Darío Gómez tiene 40 años de edad y 15 dedicados a la educación pública. Es profesor de la Unidad Educativa Los Crepúsculos de Barquisimeto y doctor en ciencias sociales, pero desde 2018 se divide entre las aulas y el depósito de una fábrica de cajas de pizza, donde trabaja como caletero y cobra en un día el equivalente a su quincena como docente. “Desde el 2017 hasta ahora he bajado 30 kilos”, declaró a El Pitazo.
La noche de este miércoles 4 de noviembre, cuando en el país hubo protestas para exigir mejores reivindicaciones salariales, el profesor Darío se acostará con solo dos comidas en el estómago. Aunque tiene alimentos para preparar, no tiene gas desde hace cinco meses y su hornilla eléctrica no sirvió para hacer el almuerzo.
“No tengo leña y está cayendo un palo de agua para prender el fogón. Desayuné y voy a tratar de hacer una arepa para no acostarme sin cenar”, relató.
Gómez dejó de comprar kilos de carne para adquirir apenas 500 gramos o lo que alcance con 300.000 bolívares para incluir un poco de proteína en su dieta, también renunció al jamón que solía comprar con frecuencia. “Cobro un millón y medio de bolívares mensuales con doctorado y prima de maestría y antigüedad”, lamentó Gómez.
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Hijos de docentes emigran
Docentes como Dennise Castillo, de Coro, estado Falcón, tuvo que aceptar que uno de sus hijos, de apenas 19 años, emigrara a Perú. Con su trabajo en el exterior, el joven le envía remesas que utiliza en las compras básicas para su alimentación y la de su otra hija, de 17 años, quien comenzó a estudiar medicina en la modalidad a distancia.
Pero esto no es suficiente, para poder completar el dinero para la comida, hace dulces de lechosa y guayaba para vender; sin embargo, a veces ni siquiera este esfuerzo es suficiente.
Castillo es docente de secundaria desde hace 13 años, se formó como educadora en el área de Castellano y Lenguaje, en la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (Unefm), y al igual que muchos otros docentes confió en que su vocación para enseñar le permitiría superar cualquier contratiempo que pudiera presentarse.
“Nunca vivimos con lujos, pero nos podíamos pagar algún antojo quincenal, pero desde hace tres años todo ha sido cuesta arriba”, refirió Dennise.
Carmen García: «Con hambre no se educa»
Carmen García es una docente con más de 15 años de servicios en la educación primaria en Punto Fijo, una mujer que con su sueldo levantó a su familia y ahora no le alcanza ni para comer.
«Para nadie es un secreto que los docentes nos acostamos sin comer, el sueldo no alcanza ni para pagar los pasajes a las escuelas, mucho menos nos alcanza para pagar megas y dar clases a las diferentes secciones por WhatsApp. Es muy difícil», aseguró.
El 16 de septiembre y al iniciar el nuevo año escolar, comenzó la persecución a los docentes. Fueron llamados a una reunión en la escuela y el supervisor circuital alertó que quienes no se acercaran a dar clases se les suspendería el sueldo.
«Tenemos un salario de dos dólares y cada vez estamos peor, ese sueldo no nos alcanza para nada. Ahora soy una mantenida de mi familia porque no produzco ni para comprar la comida de un solo día», lamentó.
La docente dijo que han recibido alimentos y saldo para su teléfono por parte de los representantes, como parte de una ayuda para que no abandonen las aulas.
20 kilos menos
Hambre es lo que pasan docentes y maestros del estado Yaracuy, según manifestaron durante la protesta que protagonizaron en las calles de San Felipe.
José Antonio Naranjo, docente jubilado, explicó que desde que comenzó la eliminación de beneficios salariales pesa 20 kilos menos, porque el dinero solo le alcanza para un paquete de harina y medio kilogramo de granos.
Para solventar la situación alimentaria en su hogar se apoya de la caridad de una sobrina, quien lo ayuda cuando está a su alcance.
Osálida Alejos, docente jubilada y miembro del Sindicato del Magisterio de Educación, reconoció que los docentes están en la pobreza extrema. «He rebajado entre 10 a 15 kilos, he perdido ropa y masa muscular, pero sigo en pie de lucha por mis derechos salarial», dijo a El Pitazo.
Keyla Castillo, docente activa, explicó que cuando los docentes se enferman no tienen el dinero para costear sus gastos médicos ni tampoco cuentan con un seguro. «El sueldo no nos alcanza para nada (…). Me siento frustrada», declaró.
Según los manifestantes, el Ministerio de Educación mantiene deudas desde octubre del año 2018 a los profesores, así como seis reajustes salariales que equivale a un 280% de aumento.
Equipo de corresponsales de Occidente
Liz Gascón, Keren Torres, Lisbeth Barboza, Irene Revilla y Johana Prieto Andrade