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lunes, 2 diciembre, 2024

¿Cómo vaya viniendo vamos viendo?

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Esa parece la política económica del gobierno. Son muchos quienes secundan esta afirmación. Desde distintas perspectivas así lo aseveran. Sin embargo, no es así. Hay una política. Es más, hay una estrategia. Es evidente su desarrollo.

En eso defendemos al gobierno. En menos de un lustro, cambiaron al país. No solamente llevaron el salario de los trabajadores a competir como el más bajo del mundo, también lograron convertir a Venezuela en un país minero, de los grandes. Aparte de otros objetivos como el de nutrir el presupuesto de ingresos en un 72% con el IVA; esto es, con los reales de la gente. La caída de la demanda fue brutal. De allí vino la delgadez extrema. El hambre, la migración…

Liberalismo puro y duro

Montar el liberalismo en Venezuela ha estado cruzado por la confrontación de subjetividades y por hechos objetivos. Lo primero es subalterno. Lo segundo es otra cosa. Con la política adelantada desde 1989, durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, se inicia la imposición de las políticas liberales. Pero no es sino hasta el año 2000, aprobación de una nueva Constitución mediante, cuando se va a dar el fundamento jurídico, que no alcanzó siquiera Caldera II.

Con la Constitución liberal, como se plasma en el 301, principalmente, junto a la Ley de protección y promoción de inversiones extranjeras, así como la eliminación del doble tributo con los países de mayor desarrollo, entre otras, se sientan las especificidades del liberalismo bajo ropaje “socialista”.

Pero con lo acontecido en el último lustro se alcanza su máxima expresión. La dolarización de la economía es la cuestión más clara al respecto. A su vez, la aplicación del principio Smithiano de la mano invisible, ya resulta el non plus ultra. El liberalismo extremo es lo que ha aplicado la dictadura a la sociedad y la economía venezolana. De allí la eliminación del impuesto a las importaciones, una expresión más que emblemática. Así, desde julio de 2019, hasta diciembre del mismo año, el decreto 3547 afianza el librecambismo con el sector externo.

A su vez, como hemos indicado en otras oportunidades, se trata de afianzar la economía minera. La economía extractivista. Nada tiene que ver con la diversificación del aparato productivo.

La dolarización y la concentración de capitales

La dolarización es uno de los procesos naturales que se han venido cuajando en Venezuela desde hace bastante tiempo. Encuentra las mejores condiciones para anclarse en el último lustro. Pone en evidencia las leyes y tendencias propias del régimen capitalista de producción. Alguna moneda debe servir para el cambio, la referencia, el atesoramiento, la acumulación y la capitalización. El bolívar ya no cumple esas funciones. Las cumple el dólar.

Es un proceso natural que fue apuntalado por la política chavista, sobre todo en los últimos meses. La inflación es una de sus determinaciones más significativas. Se dolariza la economía y, de manera natural, los precios comienzan a expresar el valor de las cosas. Buen motivo para que los empresarios comiencen a manifestar mayor voluntad para producir y realizar la plusvalía.

De manera natural también, se va incrementando el salario de los trabajadores productivos. O sea, de aquellos que valorizan el capital, que trabajan en la fábrica, en la producción privada de bienes y servicios. Recordemos que la fuerza de trabajo también es una mercancía. Su valor de cambio debe expresarse en el salario. En nuestro caso, comienza a aproximarse a su justo valor. Por lo que, aun siendo de hambre, se coloca por encima del que devenga el empleado público y, en general, el trabajador improductivo, esto es, el que no produce plusvalía.

Condiciones que permiten que el proceso de concentración de capitales se vaya desarrollando con grandes ventajas del capitalista sobre el trabajador. Luego del largo proceso de destrucción de fuerzas productivas, expresado principalmente en el hambre de los trabajadores, se va restaurando, con la rapidez de los morrocoyes. La exprimida economía, entregada a potencias imperialistas lozanas, se va reactivando.

Algo de verdad hay en aquello de que el arrebatón contra la legítima Asamblea Nacional fue un acto de obediencia ante la exigencia rusa de sacar a Guaidó para garantizar algo de legalidad a los convenios y negocios con el bloque imperialista que lideran junto a los chinos.

En definitiva, hemos estado en presencia de la más clara política liberal. En eso defendemos al gobierno, frente a liberales rancios que lo acusan de comunista. Qué más muestra de liberalismo que dejar que las cosas se vayan sucediendo con base en esa mano invisible que regula la economía. El Estado no ha actuado. Ha dejado que la oferta y la demanda hagan lo suyo de manera natural. Ha logrado con esto que el precio de la fuerza de trabajo, el salario pues, sea una gran ventaja comparativa. Que sea atractiva para la inversión. Claro, se les fue la mano. Así, el hambre de los trabajadores conduce a una baja en su rendimiento. Los empresarios se apresuran a darles mejores salarios para que no sucumban y que puedan seguir en la labor fabril. Aun siendo de los más bajos del planeta, perciben emolumentos más elevados que quienes laboran en la administración pública.

Pero la dictadura también logró con esta política que Venezuela sea más dependiente de la oligarquía financiera y del bloque imperialista que lideran China y Rusia.

Sumemos, es justo reconocerlo, afianzó la condición de Venezuela como proveedora de materias primas estratégicas y, por ende, le dio mayor significación a la disputa como área de influencia de una potencia imperialista u otra. Sus repercusiones se expresan día a día en torno de la cuestión política.

La alternativa política. El proyecto nacional

Frente a esta circunstancia, una propuesta alternativa demanda de las más claras definiciones respecto de cuáles son los objetivos y metas en relación con los intereses populares y nacionales y el camino para alcanzarlos. Ya sabemos que ese liberalismo de trasnocho no resulta. Chile, Ecuador, entre otros, han sido escenarios de la respuesta popular frente a políticas y medidas que, lejos de favorecer al pueblo, lo condenan a peores condiciones de existencia. Venezuela deja lo suyo muy por encima de los resultados en el cono sur. Y es que la salida debe producir productores. Esto es, el encuentro de trabajadores y dueños de medios de producción conduzcan a la recuperación de la economía. De no ser así, las consecuencias pueden dar paso a una nueva época, donde esa fábrica de productores se realice con base en nuevas relaciones, superiores a las imperantes hoy día. Se cumpliría aquello de que las fuerzas productivas, al recibir tal freno en su desarrollo, abre un período de revolución social. Eso se vive en Venezuela hace largo rato. Una sólida vanguardia puede guiarla en esa dirección.

Carlos Hermoso es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. @HermosoCarlosD

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