En los Ángeles del Tukuko, en la Sierra de Perijá, funciona desde el 8 de febrero del 2008 la primera Cáritas indígena del país, cuyos miembros, de la etnia yukpa, llevan 13 años evangelizando, trabajando y atendiendo los casos de desnutrición de las diferentes comunidades indígenas.
Berta Moreno, indígena yukpa, coordinadora de la Cáritas parroquial El Tukuko, informó que como voluntarios sirven y atienden en salud y nutrición a una población que se alimenta precariamente y está afectada por la falta de medios para vivir con dignidad.
“Atendemos los primeros miércoles de cada mes. Ahora en febrero se está atendiendo por problemas de desnutrición a 15 niños, 16 madres embarazadas y 10 mujeres lactantes. Cada caso recibe barras nutricionales y nutrialimentos, además de talleres de salud preventiva y orientación para la mamá”.
Por su parte, Fray Nelson Sandoval, asesor y fundador de Cáritas El Tukuko, indicó que esta fecha reúne a los miembros beneficiarios y voluntarios para compartir una celebración sencilla, cargada de emoción, cariño y pasión.
“Somos la primera y hasta ahora única Cáritas parroquial indígena de Venezuela; cumplimos 13 años evangelizando, orando y trabajando por los más pobres de nuestras comunidades. Son 13 años demostrando que los indígenas también pueden llevar adelante el compromiso de la fe con los más necesitados”.
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El también párroco de la comunidad yukpa señala que la desnutrición en las comunidades indígenas viene en aumento: “Cada mes viene más gente a realizarse la prueba de tamizaje, que es medir, pesar y tallar a los niños y a las madres; quiere decir que [el problema] ha venido en aumento y eso indica el deterioro del poder adquisitivo. Cada día es más difícil para las familias de la Sierra de Perijá adquirir alimentos y proteínas”.
La misma fuente comenta que algunos se preguntan por qué ellos están desnutridos, si tienen comida, tierras y siembran. «Eso es muy fácil de responder: tienen en su menú plátanos, yuca y malanga, pero no tienen alimentos con proteínas y cuando no ingieres proteínas te desnutres», puntualizó el fraile.
Sandoval resalta que lo interesante de la labor en la zona indígena es ayudar y recoger el testimonio de una persona que ha podido salir de una situación difícil y terrible de su vida.
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“Con el trabajo del vivero nutricional, denominado Saman (Sistema de Monitoreo, Alerta y Atención en Nutrición y Salud), es increíble recibir un niño desnutrido, por ejemplo en -3, que es desnutrición severa, y ver que con la atención logra salir de ese estado. Ver cómo ha crecido, como ha engordado, y cómo no ha retrocedido en su proceso nutricional, te llena de alegría, de satisfacción y es lo que anima a seguir luchando”.