Dos hileras de bloques son el muro de contención que hay en la puerta de la casa de Mari Carmen Finol. Hasta ahora le han servido para frenar el agua que está en los alrededores de su vivienda, aunque ha estado a tres centímetros de que todo se moje.
«Desde que el muro se partió, nosotros no hemos tenido vida. Esto es terrible. Lo que estamos viviendo es terrible», dice Mari Carmen sentada en la enramada de su casa llena de un barro espeso y pegajoso, que trajo el desbordamiento del río Chama, pero que también le ha servido para que la corriente de agua fría que pasa por el frente no entre.
Mari Carmen vive en La Fortuna, que no es sinónimo de riqueza en el Sur del Lago de Maracaibo, aunque sus tierras son muy productivas y crecen las matas de plátanos como monte.
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La Fortuna está ubicada en la ribera del río Chama. Es una de las comunidades más afectadas por las inundaciones en el municipio Colón, que alcanza a 9.000 personas. El problema no es nuevo, data de hace cuatro años, y cada vez que el río crece, se inunda. Pero desde hace nueve meses sus habitantes viven con el agua en sus casas. Algunos días los niveles son bajos, pero eso puede cambiar en horas.
Esta situación se debe a que en agosto de 2021 un muro de contención se rompió y no se arregló. Lo mismo sucedió con el puente La Gallera: la mitad de su estructura se la llevó el río y no se reparó, a pesar de que el entonces gobernador de Zulia, Omar Prieto, llevó maquinaria para hacerlo. Sus habitantes las vieron, pero desconocen qué pasó.
Esos 35 metros de puente que faltan separan a decenas de familia que habitan en La Fortuna, del sector Caño Muerto, y la vía que comunica con Santa Bárbara. La única forma de salir es en unas lanchas, en las que también sacan las cestas de plátanos que los productores venden en toda Venezuela.
«No hemos parado. A pesar de las inundaciones seguimos trabajando y tratando de no perder tanto. Ahora estamos sacando los plátanos de las zonas inundadas», comenta un trabajar mientras lava los plátanos y los clasifica según su tamaño para luego pasarlos por el río.
Con miedo
Mari Carmen vive con su esposo y su hija, quien no ha ido a la escuela este año porque queda del otro lado del puente y no tiene cómo llevarla, porque en las lanchas hay que pagar el pasaje del viaje, que tarda apenas tres minutos.
«Vivo con miedo. Nos paramos a toda hora y vamos a ver si el río está creciendo o no. Cuando me entero de que está lloviendo en Mérida me pongo las manos en la cabeza y me dan muchas ganas de llorar, porque se inunda todo este pueblo, un pueblo productivo», asegura Mari Carmen.
Los principales ríos que desembocan en el Sur del Lago de Maracaibo nacen en Colombia y otros en la cordillera andina, donde las lluvias comenzaron hace al menos 10 días y han generado inundaciones en cuatro municipios: Sucre, Colón, Francisco Javier Pulgar y Catatumbo.
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A diferencia de Mari Carmen, Sandra Medina vive con los pies metidos en el agua. Todos los electrodomésticos y enseres los subió en sillas y cestas plásticas. Desde hace una semana duerme en una hamaca junto a su esposo, mientras que a sus dos hijas las llevó a la casa de su mamá en El Vigía, estado Mérida.
«Tenemos nueve meses de inundaciones y pedimos que, por favor, nos ayuden. Perdimos los enseres. A mis dos hijas las saqué para casa de su abuela en El Vigía», indica Sandra, quien comenta que en los últimos días se alimentan por las bolsas de comida que les donaron la Alcaldía de Colón, la Gobernación de Zulia y el gobierno de Nicolás Maduro.
Huyen del agua
En La Fortuna hay también decenas de casas cerradas. Familias enteras se fueron en noviembre de 2021, cuando se desbordó una vez más el río y subió el nivel del agua.
Alondra Medina, de 26 años, es una de las que migró al sector Caño Muerto, a unos dos kilómetros. «Hubo una creciente muy fuerte y me salí con mis niños, de cuatro y un año. Me fui a la casa de mi suegra. El que tiene familiares por fuera, se fue», afirma.
Alondra visita a su mamá dos veces por semana. Cuando va a la comunidad, usa botas de caucho para caminar entre las aguas. Camina tres kilómetros desde donde la deja la lancha. La mitad de ese trayecto es entre las aguas.
«El sábado (23 de abril) la creciente fue más fuerte. Mi casa tiene muro, y subió tanto el nivel que por el piso y las paredes y se resumía el agua. Vivimos en una total calamidad. Todo el tiempo te paráis con agua en los pies, pasáis todo el día con los pies metidos en el agua, te acostáis con los pies metido en el agua. Hay casas donde el agua llega a las rodillas de las personas», asegura mientras cargaba unas tazas con comida para llevar a su mamá.
En La Fortuna, los habitantes exigen el dragado del río para darle una solución definitiva al problema. Alondra lo pide desde hace cuatro años, cada vez que van las autoridades gubernamentales, pero no lo hacen: «Lo que pasa es que quieren tapar las cosas con una bolsa de comida o medicamentos».