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jueves, 10 octubre, 2024

CRÓNICAS MIGRATORIAS | De las cenizas renace Francia (Galería)

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Es la tarde del lunes 15 de abril. Apenas comienza la Semana Santa. La Catedral de Notre-Dame dará la bienvenida a unos 20.000 visitantes desde el Miércoles Santo, solo que esta vez no será posible… Está a punto de quedar desfigurada por un fuego que no fue detectado a tiempo. Sin embargo, ella quedará de pie, o una parte de ella. ¿Necesitaremos un Víctor Hugo que haga sonar las campanas con Quasimodo ? ¿Emmanuel Macron podrá cumplir con la promesa de reconstruir el monumento más célebre de toda Europa en tan solo cinco años?

Tizones sagrados

En 1163 ponen la primera piedra de Notre- Dame. 856 años después encontramos a unas señoras mayores recogiendo pedazos de madera quemada del siglo XII o del XIX, que ardió en llamas durante nueve horas el día anterior.

Testigos comentan que el graznido de las gaviotas argénteas que sobrevuelan el río Sena se escuchó con mayor intensidad pasadas las cuatro de la tarde. De ser cierto esto, las aves estaban anunciando lo que en investigaciones posteriores se ha colado entre periodistas: el incendio se produjo por un corto circuito en el bosque, contagiando rapidamente «la flecha» de la Catedral.

Cercanas las seis de la tarde se levanta una suerte de nube de humo en el cielo de París, inmenso como el grito de un fantasma. Siguió creciendo y esparciéndose por toda Lutecia. Al oeste de París se asoma una pequeña torrecita, sí, en la lejanía la Torre Eiffel luce como un juguete. El segundo monumento más visitado de Francia parece ver de lejos a su colega arder; el humo se torna oscuro. El viento trae el olor a historia quemada.

Notre-Dame arde en llamas y todo París corre hacia ella.

Donde hubo fuego…

Este monumento, que atesora buena parte de la historia de Occidente, superó la Revolución Francesa (1793), que en su revuelta decapitó también esculturas de la fachada. El pueblo, que exudaba venganza, confundió a los monarcas bíblicos con los reyes de Francia. Las grandes estatuas de los tres portales fueron pulverizadas; la flecha en el techo, aniquilada; el tesoro de la catedral, saqueado. Cualquier objeto hecho de metal precioso o bronce fue enviado al hierro fundido. La Catedral terminó por servir de almacén para alimentos.

Hasta Napoleón Bonaparte (1804 ) se corona autoproclamándose emperador dentro de Notre-Dame. Ella todo lo supera; sigue digna y de pie.

Pero no pudo con algún pequeño descuido de los obreros que trabajaban en esta nueva restauración. Se ha dicho de todo y más. Unos señalan a los Chalecos Amarillos, que parecen detestar los monumentos, comenzando por el Arco del Triunfo. ¿O Serían los mismos que llevan meses atacando y profanando iglesias en toda Francia? Otros apuntan a Emmanuel (no la campana que comparte el nombre) sino el presidente Macron, para evitar anunciar los cambios en la economía. Ha pasado antes: se le da un uso político a un accidente o desastre natural, pero todo indica que este no es el caso. Si bien el incendio acabó con «la foret» el bosque de los techos de la Catedral, llamado así por la cantidad de árboles que fueron usados para este fin, no, no es un desastre natural.

Ya en 1830 era un escándalo el estado de Notre-Dame. Un año más tarde Víctor Hugo publica una «sinfonía de piedra», como fue catalogada la novela Notre Dame de París (1831), obligando a los parisinos a voltear la mirada su abandono. Una década más tarde, el gobierno de Louis-Philippe obtiene un crédito de 5 millones de francos de la Cámara para restaurarla. El arquitecto encargado de las iglesias de París era Etienne-Hippolyte Godde. Pero no fue él quien ganó la confianza para semejante reto, sino un desconocido, Eugène Viollet-le-Duc, quien dedicará su vida a la restauración de Notre-Dame, con tal pasión que decide algunos cambios, entre ellos agregar una segunda flecha. No tendría idea de que siglos después sería esta la que salvaría a la Catedral del incendio. Su sacrificio marcará la segunda década del siglo XXI.

Treinta años más tarde, la catedral vuelve nuevamente a ser blanco de turbulencias sociales: en tiempos de la Comuna (1871) intentaron incendiarla sin éxito. Y ella allí, detenida en el tiempo, siguió de pie, testigo de cambios durante siglos. Si las piedras hablaran, otro gallo (Coq, emblema de Francia) cantaría.

Francia, un país laico repleto de iglesias

Una serie de ataques viene sucediéndose en los centros religiosos de Francia. Hace tan solo un mes, un incendio provocado logró ser apaciguado en la Iglesia más grande de todo París, Saint Sulpice (Santa Sulpicio).

En el mes de febrero cargaron con una Virgen María en un suburbio de París, decapitaron una imagen de Jesucristo en el municipio atlántico en Nantes, y otras cuatro iglesias, en Nîmes, Lavaur, Houilles y Dijon, fueron vandalizadas, algunas usando excrementos humanos.

Pero Denis Jachiet, obispo auxiliar de París, niega que haya alguna intención oculta tras el incendio y no lo vincula a estos otros ataques. Visiblemente afectado, dijo a la prensa en el patio de Notre-Dame de París el martes 16: «El marco medieval, el techo y la flecha se convirtieron en humo. Es un gran shock al comienzo de la Semana Santa, pero también es un llamado a la fe». Se celebrará una misa frente a la fuente de Saint Michel y el Jueves Santo todas las campanas sonarán a las 18:50, hora oficial en que se anunció públicamente el incendio. Mientras tanto, siguen las investigaciones. Veamos si entre cenizas aparecen más respuestas.

Los bomberos fueron aplaudidos. Entre la conmoción de los parisinos, que no daban crédito a las llamas que iluminaban los cielos de la primavera nocturna, los habitantes y transeúntes no se resignaban a la desaparición del alma de París. Rodearon la Catedral, desbordando las pequeñas calles medievales que tienen salidas hacia Notre-Dame, rezaban, cantaban a la Virgen María. La súplica era por apagar las llamas. No es un monumento: es un familiar, es la madre de la ciudad. Estaban asistiendo a la agonía de un ser querido.

Una vez que los más de 400 bomberos lograron apagar Notre-Drame de París, la gente se fue alejando, lenta y en procesión, a llorar a sus casas. El martes 16 de abril, París se despertó en un silencio que aturdía. Caras de angustia y tristeza volvieron a rodear la Catedral. Cientos de periodistas y de nuevo bomberos, policías y un desfile de ministros, que sin alfombra roja, llegaban para sesiones de emergencia.

Toca tomar desiciones en Francia, a menos de dos meses de las elecciones europeas, con cinco meses continuos de caos semanal vestido de chaleco amarillo, vandalización de monumentos y destrucción de tiendas de grandes marcas. Toca tomar decisiones, sobre todo tan acertadas que unan a Francia, como ahora lo hace la devastada Catedral de Notre-Dame, siempre de pie, siempre en resistencia.

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