Jackson, El Cantante. Así conocen al niño de nueve años que pasea por los locales del Mercado Mayorista de Barquisimeto para cantar a cambio de alimentos que pueda llevar al rancho de zinc donde vive con su familia, en Barquisimeto
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“¿Será que yo voy a ser famoso?”, se preguntaba Jackson cuando todos los trabajadores y dueños de los locales del Mercado Mayorista de Barquisimeto, Mercabar, lo abordaban para decirle que la cantante puertorriqueña Olga Tañón había publicado un vídeo donde él interpretaba la canción “De rodillas te pido”.
“Waoooo que lindo canta este Niño!!! Dios lo cuide !!!!”, fue lo que escribió Tañón en su cuenta de Instagram para acompañar el vídeo de Jackson, El Cantante, nombre con el que es conocido este pequeño de nueve años, nacido en Barquisimeto y que se gana el alimento diario interpretando rancheras, raspacanillas y uno que otro reggaeton.
“Me decían que Olga Tañón había escrito que cantaba bonito y yo pensaba ¿será que es mentira o verdad?… Entonces después ví que el vídeo lo tenía todo el mundo, los amarillos, los verdes, en La Playa (nombres de las diferentes áreas del mercado mayorista)”, cuenta Jackson.
Aunque este pequeño casi siempre muestra una sonrisa y se inspira cuando alguna persona le pide una canción, la vida que le ha tocado no ha sido sencilla.
Vive con sus abuelos, su madre, su padrastro y con tres de sus cinco hermanos en un rancho de zinc que les prestaron en la comunidad Simón Rodríguez de Barquisimeto, capital del estado Lara, ubicada al occidente de Venezuela.
Antes, vivían en otro barrio, pero unos delincuentes les tumbaron su rancho y les robaron sus pertenencias: nevera, televisor, cocina, radio y su “Canaima”, computador portátil donde buscaba sus canciones preferidas para aprendérselas, y que fueron entregadas hasta hace unos cuatro año por el presidente Chávez como parte de un programa social de acceso a la tecnología, actualmente paralizado.
Jackson estudia segundo grado, pero no sabe leer. Le robaron su libro de lectura y sus lápices. Ahora, su hermana mayor, que tiene un año más que él, le enseña a leer con los pedazos de un libro que consiguieron en un basurero cercano.

Por caminos polvorientos
Los caminos de tierra de la comunidad Simón Rodríguez impregnan de polvo el ambiente. Jackson se conoce todas las calles, entra a la casa de los vecinos que lo invitan para escuchar música y cantar. Él disfruta cada momento. En el ranchito de tres metros cuadrados no tienen televisor ni radio, tampoco nevera ni cocina.
Jackson muestra su hogar. Tienen dos camas: una matrimonial y otra individual. En la más grande duerme su mamá, su padrastro y sus tres hermanos. En la otra, sus abuelos.
Cuando llueve, adentro –en el rancho– también se mojan. Las calles de tierra se convierten en barro. Elizabeth Maramara cocina en leña; el humo le hace daño, pero es la única opción. No tiene cocina eléctrica ni de gas. A pesar de todo, ningún miembro de la familia se queja, solo sueñan con una vivienda propia donde puedan estar seguros y cómodos.
Jackson camina con dificultad porque una reja le cayó en su pierna y le fracturó el hueso. Su madre no tenía dinero para comprar el clavo que requería para la intervención quirúrgica y solo usó un yeso, pero no fue suficiente para sanar completamente.
Sus chancletas están rotas y le quedan pequeñas. No sabe cuánto calza, pero su hermana le dice: 31. Lo que sí sabe con propiedad son las letras de las canciones, las que aprendió en la computadora que le robaron.

El milagro de la música
Las rancheras son las canciones que más le gustan a Jackson Maramara. En el vídeo publicado por Olga Tañón canta “De rodillas te pido”, una composición de Pepe Sosa. También canta raspacanillas, vallenatos y reggaetón. Llora de emoción cuando interpreta música cristiana.
“Necesito de ti señor, […] toca toda mi estructura, sana todas las heridas, caminaré en santidad, quiero amarte solo a ti, porque en ti encontré mi primer amor, haz un milagro en mi…”, canta Jackson antes de secarse sus lágrimas.
Dentro de la comunidad Simón Rodríguez hay una iglesia cristiana evangélica, en donde le han enseñado a Jackson sus canciones. “Voy a aprender más canciones cristianas. Mi abuelo también me enseña con su cuatro”, acota el pequeño.
Su abuelo, Jacinto Maramara, de 86 años, es paciente diabético. No puede costear su tratamiento y ya ha perdido la visión. Además, tiene una herida abierta en la pierna con riesgo de infección, porque las moscas revolotean alrededor de esa área, pero lo que más le preocupa es el presente y futuro de Jackson.
“Yo quiero que mi nieto aprenda a leer, que sepa hablar bien. Yo le digo que debe instruirse y cuidarse”, cuenta el abuelo Jacinto, orgulloso del pequeño.
Jackson lo escucha y asiente. Para él, la vida es una canción que elige componer mirando más allá de la miseria, con la esperanza propia de la inocencia infantil, que a pesar de su cruda realidad, no ha perdido.
