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martes, 8 octubre, 2024

Colas, empujones y desmayos en Maracaibo por canjear el petro

Los supermercados y establecimientos que tienen un letrero que dice que se acepta el biopago tienen las colas afuera de los locales. Las ventas de comida son las mas abarrotadas.

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Cuando llegó el mensaje de texto al teléfono de María Laudonia Sandoval la emoción le duró apenas minutos. Primero no entendió porque había un bono en petros y no en bolívares, que es la moneda venezolana y, segundo, por qué cuando le pidió a su hijo que se la pasara a la cuenta el proceso no fue como en otras oportunidades, sino que una vecina le dijo que debía canjearlo o subastarlo. Esto, la mujer de 76 años, tampoco lo entendió.

Fue entonces cuando una amiga jubilada que había conocido en la cola del banco la llamó para intentar explicarle: “Tenéis que ir pa’ Samba Latino y te podéis comprar lo que queráis con eso”.

Con la dificultad de la edad y con el hastío por no tener agua María se cambió de ropa y se fue con su comadre y el hijo de su comadre al supermercado. Llegaron a las 7.30 de la mañana y a ella le tocó el numero 123 y el 124 a la comadre.

Cuando abrieron la puerta la gente “se metió a las carreras. Yo con mi cojera no pude correr, pero poco a poco me fui metiendo”. Adentro nadie explicó el procedimiento, pero ella y sus acompañantes comenzaron a meter productos en una cesta. María quería llevar leche y la comadre, café.

Un hombre les dijo que podían gastar 1.500.000 bolívares “y ahí fue que comenzó el desespero”. Todos querían meter cosas en sus cestas, no sabían cuánto podía costarles todo, pero igual volvieron a vivir la ilusión de hacer lo que María y su comadre llamaron, “una compra grande”.

Pero el efecto duró poco. “Poquísimo”, dijo María. “Cuando llegué a la caja apenas pude comprar cinco cositas. Me traje mi leche que hace años no compraba, a ver si con un cafecito con leche se me pasa el mal momento. Dos harinas, un café pequeño, unas galleticas para mojar en el café y un paquetico de jabón en polvo. Y ahí se fue el bono y el bendito petro. Y, de esa cola, lo que me quedó fue mas dolor en la rodilla”.

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Leo Moreno, es jubilado, pero sigue trabajando como obrero de mantenimiento en un colegio. “Cuando me llegó el mensaje yo ni sabia qué hacer con eso, pero una vecina me explicó que me viniera a comprar en este supermercado. Le hice caso y llevo algunas cositas. Harina, cafecito que siempre hace falta, azúcar y otras cositas. No es mucho, pero es algo, como dice el dicho. Hace tiempo que a mi la plata no me alcanzaba para nada”.

Adentro todo es caos y es calor. Hay tanta gente dentro del supermercado que dos mujeres se desmayaron, la madre y la hija. La primera por el calor y una baja de tensión y, la otra, por el susto de ver a su madre caer.

La gente se alborota y adentro hay un desespero. Los vigilantes y trabajadores del local ya no se dan abasto para cuidar, atender, responder preguntas y tratar de ordenar las colas para el pago. Deciden desde adentro cerrar la santamaría. La situación se puso peor.

Afuera la gente pedía a gritos que abrieran, que nos los dejaran afuera porque venían por sus petros. Un señor mayor les dijo: “Por los petros no, por lo que podamos comprar con esa vaina”.

Esa voz se perdió en medio de la algarabía. Nadie quería moverse y entonces comenzaron a reunirse para ir a presionar en la puerta para que volvieran a abrir o la tumbaban “a patadas”.

En una reunión de amigos un hombre dijo: “Todo esto tiene que ser programado. El petro no existe y ahorita para donde uno va o mira, de lo que hablan es del petro”. El grupo respondió: “Tenéis razón”

La cola seguía afuera del supermercado. Un hombre pasó en un carro y se detuvo por el semáforo. Bajó el vidrio y gritó: “El petro los carga locos”. La rabia volvió a encenderse y todos siguieron gritando desde la cola.

Hasta dos días tardan los pensionados para gastar sus petros. En la cola se mantienen los jubilados bajo un fuerte sol y un intenso calor. La larga espera desató la indignación de quienes estaban desde la tarde de este jueves 26 de diciembre en el supermercado Samba Latino, en la calle Dr. Portillo.

«A cada rato dicen que se cae el sistema. Sólo pasan a los amigos y ya comenzaron a cambiar los precios. La harina que estaba en 49 mil, la pusieron en 70 mil», denunció Marbella Acosta, quien para protestar cerró la calle junto a un grupo de personas.


«Nos están maltratando. Nos ponen a hacer la cola, con sol, con calor y ahora nos quieren sacar los ojos con los precios. Los están cambiando», aseguró Soleida Méndez, pensionada.
Los establecimientos donde aceptan el petro se mantienen con largas colas de clientes que esperan canjearlo por comida.

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