Aquel 13 de enero de 2010, el entonces presidente Hugo Chávez despidió, a través de la señal del programa La Hojilla, en VTV, a Ángel Rodríguez, la primera persona en ser nombrada ministro de Energía Eléctrica en Venezuela, cartera creada en octubre de 2009 en medio de la crisis por disminución de los niveles del Guri. Faltaban apenas cinco minutos para que acabara el primer día del racionamiento eléctrico decretado por el Gobierno, cuando el mandatario anunció el cese de funciones de Rodríguez.
En la mañana de ese martes, pacientes renales habían protestado en Chacao, porque no podían ser dializados. Eso cayó mal en Miraflores: «Rectificar -expresó Chávez- es de sabios y después de 24 horas hemos detectado impactos no deseados (de la medida). Entonces quiero decirle al pueblo de Caracas que he ordenado suspender los cortes eléctricos… Le he pedido la renuncia al ministro de Energía Eléctrica, Ángel Rodríguez. Ya conversé con él, lo ha tomado como un soldado, de la mejor manera». Así salió Rodríguez de su breve pasantía ministerial, aunque fuentes indican que el plan de racionamiento fue diseñado por el entonces presidente de la Electricidad de Caracas, Javier Alvarado.
Luego la decisión presidencial fue que el racionamiento afectara a otros estados del país, pero nunca a Caracas.
Nueve años y tres meses después, regresa el plan de racionamiento eléctrico nacional, producto de los dos megapagones del 7 y 25 de marzo. Esta vez parece que Caracas no será perdonada.
De nuevo, en Chacao, pacientes que necesitan diálisis protestaron porque tenían ocho días sin recibir el tratamiento debido a los constantes apagones.
El racionamiento lo anunció Nicolás Maduro el miércoles en la noche. Aunque la medida la escondió con el eufemismo de que se trata de una administración de carga, la verdad es que en estos momentos, sectores del país sufren cortes de luz de 12 horas y más, porque el sistema de transmisión eléctrica no soporta más carga y amenaza con averiarse si se forza su menguada capacidad. No obstante, ningún organismo público informa de cómo se repartirá el racionamiento en el país. Los venezolanos quedamos para estar adivinando.
Pero, ¿se justifica que los venezolanos tengamos que padecer el racionamiento eléctrico? ¿Cómo nos explica el Gobierno que vivimos de corte en corte con más de 36.000 Mw de generación instalado, 19.000 de ellos termoeléctricos? ¿Qué pasó con ese blindaje eléctrico que prometió Chávez? ¿A dónde fueron a parar los $40.000 millones invertidos durante la emergencia eléctrica?
Ahora algunas respuestas.
Buena parte de ese dinero está en España, Francia, Senegal, Costa de Marfil y hasta en una inmensa estructura en el Caracas Country Club que tiene siempre luz, gracias a una planta eléctrica que alimenta hasta las bombas de filtrados de la piscina de la mansión de Alejandro Betancourt, presidente de Derwick.
Parte de ese dinero está también repartido entre otra inmensa mansión en Houston decorada con muebles llevados desde un castillo en Inglaterra o se gastó en las bodas de los hijos y cumpleaños de la esposa de Roberto Rincón, quien para uno de esos ágapes pagó $100.000 a un artista venezolano con el solo propósito de que organizara el cartel de artistas de la velada.
Se encuentra en bancos suizos investigados por participar en la trama de corrupción en Pdvsa o congelados por una corte de Nueva York por formar parte de un esquema de lavado develado por la justicia de EEUU, como ocurrió con Blas Herrera, presidente del consorcio KCT Cumaná.
Está también en casas, restaurantes y tiendas de ropa para mujeres en España, como ocurre con Nervis Villalobos, Javier Alvarado y Luis Carlos De León, o hasta en proyectos cinematográficos, tal como sucedió con Rafael Reiter, o incluso en cuentas bancarias de Odebrecht y sus altos gerentes, gracias a la construcción inacabada de Tocoma.
Mientras la danza de parte de esos $40.000 millones, circula por el mundo, en Venezuela ningún caso de robo de los dineros del sector eléctrico es sometido a la justicia.
Pero usted amigo, sufre el racionamiento eléctrico, pierde alimentos en su nevera, se queda atrapado en un ascensor o tiene familiares y amigos que se agravan porque no pueden ser dializados.
Debemos esperar que cuando llegue el tiempo en que los protagonistas de estas historias y sus secuaces sean juzgados con el respeto a sus derechos y la prevalencia de la justicia, aprendamos como sociedad el daño que produce el robo de los dineros públicos. Ojalá, quienes tomen el relevo no repitan los mismos pecados, ni encubran a los pecadores del pasado a cambio de unas monedas.