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miércoles, 9 octubre, 2024

Con 101 años, Ana Emilia enseña gramática y ortografía en Barquisimeto

101 años cumple la profesora Ana Emilia Mauriello este 5 de enero de 2022. Con voz fuerte y una lucidez envidiable habla de su vida. Recuerda su primera vez como maestra en 1939 y su jubilación, cuando era subdirectora de la Universidad Pedagógica. Cuenta entre risas que comenzó una campaña para la escritura correcta de “lechosa” en las fruterías que visita

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Barquisimeto.- Ana Emilia Mauriello Lucena cumple 101 años el 5 de enero de 2022. Dos días antes de su fecha natal, que no podrá celebrar debido a la cuarentena por la pandemia de COVID-19, contó a El Pitazo parte de sus anécdotas sentada en la sala de su hogar, ubicado cerca del colegio La Salle de Barquisimeto, estado Lara. Durante la conversación afirmó que más de la mitad de los maestros de la ciudad fueron sus alumnos.

Aunque camina con la ayuda de una andadera, la fuerza de su voz y la lucidez de su mente se ponen de manifiesto cuando comienza a hablar de su vida como maestra, desde aquella primera clase que dio el 16 de septiembre de 1939 —cuando tuvo que pedir prestada la mesa de los santos a su mamá para llevar a la escuelita— hasta su retiro, 37 años después.

Durante su carrera cosechó innumerables reconocimientos. El más reciente es el otorgado por su casa, la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel): el doctorado honoris causa Luis Beltrán Prieto Figueroa por su labor como docente y subdirectora de este centro de estudios. Antes, como alumna, se graduó con honores y fue la primera de su clase.

Ana Emilia Mauriello inició la conversación con una frase contundente. «Inventé una campaña para la escritura correcta de ‘lechosa‘ porque muchas personas la escriben con z. Chavela [su sobrina] me ayudó».

Los domingos, después de la misa matutina, iba a una frutería con Chavela. Allí estaba un letrero que decía “lechoza”. Como el vendedor era un señor, la profesora Mauriello no quiso hacer la corrección, sino que aupó a su sobrina a hacerlo.

“Ella le explica, pero el señor le discute y lo dejaron así. La semana siguiente, cuando llegamos, el tendero le dice: ‘Tenía usted razón; lo busqué en el diccionario», sonríe la educadora.

No tuvo la misma suerte en otra frutería. El dueño era un joven a quien se le acercó la maestra para explicarle que el letrero tenía un error ortográfico. «Me dice: ‘No, señora, le voy a comprobar que es con z. Me trae varios papeles de sus proveedores para mostrarme que era lechoza, y le respondí: ‘Ahí también está mal’. Muchas personas creen que todo lo que está escrito en imprenta es la palabra de Dios«, relata la entrevistada.

Cuando volvieron la semana siguiente, el joven había quitado el letrero, pero como dijo la profesora Mauriello, no se atrevió a poner uno nuevo que dijera «lechosa». De la misma manera como hace con su campaña por la escritura correcta de la fruta, a sus 101 años también enseña gramática y ortografía a sus sobrinos y sobrinos nietos. “Me preguntan: ‘¿Tal cosa es con g?’, y les explico”, acota la docente.

Recuerda que tuvo un enamorado que le decía: «No te escribo porque eres capaz de devolverme la carta con las faltas de ortografía». “Y sí, no se peló. Le dije que mejor no me mandara ninguna carta, porque se la iba a devolver con la corrección y la explicación”, cuenta mientras sonríe.

Aclara que los lingüistas modernos afirman que nada es correcto o incorrecto. “Pero una cosa es la lengua en su conjunto y otra la ortografía, que tiene normas que sirven para darle el significado a una palabra. Por ejemplo, no es lo mismo ‘mesa’, un mueble, que ‘meza’, un apellido”, afirma la profesora, que ha vivido en Barquisimeto desde que nació, en 1921.

Esta era la mesa de los santos de su mamá y la pidió prestada para poder dar su primera clase, en septiembre de 1939. | Foto: Keren Torres

¿Cuál es su secreto para estar lúcida?

—Todo es obra de Dios. Él es quien dispone de todas las cosas. Lo que les puedo decir es que mi hermana y yo siempre fuimos buenas lectoras. Nos daban una locha e íbamos a la quincalla para comprar los cuentos que llegaban cada 15 días. Ahora todo el mundo está con el celular; a la gente no le gusta leer. Yo no pierdo el amor ni el gusto por los libros…, ver la portada, la página de atrás…, y saber de todo en un libro.

La profesora lamenta que en la actualidad casi no puede ver ni oír, pero sus sobrinos le leen los libros que ella les pide. “Me estoy aprendiendo de memoria algunos. Ellos me leen una parte, me la aprendo, y luego siguen con lo siguiente”, narra Ana Emilia Mauriello, quien no se casó ni tuvo hijos porque decidió quedarse al cuidado de sus padres hasta que murieron. Ella es la mayor de cuatro hijos. Le siguen Ángela Rosa, que vive con ella, y sus hermanos fallecidos, Leopoldo y Fernando.

¿Qué puede comprar con su jubilación?

—Yo me jubilé como profesora titular, el máximo escalafón, con 37 años de servicio al Ministerio de Educación. Antes mi salario alcanzaba para mucho. Esta casa la construimos poco a poco con mi sueldo de maestra, pero ahora, con lo que nos depositan, no se puede comprar ni una arepa. Los salarios de todos los profesionales están en el mínimo, porque el presidente de la República así lo decidió, pero no creo que él también gane eso.

¿Cuándo dio su primera clase?

Mi primera clase fue el 16 de septiembre de 1939, en la Escuela Federal Unitaria 387. Recuerdo que tuve que buscar la dirección porque ni siquiera me la dijeron. Llegamos hasta la casa de la maestra anterior y ahí, en una habitación, me señalaron el piso. Estaba tirado un pizarrón, un cuadro con la imagen de Simón Bolívar montado a caballo y un pedazo de tabla en la que estaba escrito el pomposo nombre de la escuela. Tuve que buscar un lugar para montarla. Mi mamá me prestó su mesa y busqué a los alumnos en el barrio, de casa en casa.

Ana Emilia Mauriello Lucena narra un fragmento de la historia de Roma para tomar un ejemplo: cuando Cornelia fue a una reunión sin usar ningún tipo de joya, tomó a sus dos hijos de la mano para decir: “He aquí mis joyas”, frase con la cual les hizo frente a las mujeres que presumían de sus alhajas.

Así finalizó la entrevista con la profesora. “Yo aquí, de pretenciosa, estiro mis manos, atrapo a mis sobrinos y al sinnúmero de exalumnos que tengo vivos [la mayoría educadores] para decir: ‘He aquí mis joyas’. Qué más puedo dejarle a la sociedad venezolana, sino maestros y profesores preparados para que sigan enseñando a niños y jóvenes”.

Ana Emilia Mauriello Lucena cumple 101 años el 5 de enero de 2022. Sigue enseñando ortografía y gramática a quien se lo pida. | Foto: Liz Gascón

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