Se termina el 2022 y hay que pensar en el 2023. Y aunque suene repetido, la educación venezolana tiene que agarrar no solo centimetraje en las redes sociales y en los medios, sino en las mesas de negociación, en las acciones de incidencia. No puede ser un tema solo por el Día del Maestro (el 15 de enero) y de los educadores y las familias. A toda la sociedad le favorece que la educación llegue a todos los niños, niñas, adolescentes y jóvenes y que sea de calidad. Por ello necesitamos trabajar fuertemente, con perseverancia.
Por Luisa Pernalete
Hay que saber que hay iniciativas de alianzas por la educación en América Latina y en el mundo. Mencionemos, por ejemplo, la Clade: Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación. Es una red plural de organizaciones de la sociedad civil con presencia en 18 países de Latinoamérica y el Caribe. Impulsa acciones de movilización social e incidencia para defender el derecho a la educación pública, laica, transformadora, gratuita e inclusiva.
Mundialmente tenemos el Pacto Global por la Educación, impulsada por el papa Francisco, quien ha hecho desde el 2019 una invitación a esa organización, porque está convencido de que el mundo necesita otra manera de entenderse con el planeta —hay que cuidar la casa común— y también otra manera de relacionarnos entre nosotros.
Dice el papa que toda transformación requiere un camino educativo. Los principios, o compromisos de este pacto, son siete: 1. La persona como centro. 2. Encuentro entre generaciones. 3. Promover a la mujer. 4. Aliarse con la familia. 5. Abrirse a la acogida. 6. Renovar la economía y la política. 7. Cuidar la casa común. Como verán, el pacto ha pensado en todo.
La Diócesis de Carora, con monseñor Carlos Curiel, ha hecho un trabajo por impulsar ese pacto en la ciudad. Se ha estado reuniendo con organizaciones de la sociedad civil, con autoridades del municipio y, por supuesto, con los educadores y con las familias.
Aquí en Venezuela urge una alianza amplia para salvar la educación. No se trata solo de la actualización necesaria que se está trabajando mundialmente. La pandemia generó problemas educativos en todas partes, pero también descubrió necesidades de actualización, porque el mundo ya no es el mismo. No se trata solo de la actualización tecnológica.
Antes de la suspensión de las clases presenciales, en nuestro país ya la educación estaba en emergencia: no se hacen mediciones de ningún tipo desde hace más de 10 años, se han cerrado secciones y hasta planteles por falta de alumnos y de docentes, por los bajos, bajísimos salarios del personal. Hay muchas renuncias y abandono de las aulas y existe también el problema de la calidad.
A pesar de que la Constitución, en su artículo 103, dice que “Toda persona tiene derecho a una educación integral de calidad”, esta brilla por su ausencia. Los bachilleres venezolanos están saliendo a veces con niveles que no llegan a sexto grado. Pregunten a los que trabajan en universidades cómo están llegando los estudiantes.
Unamos además el tema de la cobertura: hay en el país millón y medio de población en edad escolar, fuera de las aulas. ¡Demasiado muchacho! Fuera y en peligro, pues hay zonas populares, según lo recuerda Cecodap, donde hay bandas delictivas que reclutan, entre esos chicos que están sin estudiar y sin trabajar, niños y jóvenes para sus filas.
Podríamos seguir recordando urgencias y necesidades de nuestra educación en emergencia, pero por razones de espacio solo mencionamos algunas. Reiteramos la necesidad de llegar a una gran alianza por la educación. Ese es el lema de Fe y Alegría para el 2023. Hay que unir a las familias, la academia, universidades, líderes, interesar a los políticos del lado que sea, empresarios…
Urge que la educación llegue a todos. Es necesario recuperar a los que se han ido; se requieren datos actuales y confiables… Existen organizaciones, como el Foro Cívico, que están trabajando, pero tenemos que ponernos en contacto. Hay que poner la educación en la mesa de negociaciones. Es verdad que ya en México estuvo, pero no se trata solo de recuperar infraestructura. Se trata además de calidad y salarios dignos, formación masiva de nuevos educadores y actualización de los que están todavía en el aula, además de presupuesto suficiente. En fin, hay mucho que hacer para el 2023. Sabemos que no estamos en cero, pero hay que apurarse. Que los Reyes Magos nos traigan perseverancia, capacidad de escucha y voluntad para lograr salvar nuestra educación.
LUISA PERNALETE / @luisaconpaz
Educadora en zonas populares por más de 40 años. Utiliza el sentido del humor como herramienta pedagógica.
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