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viernes, 29 marzo, 2024

AUDIO | OPINIÓN | La voz necesaria. El derecho y el deber de protestar

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Vivimos en una situación de gran opresión. El pueblo venezolano está siendo llevado al límite de sus resistencias, de sus fuerzas; al límite de sus esperanzas, de sus posibilidades de sobrevivencia. Hoy desespera de hambre, de incertidumbres, de impotencia y angustia por el malvivir que somete a la mayoría de los venezolanos, sobre todo a los más pobres. Mientras tanto, el Gobierno bolivariano sigue difundiendo el discurso del país potencia, del país maravilla con un futuro lleno de posibilidades, de felicidad, reconciliación y paz mientras la población, acorralada por la crisis y por las políticas de sometimiento, clama por justicia y libertad. Los expertos en materia económica y social auguran un agravamiento de la crisis en los próximos meses, lo cual anuncia que estamos entrando en una nueva etapa de la crisis humanitaria compleja, lo que significará más hambre, enfermedades, epidemias, desnutrición, violencia y muertes prematuras en el país. ¿Hacia dónde vamos? ¿Quién conduce?

Más preguntas sin contestar. En el artículo anterior, mencionamos algunas de las preguntas que el pueblo venezolano se hace a diario. Preguntas que permanecen sin respuestas. Como lo sabemos, es parte del silencio opresor, elemento clave de la guerra psicológica contra el pueblo. Este silencio produce exasperación, frustración, desesperanza. A estas preguntas se suman otras que se hace la gente, las cuales tienen que ver con los gobernantes y los militares que los sostienen. Por ejemplo: “¿Por qué no actúan para detener esta crisis?”,“¿Por qué hay tanta hambre y miseria en esta revolución?”,”¿Por qué tantas vidas se pierden a diario en las cárceles, en los hospitales, en las calles?”,“¿Es un gobierno indolente?”,“¿Es un gobierno que se hace el loco ante este estado de cosas porque fracasó y jamás lo admitirá?”,“¿Será que la ineficiencia e incapacidad es tal que ya no pueden asumir sus responsabilidades?”,”¿Será a propósito? ¿Será intencional el abandono y desamparo de la población?”, “¿Será una política de desconocimiento y despojo de los derechos más fundamentales para mantener al pueblo sometido y atenido a los dictados de la revolución?”. O, “¿será que ni al gobierno ni a los militares les importa lo que padecen día a día los venezolanos?”,“¿Por qué no reconocen el terrible sufrimiento del pueblo?”.

Sean cuales sean las respuestas a estas preguntas, existen hechos claros: La inacción, la negación u ocultamiento de las trágicas condiciones de vida de los venezolanos, los abusos de poder, la impunidad, los privilegios a favor de la élite gubernamental y militar continúan en medio de una situación sombría de los derechos humanos en Venezuela, tal y como lo alerta el más reciente informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

La voz y las acciones necesarias

Parte clave del cambio está en nuestras manos, por lo que debemos recuperar la palabra y actuar para cambiar este oscuro panorama. La parálisis solo nos llevará al peor de los abismos.

Venezuela espera por su pueblo indignado y rebelde ante la amenaza de ser doblegada, de ser definitivamente sometida por las apetencias del autoritarismo que avanza a trompazos. No podemos permitir que se siga expropiando el alma del pueblo al confiscar su voz, su capacidad de discernir, su derecho a disentir y criticar, de protestar y de rebelarse contra los abusos de una minoría de la minoría que decidió hacer lo que sea para perpetuarse en el poder.

La protesta ciudadana, pacífica, cívica, constante, firme y rebelde es necesaria, esencial, primordial para la recuperación del rumbo democrático, para la defensa integral de la vida y la dignidad de todos los venezolanos, para la restitución del Estado de derecho en Venezuela.

Debemos atrevernos a innovar y crear nuevas formas de manifestación del descontento y la indignación que logren evadir la violencia de Estado, y que nos permitan volver a animar y convocar a la gran mayoría del pueblo venezolano a alzar la voz, poblar las calles y presionar por un cambio político.

Para que la protesta se convierta en un catalizador de nuestros anhelos y objetivos democráticos debe pensarse estratégicamente, articularse, tejerse en red hasta constituir una gran malla que nos conecte a todos y transforme las heridas en una fuerza liberadora y democratizadora. Es posible. Para lograrlo, es necesario, sin lugar a dudas, un auténtico, inteligente, valiente y audaz liderazgo colectivo que la cohesione y la conduzca hacia el gran objetivo común: #UniónParaLaTransición democrática en Venezuela.

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