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jueves, 28 marzo, 2024

Venden uniformes de Pdvsa en Cúcuta para sobrevivir

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Cúcuta.- Parados en una acera están José (55) y Carolina (52), en sus manos tienen unas bragas para obreros, color rojo, las ofrecen a quienes van pasando. Al detenerse y consultar el precio, se ve que en el lateral derecho de la prenda de vestir hay un bordado con el nombre de la empresa petrolera venezolana, Petróleos de Venezuela –Pdvsa-.

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Las temperaturas en Cúcuta superan los 35 grados centígrados, y en las horas del mediodía hasta las 4 de la tarde pueden llegar a los 40 grados. Ambos se quedan bajo el sol hasta vender la última prenda, por lo general llevan 20 o 30. A ratos se sientan debajo de un árbol pequeño que les da sombra, el resto del tiempo tan sólo una gorra les protege el rostro. La piel de la cara da una muestra de la huella que dejan los rayos solares, está seca y quemada.

Al preguntarles si son de Venezuela, responden de inmediato que sí, pero cuando ven la identificación de periodistas se ríen, agachan la cabeza y dicen que no quieren salir porque les da miedo que el gobierno venezolano les haga algo, por tratarse de uniformes de la estatal petrolera.

Al seguir la conversación entran en confianza, José es un poco más difícil que Carolina, sin embargo, cuenta que son de Cabimas, estado Zulia – Venezuela, y que cada cinco días viajan en búsqueda de mercancía, para llevar alimentos a sus dos hijas y tres nietos, y regresan al Norte de Santander a trabajar.

En Venezuela el sueldo mínimo de 18 mil bolívares no les alcanzaba, con lo que hacen en Colombia al vender cada prenda en 20 mil o 25 mil pesos, pueden adquirir harina, arroz, pasta, aceite, azúcar, café, salchichas, salchichón, entre otros. La carne y el pollo no han regresado a su nevera, porque les parece que el costo es muy alto.

Los cuatro días que se quedan vendiendo las bragas duermen en Villa del Rosario, conocida como La Parada de Cúcuta, pagan 3 mil pesos por dormir en un espacio cerrado, sin camas, tan sólo los separa del suelo una sábana, pero para ellos vale la pena el sacrificio.

Se dirigen a su puesto improvisado de trabajo a las 6 de la mañana y no tienen hora de regreso. Mientras El Pitazo conversaba con ellos varias personas se acercaron a preguntar precios y disponibilidad. A los colombianos les interesan esas bragas para uniformar a los trabajadores del campo o de empresas de construcción.

Cambian por un arroz

La iniciativa de la venta de las bragas surgió de unos vecinos que son obreros en Pdvsa, por lo que la pareja de venezolanos se dirige a una tienda en Maracaibo donde los venden y compran semanalmente entre 20 y 30 bragas. Carolina afirmó que la cantidad de piezas depende de cuánto les quedó después de hacer el mercado para alimentar a su familia.

Pero José, sin escuchar la explicación de su esposa, unos 20 metros más allá, relató que las bragas son intercambiadas a los mismos trabajadores de Pdvsa por comida. “Nosotros compramos aquí arroz, harina, pasta, azúcar, les dejamos lo que nos pidan de comida y ellos nos dan la braga. Algunos con un kilo de arroz se conforman, es que los trabajadores de Pdvsa también están pasando hambre, no crea que están librados de lo que estamos viviendo en Venezuela”, relató.

Para pasar la mercancía de Venezuela a Colombia, la mayoría del tiempo tienen que pagar 20 mil pesos en las trochas, pues para cruzar el Puente Internacional Simón Bolívar, que comunica a San Antonio del Táchira con Villa del Rosario, la Guardia Nacional –GN- se la decomisa. Algunas veces logran ingresar desapercibidos y en Migración Colombia no tienen problemas, por tratarse de ropa.

“Esto es feo, no es bonito, pero allá hay mucha necesidad, demasiada hambre y para más la comida que uno lleva los guardias quieren quitársela a uno en las alcabalas, a lo largo de la vía, así sea un arroz, esto es una desgracia”, expresó Carolina.

Cree que la ayuda humanitaria es una solución para las familias venezolanas que no tienen nada que comer o que sus familiares están enfermos. Espera que Nicolás Maduro cambie de opinión y permita el paso sin ningún contratiempo.

“Él no porque está gordito, parece un cochino, ya los cachetes se le van a reventar, ¿pero los demás? Usted viera a esos niños pidiendo comida en casa ajena, en las plazas de Cabimas. Usted va para Cabimas y hasta a los perros le da dolor verlos de lo flaquitos que están, se les ven hasta los huesos”, afirmó Carolina.

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