Los venezolanos llevamos en el ADN de nuestra memoria el inicio de la debacle democrática, marcada por el deslave de La Guaira. El estado Vargas nunca fue declarado en emergencia. El entonces presidente Hugo Chávez llamaba a los venezolanos a votar en un referéndum sobre la Constitución con la que buscaba consagrar el triunfo definitivo de su «Revolución». Mientras tanto, las montañas del estado Vargas, tras semanas de lluvias inusualmente intensas, comenzaron a vomitar ríos de agua, lodo y piedras hacia la costa. Aquello fue en diciembre de 1999.
Valencia-España
Tras el asentamiento de griegos y cartagineses a orillas del río Tyris, y después de la Segunda Guerra Púnica, los romanos fundaron en el año 138 antes de Cristo la ciudad de Valentia, nombre que aún conserva y que ahora le ha tocado honrar en estos días de adversidad, cuando una DANA la atacó sin piedad.
La noche anterior a la DANA estando en Madrid, desperté en medio de un aguacero tropical que golpeaba las ventanas de un cuarto piso en el sureste de la ciudad. Pensé en mi madre, que amaba un buen aguacero, pero recordé las lluvias de hace más de dos décadas. Chávez proclamó: «Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca».
BRICS: desafío autoritario a la gobernanza democrática
Pero la naturaleza que rara vez obedece, y mucho menos ante presidentes negacionistas y poco empáticos, siguió su curso implacable. Todavía desconocemos el número exacto de víctimas, se habla de 1.000 o hasta 50.000. Caraballeda, Macuto y Camurí quedaron atrapados en el mortal deslizamiento de tierras; Carmen de Uria fue sepultada. Un año después de la tragedia, bajé de Caracas con una reportera de La Guaira para un reportaje especial. Caminamos sobre lo que antes fue la casa de su mejor amiga, arrastrada por la furia de ese monstruo de lodo y mar. Mi colega quedó con la ausencia de su mano cuando ella desapareció.
Valencia-España
El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, ha anunciado este jueves que el Gobierno valenciano prevé aprobar en su reunión del próximo martes un primer decreto de ayudas para los damnificados por la DANA en la provincia de Valencia, con un presupuesto de 250 millones de euros.
He pasado días llamando y escribiendo a los amigos valencianos, a los venezolanos que viven allá. Hasta ahora, todos están bien, aunque muy afectados, con algunas pérdidas materiales y una tristeza que los acompaña cada mañana mientras siguen apareciendo desaparecidos, muchos en la morgue.
De Vargas-Venezuela a Valencia-España
Mazón ha especificado que se tratará de ayudas complementarias a las que ofrezcan otras administraciones, como el Gobierno de España, y supondrán un mínimo de 6.000 euros por afectado en ayudas “directas, exprés, sin burocracia” para arreglar viviendas o comprar muebles.
Entre la Valencia fluvial y la marítima había un colchón de huertas, otro mundo absolutamente rural. La Valencia estricta, la que se fue expandiendo más allá de las murallas, siempre vivió de espaldas al mar, viéndolo como algo ajeno, propio de las gentes del Grau y el Cabanyal.
La Comunidad Valenciana sufre; España entera está consternada. Las portadas de la prensa internacional muestran fotos que parecen sacadas de una thriller de Hollywood. Lo cierto es que el cambio climático es real: el Mediterráneo se está calentando.
Durante años hemos ignorado ríos, pantanos, mares, montañas; hemos construido sobre ellos, talado bosques, y nos hemos creído con el derecho de contaminar en nombre del confort.
No importa cuándo leas esto: estamos comprometiendo el futuro. Ya sea por un famoso artista de pop que se creyó un bandido en los 90 o por un expresidente acusado de serlo en la actualidad, nos toca a nosotros asumir la responsabilidad de preservar un planeta habitable para el futuro y prevenir las víctimas de futuros desastres naturales agravados.
Venezuela lo vivió hace 26 años, lo mínimo que se puede exigir es una educación para desastres ambientales, que la población esté preparada para no correr a salvar el coche en los sótanos, estos, pueden convertirse en tumbas. Esto es responsabilidad de cada estado, de cada país y los ciudadanos debemos exigirlo. La naturaleza no se domina, se aprende a convivir con ella, crecer o morir.