Por: Carlos Hermoso
Afganistán, eslabón débil de la cadena imperialista, está en disputa desde hace tiempo. Los talibanes —estudiantes del Corán— se han hecho mundialmente conocidos. Llegaron a Kabul, en esta oportunidad, en tiempo récord. La asunción del poder se realiza de manera un tanto concertada. Circunstancia solamente explicable analizando el asunto desde la perspectiva de esta disputa.
En este contexto, resulta interesante cómo se configura una percepción acerca de los talibanes un tanto diferente a la que se creó en tiempos pasados, con producciones hollywoodenses incluidas. Se plasman, en esta oportunidad, dos estrategias comunicacionales que resultan interesantes. La agudización del enfrentamiento entre los bloques imperialistas hace que sus respectivos aparatos de comunicación jalen hacia un lado o hacia el otro.
Desde la perspectiva china y sus satélites, se brinda un talibán conciliador. Un poquito remozado. Los europeos hacen otro tanto en la misma dirección. Las cadenas estadounidenses lucen un tanto perplejas, dada la retirada desordenada de sus tropas y civiles. Entretanto, el gobierno yanqui y sus medios no pueden evitar que la gente perciba ese abandono como una rotunda derrota. Dos décadas de guerra. Decenas de miles de muertos, de los cuales más de dos mil son soldados gringos.
Afganistán es un país cuyos territorios históricamente han jugado un papel importante en el comercio. Ha sido tránsito obligado de buena parte del comercio entre Oriente y Occidente. De allí que formara parte de la milenaria ruta de la seda. Es por ello que, en algún momento, entró el Corán como plataforma religiosa que acompaña al mercader árabe, proceso que no pudo ser truncado por los cruzados en la disputa por la tierra prometida. Siendo un subterfugio eso de la “guerra santa”, la idea era quitarles a los herejes musulmanes el control del comercio con el Oriente y arrebatarles la ruta de la seda.
Otro peldaño de la ruta de la seda
En esta etapa, el triunfo talibán parece garantizar la suma de un anillo más en la llamada nueva ruta de la seda, que se ampara en el lema una franja, una ruta. Se revive la historia del comercio chino que llegó a ser determinante en procesos históricos que marcan a este territorio de ser “un punto de trasbordo” o “punto neurálgico”, como históricamente se ha denominado.
Además, durante los últimos años, China ha adelantado otra iniciativa conocida como “Corazón de Asia”, que resume un mecanismo para incrementar su influencia en esta región. Por ello se realizó en 2018 un encuentro entre el expresidente de Afganistán, Ashraf Ghani Ahmadzai, y el presidente chino, Xi Jinping. También se produjo la cuarta reunión trilateral de los ministros de Relaciones Exteriores de China, Pakistán y Afganistán, en la cual las tres partes llegaron a un acuerdo de ocho puntos, entre los que destaca el impulso de un proceso de paz para “dar la bienvenida a los talibanes a la corriente política principal”. Busca fortalecer la confianza política y las relaciones, siendo China el factor positivo en la mejora y el desarrollo de los lazos entre Pakistán y Afganistán. Se trata, en definitiva, de convertir al país afgano en un “socio estratégico”.
Desde 2001 se han mejorado las relaciones económicas y comerciales entre Afganistán y China. Transcurso en el que se convierten los chinos en el mayor socio comercial de Afganistán. Por lo que se adelantan distintos acuerdos en 2006, 2010 y 2017. China se ha convertido en el mayor inversor en la región, adjudicándose el mayor número de contratos mineros de perforación y exploración en los más importantes yacimientos petrolíferos y mineros del país. Buscan los chinos facilitar una red de transporte para la exportación de minerales. De allí que hayan invertido en infraestructura y asistencia técnica, con desarrollos en carreteras, autopistas y redes ferroviarias. Se inscribe esta perspectiva en el proyecto que empieza en China y continúa hacia el sureste asiático, el sur de Asia y el océano Índico. Se adelantan tres proyectos: el ferroviario que conecta China y Afganistán a través del puerto de Sherkhan. El tercer corredor del Plan Ferroviario Nacional de Afganistán. Y la Ruta de la Seda Digital. Es que Afganistán es el camino más corto para llegar a Oriente Medio y África. Además, permite al sur de Asia alcanzar la ruta de tránsito más corta hacia Asia Central, Rusia y Europa, a través del Cáucaso. Se suma la participación de Afganistán en el Corredor Económico China-Pakistán.
Más que amapolas
Desde 2010, geólogos estadounidenses realizan estudios en suelo afgano. Tales indagaciones hablan de depósitos minerales por el valor de 1 billón (12 ceros) de dólares aproximadamente. Estas reservas minerales —entre ellas hierro, cobre y oro— están repartidas por todo este país. Pero también se encuentran otros minerales: tierras raras y, lo más importante, un reservorio de litio que podría ser uno de los mayores del mundo.
Es concluyente que Afganistán es una de las regiones más ricas en metales preciosos tradicionales y, también, de metales para los nuevos desarrollos científico-tecnológicos.
La escasez de infraestructura necesaria puede ser superada con capital chino, indio y pakistaní, nuevo aliado del bloque emergente que busca consolidarse como hegemón mundial.
Por lo pronto, la explotación minera reconocida genera más de un millardo de dólares al año. Otro tanto es desviado corrupción mediante, según estiman estudiosos estadounidenses del asunto. Los señores de la guerra y los talibanes vienen encabezando proyectos mineros que seguramente serán repotenciados con capital asiático. Algo habrán aprendido estos barbudos de negocios y minería.
La inversión extranjera ha sido difícil de realizar. Atraer capital privado de Europa y Estados Unidos será aún más difícil ahora. Es que las restricciones de Estados Unidos suponen una ventaja para los chinos. Recordemos que los talibanes han sido calificados como organización terrorista extranjera por los estadounidenses. Además, el Departamento del Tesoro de EE. UU. los califica como terroristas globales. Sumemos lo que es en realidad la determinación principal de este asunto: las limitadas inversiones estadounidenses, que se centran en guerras y armamentos.
Por su parte, China, líder mundial en la extracción de tierras raras, no está interesada en mermar sus reservas. Ése también es un principio de la fase monopolística.
Ésas son las razones por las cuales la cuestión religiosa —que cercena derechos elementales, sobre todo de las mujeres y en particular de las niñas— es echada a un lado con tal de que se garantice cierta estabilidad con los talibanes. Perspectiva aún incierta.
Es una complejidad lo de Afganistán. Su milenaria historia. Su configuración como país. Su estructura económica es difícil de ser enmarcada en el feudalismo, menos en el capitalismo propiamente dicho, como no sea el sector externo. Pero sí, definitivamente, en el despotismo. De allí ese Islam retrógrado que cercena derechos fundamentales, que condena a esta sociedad a sufrir del oprobio fanático religioso. Es que esta religión es la base fundamental de una superestructura que sustenta el despotismo garante de relaciones de producción que combinan el semiesclavismo y semifeudalismo para la explotación agraria, uno de cuyos rubros principales es la amapola. La minería a gran escala bien puede ser adelantada con base en estas relaciones sociales, combinadas con las propiamente capitalistas. La historia da cuenta de eso, uno de cuyos episodios emblemáticos fue el comercio triangular que, durante siglos, imperó entre África, de donde sacaban los esclavos, Europa y América, santificado por el cristianismo católico y protestante por igual.
Según fuentes diversas, desde hace rato los chinos nutren a los talibanes. Desde tiempos en los cuales los soviéticos invadieron este país, ya los chinos andaban en esto. Junto a los estadunidenses, alimentaron la resistencia contra la URSS. Hacerse la vista gorda con tal de hacer negocios es base de las relaciones que cultivan los chinos para la estabilidad que demandan sus inversiones y proyecto estratégico y para afianzar su hegemonía mundial. Además, estamos frente a un talibán más moderno que, aparte de saber hacer negocios, maneja redes sociales, sabe usar todas las tecnologías de la comunicación y es capaz de esconder mejor el despotismo milenario y retrógrado.
El debilitamiento de Estados Unidos, Afganistán y Venezuela
Es de lo más emblemático lo sucedido en Afganistán en relación con el cambio en la correlación de fuerzas internacionales. El bloque emergente que lidera China se hace valer en la alternativa del talibán, cuyo triunfo tan sorprendente motiva que se haya convertido en comidilla internacional, por decir menos. Derrotar el ejército formado por los estadounidenses no es poca cosa. Afganistán fue invadido por EE. UU. hace casi dos décadas para derrocar a los talibanes; luego de lo cual financiaron, entrenaron y armaron un ejército de unos 300 mil hombres, para conformar la fuerza armada del nuevo gobierno. En ese transcurso, los talibanes nuevamente se van fortaleciendo con ayuda de los chinos, rusos y pakistaníes.
Por eso, entre otras evidencias de la fuerza emergente y la debilidad del anterior hegemón mundial, este triunfo del talibán luce emblemático. Sirve, por tanto, de parangón para explicar los cambios políticos que se producen en América Latina. Venezuela es expresión de esa circunstancia. Tendencia que permite analizar aquello de las reservas internacionales como parte de los procesos económicos, políticos y sociales. Lo que resulta una fortaleza para algunos países y naciones, es una debilidad para otros. En Venezuela, el bloque emergente se convierte en una reserva a favor de la dictadura. Mientras, el revanchismo estadounidense y la agudización de las contradicciones con su principal rival por la hegemonía mundial, son reservas en favor de quienes buscan salir de la dictadura, si son correctamente utilizadas. Se trata de actuar en consecuencia, bajo una correcta dirección política estratégica que, precisamente como los talibanes, logre nuclear de manera firme todas las fuerzas en una sola dirección. Bajo un mismo mando. Los talibanes se unificaron en torno de una dirección integrada por factores diversos. Se unieron sunitas y chiítas. Jefes de tribus. Antiguos “señores de la guerra”. Todos en una misma dirección.
Lo de mayor significación de la reconquista del poder por parte de los talibanes es el evidente debilitamiento del imperialismo estadounidense frente al bloque liderado por China. No es gratuito que sean las embajadas de China y Rusia de las pocas que han permanecido abiertas. Además, en declaraciones de sus respectivas cancillerías han expresado su intención de mantener abiertas las relaciones, con los “condicionantes” formales, solo protocolares, de rigor.
Una condición de la fase superior del capitalismo es que los rivales por mercados y materias primas no solamente quieran hacerse de ellas, sino, en caso de no lograrlo, evitar que el rival se las quede. En este episodio queda claro el logro del bloque emergente. Por su parte, no solamente pierden los estadounidenses y en buena medida los europeos a Afganistán como fuente de ese recurso para mantener el comercio y producción de heroína y otros opiáceos ilícitos, sino también la perspectiva de la producción minera y petrolera. Muy similar a lo que acontece en Venezuela. El bloque emergente no quiere soltar su presa. Busca garantizarse las riquezas de ese suelo y, a su vez, evitar que el rival disfrute de ese pastel.
El caso de Afganistán, en la perspectiva del nuevo orden mundial, es similar al de Venezuela. Hay diferencias claras. Pero están inscritas en esta tendencia.
No habrá quien piense que, mientras EE. UU. concede ese espacio, busca reconquistar Venezuela. Por lo que espera que China y Rusia hagan lo propio en las conversaciones que se realizan en México. Circunstancia muy poco probable a todas luces. Lo más dable es que siga la debilidad del imperialismo estadounidense frente al bloque liderado por China.
CARLOS HERMOSO CONDE | @HermosoCarlosD
Economista y Doctor en ciencias sociales. Profesor de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político.