Por Crónicas de Chile
Santiago de Chile.- Los sueños se conquistan con trabajo, disciplina, sacrificio y amor, y la historia de José Rincón, de 27 años, y Josmarlin Sucre, de 26, creadores de Mi Vaquita Restaurante (@Mivaquita.cl) se sostiene en un carrusel de momentos bastante rudos.
José es zuliano criado en Maturín, donde conoció a Josmarlin, su hoy esposa y compañera de batallas. Él se formó siempre en el mundo de la cría de animales y como comerciante. Ella es una ingeniera civil, madre y, sobre todo, trabajadora incansable de su proyecto familiar.
Rincón es un amante de la música llanera y del coleo. “Quise ser coleador, pero mi papá no me dejó”, detalla este amante del joropo que, en abril de 2019, apostó por emigrar a Chile en bus y al llegar comenzó a laborar como conductor de Uber, porque no quería trabajarle a nadie. Siempre se enfocó en tener su propio negocio.
Un día José conoció a un fabricante de food truck y así comenzó su historia con Mi Vaquita. Abrió en julio de 2019, en el Patio Nataniel Cox. “Ese nombre me gustó porque yo tenía en mente tener un local como el de Maracaibo, con ese concepto de casa campestre con discoteca. Josmarlin cocinaba, atendía la caja y garzoneaba y yo me encargaba de la logística”, recuerda. Era común que en ese espacio se viera dentro de un corralito a su bebé.
Entonces llegó la pandemia. Sufrieron depresión y pasaron hasta hambre. Tenían su fe puesta en parte de la mercancía que tenían en el food truck. Poco después liberaron a los deliverys y empezaron a agarrar aire, pero sin vehículo era cuesta arriba, así que arrendaron uno. En agosto abrieron de nuevo al público y les fue muy bien. Los clientes del delivery los acompañaron. El secreto era el sabor y la frescura de la carne a la parrilla, los tostones y el queso frito.
Carrousel de eventos
José asegura que fue fundamental en su repunte el trabajo de Orlando León, vendedor de chorizos. “Él me ayudó con las parrillas. Los chorizos las hacían más espectaculares. Creo que ese fue el gancho”, destaca. Les fue tan bien que en dos meses montaron otro food truck, pero esta vez en el patio San Miguel.
Diciembre llegó con un nuevo encierro pandémico. Les tocó vender zapatos, gracias al espaldarazo de un amigo. Luego abrieron nuevamente en Nataniel Cox, el Día de los Enamorados. “Nos volvieron a cerrar en marzo y entregué San Miguel. Nos quedamos con un solo food truck, pero se presentaron problemas en el patio con los permisos municipales en junio. Solo vendíamos por delivery”, afirma.
Cansados de la incertidumbre buscaron local en Barrio Italia, en lo que funcionaba como dos locales de ropa. “Uní los locales y compré sillas, la primera semana de agosto. Ese local dentro de una galería, cerraba a las 8:00 y nosotros a las 10:00”, precisa José, quien colocó una reja para independizar la salida e ingreso.
El principio fue fuerte. La ubicación requería del glamour y una presentación de los platos mucho más elaborada. Aun así, el éxito se hizo sentir, pero reclamos permanentes por algunas situaciones impulsaron la búsqueda de un local más grande en el mismo Barrio Italia, pero con avenida Condell 1213. Costaba un poco más el arriendo, pero tenía patente de licores.
En tiempo récord se hizo la mudanza y el 18 de noviembre, Día de la Virgen de Chiquinquirá, con gaitas y un proceso de remodelación en el que ambos participaron casi sin descanso, lograron el crecimiento sostenido con una importante inversión.
“Pasa que nosotros no nos damos lujos”, asegura, pero el trabajo no terminaba ahí. José miraba hacia la comuna de Colina (Autopista Los Libertadores Km 40,8), donde a principios de mayo inauguró un increíble local, estilo rancho, en el que además de animales de contacto para niños hay un ambiente que lleva a los asistentes a Venezuela, con carne en vara, columpios y una esmerada atención. Hoy es el lugar que reúne, cada fin de semana, a centenares de familias de la Región Metropolitana de Santiago.
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