Alerta en Shanghái

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Por: Paulino Betancourt

Shanghái, la agitada cosmópolis de China, con 26 millones de habitantes, ha estado en cuarentena desde finales de marzo de este año bajo los protocolos de “cero-Covid”, un sistema tan estricto que los residentes con frecuencia tienen dificultades para acceder a las necesidades básicas como alimentos y medicinas, provocando protestas espontáneas bastante generalizadas, tanto en las redes sociales como en la vida real.

El brote de Ómicron en Shanghái es hasta ahora el más grave en China, desde el comienzo de la pandemia, y han reportado 124.900 casos hasta la fecha. Sin duda, el enfoque draconiano de China ha logrado un bajo nivel de casos y muertes en comparación con muchos otros países. Lo que comenzó como un mosaico de cuarentenas transitorias para limitar la propagación de enfermedades, se convirtió rápidamente en una cuarentena interminable de toda la ciudad en el que las personas solo podían salir para hacerse pruebas PCR.

Pero a medida que aumentan los casos, la rígida estrategia anti-Covid-19 está cobrando un precio social y económico cada vez mayor. Trece de las cien principales ciudades de China, que en conjunto representan el 70% del producto interno bruto, ahora han impuesto algunas restricciones de cuarentena. A medida que el resto del mundo se aleja de los cierres y otras medidas estrictas, China corre el riesgo de quedar atrapada en ciclos de cuarentena costosos que agotan a los residentes, tal como se vive en Shanghái.

El gobierno chino ha promocionado una estrategia de cero-Covid, un sistema de contención que utiliza pruebas y rastreo intensivos de contactos, combinado con aislamiento de los infectados, restricciones a los viajes nacionales e internacionales y cierres de ciudades enteras, lo que ha mantenido bajos los recuentos de casos y muertes en los últimos dos años. Pero los informes que salen de Shanghái sugieren que el gobierno local no estaba preparado para un brote en el centro económico del país y arrojan dudas sobre la viabilidad de cero-Covid en este punto de la pandemia. Eso se traduce en serios problemas para los habitantes.

Aunque, según se informa, el gobierno chino está intensificando los esfuerzos para llevar suministros a la ciudad, la política general está impulsando a muchos residentes a criticar la política del gobierno, y la implementación de la misma por parte de Shanghái, a pesar de los graves riesgos potenciales para su seguridad y libertad al hacerlo.

El jueves, las personas en el distrito de Pudong de la ciudad protestaron por la toma de edificios residenciales por parte del gobierno local, con el fin de poner en cuarentena a quienes habían dado positivo. Según la prensa mundial, las imágenes del incidente circularon en las redes sociales chinas antes de ser censuradas, y mostraban a las autoridades sanitarias llevándose a los contagiados en una camioneta, mientras otros gritaban: “¡Tráiganlos de vuelta!”. Adicionalmente, indicaron que el video capturó a los residentes diciendo: “La policía está golpeando a la gente”, “esto es inhumano”.

El efecto indirecto de la cuarentena en China también se siente en otras partes de la cadena de suministro global. Desde que ciudades como Shanghái y Jilin entraron en confinamiento, las acciones de los productores de automóviles y semiconductores (para dispositivos electrónicos) se han visto muy afectados. Entonces, ¿por qué el gobierno chino insiste en seguir una estrategia de cero-Covid? La línea oficial es que abandonarlo conduciría a un brote devastador que abrumaría el sistema de atención médica y perturbaría la estabilidad social.

Por otro lado, las vacunas chinas están demostrando ser menos efectivas. En diciembre, investigadores de la Universidad de Hong Kong que publicaron en la revista médica Clinical Infectious Diseases, determinaron que la vacuna fabricada por Sinovac Biotech Ltd., una de las más utilizadas en el mundo, no produjo suficientes anticuerpos para combatir a Omicron.

Ese problema de la efectividad de la vacuna se ve agravado por la distribución desigual de la vacunación en toda China. Gran parte de la población de adultos mayores del país sigue sin vacunarse y es vulnerable, debido a la decisión de retrasar la vacunación en las personas mayores para priorizar a las personas con trabajos de alto riesgo y garantizar que la vacuna fuera segura para ellos.

Desatar la Covid-19 en una población de 1.400 millones de personas significa que mucha gente producirá el virus, eso brindará una amplia oportunidad para que surjan nuevas variantes. Por tanto, no es solo una alerta nacional en China, en realidad se trata de un posible problema global.


PAULINO BETANCOURT | @p_betanco

Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat

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