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viernes, 4 octubre, 2024

Tres familias viven entre el olvido gubernamental en Paraguaná

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Punto Fijo.- A pocos metros de la valla que dice “Bienvenidos a Punto Fijo”, en pleno inicio de la Zona Libre de Paraguaná y entre grandes edificios que algún día fueron parte de la pujante Zona Libre de Paraguaná, viven tres familias en una vecindad, donde pagan alquiler, a pesar de que las condiciones de la infraestructura no están dadas para estar habitada.

En la calle Principal del sector El Cardón, vive Brígida Medina, su esposo, sus suegros y sus tres hijos de 15, 9 y 3 años, estas dos últimas son niñas. La pareja y sus tres hijos viven en una habitación de las muchas que hay en el lugar, porque solo pueden pagar una, donde estiran cobijas en el piso y unos cojines traseros de carro para que duerman las niñas por las noches.

En la misma habitación, hay un pequeño baño que no tiene poceta, por lo tanto hacen sus necesidades directamente en el hueco de la tubería; también tienen un pequeño espacio que funge como cocina, que sirve para poner algunos potes vacíos y cuando llegan los productos de la caja Clap.

Los niños duermen en el piso | Foto: Irene Revilla

No tienen cocina de gas y, en su defecto, hicieron una con una lata de leche a la que le colocaron una parrilla y adecuaron una hornilla de cocina eléctrica que consiguieron en una zona enmontada y le añadieron un cable para conectarla.

La necesidad les ha llevado a pasar hasta tres días sin comer, además de cumplir hasta tres meses sin el servicio de agua por tuberías.

“No tenemos tanque, guardamos agua en botellitas de refrescos que encontramos y con eso sobrevivimos, cuando no tenemos hay que salir a buscar a las tuberías rotas”, dice con una sonrisa de pena Brígida Medina.

Su esposo no tiene un trabajo estable, se dedica a hacer cualquier cosa que le salga para comprar comida y a pesar de que ella esta embarazada, sus hijos que son la prioridad . Aunque han buscado solicitar una vivienda a través de los planes de la Misión Vivienda Venezuela, no han tenido suerte, nadie les ha dado respuestas a su situación.

No tienen donde almacenar agua, por lo tanto buscan botellas vacías entre la basura | Foto: Irene Revilla

Los suegros de Medina viven justo en la habitación de al lado, donde también el techo está muy agrietado y caen pedazos en cualquier momento, incluso hasta con una de las brisas características de la zona; mientras que en la tercera habitación vive un hombre solo, los demás abandonaron el lugar por el riesgo que representa vivir en él.

Los esposos Rueda León, suegros de Brígida, salen todos los días a vender caramelos en las estaciones de servicio para poder comer algo y pagar el alquiler; son personas de la tercera edad y discapacitados.

“Sino pagamos al día nos sacan y de verdad que no tenemos para donde agarrar”, lamentó Emilio Ruedas, padre del esposo de Brígida.

Los niños, no tienen ni con qué entretenerse

Brígida tiene tres hijos, entre ellos uno de 15 años que no ha podido volver al colegio porque no tiene lentes, los que tenía tienen la fórmula vencida, están partidos y apenas puede leer. Él comparte la cobija en el piso con sus padres.

Las dos niñas de nueve y tres años han pasado varios días sin bañarse, porque su madre está embarazada y le cuesta salir a buscar agua a las tuberías rotas. Tampoco tienen juguetes, ni ropa, por ello se han acostumbrado a jugar en la acera desgastada de la vieja construcción donde viven, mientras ven pasar a los demás niños.

La mirada de la más pequeña es tan dulce y angelical que lleva a creer que no conoce la maldad, vive en su mundo de muy pocas cosas, con muy pocos recursos, pero es consentida por toda la familia.


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Los robaron

Brígida y su esposo vendían teticas de azúcar y café afuera de su casa, dinero con el que podían comer. Una madrugada de hace tres meses aproximadamente, sintieron que las luces del patio se apagaron y en la inocencia, abrieron la puerta del pequeño cuarto, con pistolas les apuntaron a ambos padres y les llevaron lo poco que tenían, entre ello, un televisor, un ventilador y la ropa.

“Eso me dolió mucho porque eran las cositas de los niños, lo único que teníamos y que compramos con tanto esfuerzo”, se lamentó Brígida.

Los adultos de esta familia no duermen, creen que en cualquier momento puede ceder la placa de cemento del techo y matar a alguno de sus integrantes. Por las noches, cuando llueve o hay mucha brisa, se refugian en la entrada, una parte descubierta, sin puertas, a merced, que es el único lugar que no tiene agrietado el techo.

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