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jueves, 28 marzo, 2024

De los otros y nosotros

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Por: Gloria Cuenca

Uno de los momentos cumbres de la civilización fue cuando empezamos a reconocernos unos a otros  para formar primero el ethos, como la manera de ser; luego el mos, la manera de actuar, la costumbre; para pasar, al ius, el derecho. Se dice rápido y cuando se escribe, es más veloz todavía. Pasaron siglos para que el humano llegara a establecer el ordenamiento jurídico con la norma, principal regulador.

Establecer principios para la convivencia, fue paso trascendental para la humanidad entera. En los albores de la civilización, cuando se hicieron y pusieron en acción las reglas que permiten vivir en armonía, estuvo claro: sin paz no se puede construir nada. Difícil de entender para algunos cabezas de chorlito que pululan por el universo, todavía.

Después de tres décadas de la famosa y fracasada Revolución de Octubre, los soviéticos, al darse cuenta de la gravedad de los problemas, quisieron reinventar lo que la civilización occidental había puesto en práctica siglos atrás y que ellos, en 1917, cuando dieron inicio a la Revolución, pretendieron cambiar: aceptarse unos a otros. 

Recuérdese: para ellos la lucha de clases, la violencia como partera de la historia, los enemigos de clase, son irreconciliables a lo interno y, por supuesto a lo externo. Se empezó a hablar de la convivencia pacífica detrás de la cortina de hierro, y lo publicitaron en el planeta entero. ¿Por qué pusieron de moda ese término? Fue la época del deshielo, con Nikita Krouschev al mando.

En la URSS se avizoraba el desastre. Proletarios del mundo uníos contra el enemigo común es una consigna hueca; costosa para la llamada patria del hombre. Con lucidez Krouschev, el hombre que se adelantó a la perestroika y al glassnot, planteó la necesidad de la convivencia pacífica con la burguesía, los imperios y demás en el resto del mundo.

Por supuesto, salió a relucir que se trataba de un nuevo elemento revisionista, y los radicales marxistas —los chinos de primero— se opusieron por cuanto lo consideraron una traición a los sagrados principios del marxismo-leninismo. La realidad: ni los principios marxistas, son sagrados y menos verdaderos y realistas. 

Krouschev actuó con pragmatismo. Se dio cuenta de la situación de la URSS; con visión de estadista sostuvo que, si seguían por ese camino, se hundían para siempre, tal cual sucedió. Sin embargo, ortodoxos y obcecados no pudieron ver la verdad sobre los trabajos que pasaba el pueblo; la desesperación, el hambre y la miseria, en medio del terrible invierno ruso, (no es cualquier cosa, pasar hambre con 40 grados bajo cero) durante unos 6 meses, en la URSS comunista. La excusa: ayudaban a la liberación de los proletarios oprimidos del mundo.  ¿Y los proletarios y campesinos rusos? Pasando hambre y penurias.

La ayuda internacional era prioritaria, como si con eso se resolviera el problema de las carencias y las necesidades primarias, que padecía el pueblo soviético. Y el hombre nuevo sin aparecer.

Volviendo al tema de la convivencia pacífica, está claro que todos los humanos pretendemos eso: convivir pacíficamente; sin embargo, están los caracteres, los intereses, las motivaciones y emociones, las actitudes, envidias y rencores, entre las muchas aristas que tiene el comportamiento humano.

Educar en la tolerancia y la aceptación en la democracia y el buen uso de la libertad es una tarea pedagógica que no puede ni debe obviarse. No es fácil para nada. El humano con ethos, ego y demás procesos emocionales que afronta en la vida cotidiana resulta complejo en el trato. Cada persona debe auto evaluarse y darse cuenta de su capacidad de tolerancia, de aceptación y de cuán democrático es. La respuesta y auto evaluación son fundamentales. Imperativa la antigua consigna a las puertas de la academia griega: Conócete a ti mismo.

Hay por allí mucha gente que pide democracia, pero, la verdad, son autoritarios; otros se creen demócratas y al cruzar la puerta de su casa son trogloditas de la peor especie. A muchos/as en el trabajo se les sale el Hitler o el Chávez que tienen por dentro. Todavía hay otros/as a quienes el autoritarismo y el personalismo se les desata frente al volante o en las tiendas, el mercado o la farmacia. Como una especie de doble personalidad.  

Hay que trabajar con una (o) misma (o) para saber comportarse en democracia. Tarea constante y necesaria. Imprescindible para la convivencia pacífica.

GLORIA CUENCA | @editorialgloria

Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela

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