Maracaibo.- Los tambores elaborados con troncos de balsa, entrelazados con mecate al cuero disecado de novilla o chiva, se conocen como chimbángueles en la zona Sur del Lago de Maracaibo, al occidente de Venezuela. La percusión simultánea del instrumento en una batería es con la que los vasallos tributan y pagan promesas a San Benito de Palermo, cuya fiesta se celebra cada 27 de diciembre en el estado Zulia. El fervor se replica en pueblos de Mérida y Trujillo.
Ismenia Luisa Osorio Solarte, tiene 39 años de edad. Desde 2016 se desempeña como capitana del poblado de Guayana, ubicado en la parroquia Gibraltar, en el costero municipio, donde los pobladores veneran con las celebraciones a San Benito Ajé. En Cabimas, municipio de la Costa Oriental del Lago, se vive una fiesta similar que congrega a miles de fieles.
Cuenta Ismenia que desde los ocho años de edad inició como cargadora de imagen en el pueblo La Conquista. Desde pequeña, sus padres le inculcaron el amor por el santo, que implica protegerlo y rendirle honores al ritmo del cuero como lo hacían sus antepasados. La veneración data de la primera década del siglo XVII cuando los españoles impusieron la imagen de Benito de Palermo a los esclavos que habitaban la planicie surlacustre.
crisis económica y paludismo merman fiesta de san benito en zulia
El progenitor de Ismenia, Sergio Osorio, era devoto. Su madre Nelita del Carmen Osorio, ayudaba a preparar el menú degustado por los vasallos durante la festividad. Gracias al legado de sus abuelos, le dijo a El Pitazo que preserva el simbolismo y aspira a transmitirlo a las nuevas generaciones. Lamenta que algunas gaiteras han fallecido sin haber enseñado los versos que solo se escuchan en esa subregión.
Manifiesta que los gobiernos locales no respaldan económicamente las fiestas. Y es que mantener vivo este sentir depende de la formación de chimbanguelitos, a quienes deberán transmitir oralmente los cantos y costumbres de cada cofradía.
«Hace falta la donación de mecate para elaborar más chimbángueles, que apoyen con logística y el transporte. Es necesario que arreglen los templos y atiendan las necesidades de los pueblos; aquí también hay mucho paludismo», abogó la ama de casa dedicada a difundir, mantener la tradición y defender los pueblos donde se consuma la devoción.
La conformación de las cofradías del santo
Según indicó Ismenia Osorio, en el pueblo de Guayana, la cofradía la integran 50 miembros. Enumeró al mayordomo, los capitanes primero y segundo, dos capitanes de plaza, los abanderados, unos 12 cargadores del santo y 24 «tocadores» o instrumentistas, quienes efectúan los toques con chimbánguele. Allí se incluyen maraqueros y flautistas. En algunos poblados incluyen el saxofón para la gaita tambora, que también nació en esa zona zuliana.
Ismenia detalla que no son tambores cualesquiera los empleados, sino chimbángueles elaborados por lugareños con troncos de árbol de balso y cuero de la vaca. «Solo las requintas son elaboradas con cuero de chiva», remarca.
De esos tambores, tocados al compás de siete golpes, refiere que son el tambor mayor, el tamborito, el respondón y la requinta. Las maracas y la flauta de oruro, o hechas con tubería plástica, componen el grupo para los toques centrales.
El particular de la celebración, dice Osorio, es que cada 26 de diciembre trasladan el Benito de Guayana hasta el pueblo de San Juan. En dicho pueblo permanece la imagen junto a la local. El 27 de diciembre ambas imágenes son transportadas hasta Gibraltar, donde, para este año prevén el reencuentro de cuatro santos con capas donadas por feligreses, como pago de promesas al santo.
Sentir que evoca espiritualidad
El vasallo toca el madero con la membrana animal para rendir tributo a Benito y Ajé, que, de acuerdo con la investigadora etnográfica Evelyn Canaan, no son los mismos.
Ella resumió en un libro de su autoría titulado La Espiritualidad en la Costa Surlacustre de Maracaibo, que Benito de Palermo, franciscano nacido en Fratello, Italia, hijo de padres esclavos, fue impuesto a los africanos del Sur del Lago que provenían de Benin y Dahomey.
Expone Canaan que esas tribus se negaron a la imposición católica y a extinguir el culto a los dioses de su país natal, por cuanto decidieron junto a los jerarcas eclesiásticos, que el santo negro adoptase el color azul. Con el cromático representan a Ajé, dios de la cacería, y Abomey, dios de las aguas.
Pero la investigadora también señala que es común exaltar con tres cruces con venias al golpe de Chocho, un toque con el que también adoran a Legba, «protector de los caminos, también de las puertas y encrucijadas».
Según sus indagatorias, en la simbología aparece además el corazón rojo, también para elevar un recordatorio al dios Erzuli, que representa bondad y amor.
En la fiesta, pormenoriza Evelyn, los chimbangaleros, guiados por el director de cada cofradía, efectúan los toques Cantica, Chocho, Ajé Benito, Chimbangalero Vaya, Misericordia y San Gongorongome. «A lo largo de los años, la Iglesia Católica desapareció muchos golpes. De 20 tipos hoy solo hay seis o siete. Sobre el tambor, la batería debe ser entre siete y nueve para mantener la armonía del toque. En algunos pueblos se rinde la gaita tambora con el chimbánguele, donde el vasallo, en medio del culto, reclama el tamborito (o tambor menor)», expone Canaan, comunicadora social y fotógrafa etnográfico radicada en Maracaibo.
Suelen acompañar las imágenes y los vasallos, bailarines con faldas hechas con palma de coco conocidas como saya. Los sombreros también son tejidos con material vegetal autóctono.
Más que festividad, un modo de vida
Marcial Briceño, director de Fundavasallos, organización dedicada a preservar la identidad en el Sur del Lago en Zulia y la zona Panamericana de los estados Mérida y Trujillo, apunta que la fiesta no sólo se ejecuta los 27 de diciembre.
La primera de las citas, dice, inicia con los ensayos o chimbángueles de obligación, que simbolizan la abundancia de las cosechas y se consuman entre noviembre y diciembre. Allí no necesariamente el santo sale del templo.
Briceño manifestó que el primero de los rituales se cumple justo en la víspera del primer domingo de octubre. El siguiente es el 31 de octubre, un día antes del Día de todos los Santos, conmemorado los 1° de noviembre.
Agrega Marcial que los vasallos hacen un reencuentro, correspondiente al tercer chimbánguele de obligación entre la noche del 7 y mañana del 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción, según el catolicismo. A esa fiesta le conocen como Purísima y es cuando el chimbánguele anuncia las celebraciones locales.
Los pueblos ancestrales donde se aviva con mayor arraigo el sincretismo o fusión de la cultura con la religión son: Palmarito, en el estado Mérida; Gibraltar, Santa María, San Juan, San Antonio y Bobures, en Zulia, refiere Briceño.
En cada Ajé hay una cadencia, un ritmo acompasado. Los pies van moviéndose con el palpitar del cuero. La muchedumbre se aglutina en las calles, bajo un sol inclemente. Algunos giran con las manos extendidas y la mirada posada en Benito. Las plegarias entonadas son letanías propias de la adoración. «Allí es momento de pagar las promesas y agradecer», recalca Canaan. Algunos de los mayordomos y capitanes hacen venias y ademanes con sus bastones y sombreros, propios de cada rito.
La devoción es multitudinaria en la Costa Oriental del Lago
«¡Ajé, Ajé!», grita con algarabía la gente que acompaña a San Benito de Palermo por las calles del municipio Cabimas, en la Costa Oriental del Lago, durante la celebración cada 27 de diciembre y 6 de enero. En esa región zuliana le acompañan 10 agrupaciones con chimbángueles.
Los tambores no dejan de repicar, hay baile durante la caminata central y bañan con ron al Santo Negro. Es una de las manifestaciones religiosas más multitudinarias de Venezuela, después de la Divina Pastora en Barquisimeto.
En Cabimas, la eucaristía inicia a las 8:00 de la mañana a las afueras de la Catedral Nuestra Señora del Rosario. Ya desde la madrugada comienzan a acercarse feligreses y agrupaciones con sus tambores, quienes buscan cercanía con la tarima para ser los primeros en llevar en sus hombros la imagen de San Benito.
La imagen es una réplica de la original, porque la original se mantiene dentro del templo por seguridad. La procesión se extiende por más de 10 kilómetros. Desde el centro de Cabimas la pasean hacia el norte y sur, dependiendo de la fecha.
Los devotos caminan, bailan y gritan para agradecer por deseos concedidos. Durante la peregrinación, hay paradas en instituciones públicas y viviendas, donde realizan oraciones y un ritual de gratitud.
La tradición pasa entre generaciones, en el caso de los chimbangueleros, quienes, desde horas previas, preparan los cueros y practican los toques. Además, eligen su uniforme y coordinan cuál será el recorrido y los puntos de hidratación.
Este 27 de diciembre, la procesión recorre la parroquia La Rosa y después, el 6 de enero, partirá hasta Ambrosio. La eucaristía la oficia monseñor Nicolás Nava, obispo de la Diócesis de Machiques de Perijá, quien es oriundo de Cabimas y estará acompañado del nuevo obispo Ángel Caraballo Fermín.
Las caminatas se estiman duren unas ocho horas. La vestimenta de los creyentes varía: utilizan una capa roja, azul o morada, especialmente los niños, también sombreros de paja en honor al santo. Otros solo visten de morado en su honor.
Cada agrupación utiliza un color de vestimenta determinado. También hay de flores y de colores, dependiendo del sector al que se dirige la procesión. También una agrupación de los vasallos es la encargada de dar los toques del Ajé, justo después de escucharse las campanadas de la Catedral de Cabimas, marcando así la entrega de la imagen de San Benito al pueblo.
Cada agrupación de vasallo tiene su grupo de cargadores, quienes durante la caminata se van turnando para cargar al santo en sus hombros. También tienen guías entre la multitud que se van sumando durante la peregrinación.
Además del apoyo de funcionarios policiales en medio del recorrido, también hay miembros de las agrupaciones que se encargan de proteger el entorno de los encargados de tocar los tambores.
Bajo el inclemente sol, se van sumando personas, además muchos con estampas, imágenes pequeñas. También rosarios, medallas de graduación y cintas de colores como forma de agradecimiento, que cuidan de la imagen. Alrededor de las 8:00 de la noche, regresa a su nicho dentro de la catedral.