que no los detienen. Es necesario tomar medidas contundentes para desarticular esta alianza y restaurar la democracia en nuestro continente. Si la experiencia del castrismo no ha sido suficiente para entender a lo que nos enfrentamos, esperemos que, ante su forma potenciada, la del castrochavismo con sus variadas caras, se actúe contundentemente